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Impunidad selectiva

Si un habitante de la Cochinchina llegará a este país y se...

7 de septiembre de 2016 Por: Alberto Valencia Gutiérrez

Si un habitante de la Cochinchina llegará a este país y se diera cuenta que después de 52 años de enfrentamiento está culminando de manera exitosa un proceso de paz con la guerrilla más antigua del mundo, no podría menos que asombrarse de encontrar que una porción importante de la población se opone al acuerdo. ¿Cómo hacemos para explicarle a este hipotético visitante esta singular paradoja?Si analizamos las críticas del Centro Democrático al proceso de paz nos damos cuenta que algunas son mentiras burdas cuya única finalidad es meterle miedo a las gentes crédulas, como es el caso del famoso castrochavismo, o la supuesta complicidad del presidente Santos con las Farc. Otras son inviables para la realización de un proceso de paz: meter los guerrilleros a la cárcel, no permitir su participación en política, mantener la extradición, renegociar lo acordado, etc. Una negociación de paz se hace para participar en política y para que no lo metan a uno a la cárcel. Y la renegociación arruina el acuerdo.Sin embargo, el gran caballito de batalla del CD contra los acuerdos es decirle no a la impunidad. Todo parece muy razonable porque efectivamente las Farc han cometido atrocidades y en sana lógica deberían recibir un castigo. Pero esto no es lo que les quita el sueño a los miembros de este grupo político. El verdadero problema está en otra parte.El acuerdo final establece la posibilidad de que los militares y los civiles que hayan incurrido en conductas delictivas por razón del conflicto se puedan acoger a la jurisdicción especial para la paz. Por una parte, esto favorece a mucha gente comprometida en delitos atroces (como los ‘falsos positivos’) y garantiza que haya un tratamiento igualmente favorable para los que no son guerrilleros. Pero, por otra parte, abre la posibilidad de que se establezca un enjuiciamiento al conjunto de los actores del conflicto, responsables de delitos atroces y de lesa humanidad, que no se limite simplemente a los miembros de las Farc.Este es el verdadero temor de Uribe y sus muchachos. La maniobra es excelente: decir exactamente lo contrario a lo que se busca; hacerle creer a la gente que se lucha contra la impunidad cuando lo que efectivamente se quiere es que haya una impunidad selectiva: que se considere a las Farc como los únicos responsables y los demás queden limpios de toda culpa.Mucha gente de manera muy ingenua toma las posiciones contra el acuerdo de paz al pie de la letra sin entrar a diferenciar claramente entre su sentido manifiesto y la intención real que hay detrás de ellas. La inviabilidad de las propuestas es un claro indicativo, como salta a la vista de cualquier observador, de que la intención del CD es hacer fracasar el proceso de paz de tal manera que se abra la posibilidad de un regreso al poder del grupo uribista en 2018, que permita arreciar la lucha militar contra las Farc, obligarlas a aceptar las condiciones unilaterales de un proceso de rendición y de esta manera garantizar una impunidad selectiva. ¿Cuántos jóvenes campesinos tienen que morir todavía para llegar a la situación deseada por el CD, satisfacer su odio y eximirse de responsabilidad?El presidente Uribe trata de repetir la misma historia del año 2002 en el que montó su candidatura sobre el fracaso del proceso de paz del Caguán y tuvo éxito. Pero ahora las circunstancias no son las mismas. Una inmensa porción de la población quiere la paz y está dispuesta a pagar algunos costos con tal de que no nos sigamos matando.