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En una reciente columna en El Espectador, Alejandro Reyes Posada se refiere...

21 de septiembre de 2016 Por: Álvaro Guzmán Barney

En una reciente columna en El Espectador, Alejandro Reyes Posada se refiere a Sergio Jaramillo, Alto Consejero de Paz, como el “estratega de la negociación”. En su opinión, fue el negociador más duro que enfrentaron las Farc. Discreto pero inflexible en ciertos aspectos. Alejandro Reyes no deja de valorar el papel jugado por los demás negociadores, comenzando por Humberto de La Calle. La opinión de Reyes es justa y acertada para entender el éxito que tuvo la negociación. En mi consideración, sin embargo, el argumento puede ampliarse, por ejemplo para captar el papel jugado por el Presidente y por personas que estuvieron en su entorno, como es el caso de su hermano Enrique Santos, quien fue pieza clave en la estructuración de la agenda de los diálogos. Se requería saber a fondo y desde el principio con quién se negociaba y cuáles eran los posibles temas de negociación. Hubo entonces negociadores, apoyados además por un entorno de personas que había pensado el problema. También hubo apoyo de fuerzas políticas distintas, pero especialmente comprometidas con el apoyo al Gobierno en este tema. Pero esto no es suficiente. Un sector social de intelectuales que ha jugado progresivamente el papel de ‘agencia colectiva’ de amplios sectores sociales, ha sido fundamental para captar el momento histórico por el que pasa el país y la importancia de terminar con el conflicto armado. Me atrevo a decir que este sector de intelectuales tiene elementos generacionales y unos de sus principales exponentes es precisamente Alejandro Reyes Posada.Muchos de sus miembros nacieron entre 1940 y 1960. Estuvieron en la aulas universitarias entre 1960 y 1980. La Constitución del 91 fue parte de sus ideales, así como varios de sus desarrollos posteriores. En buena medida, se dedicaron a ‘comprender’ la sociedad colombiana y por esta vía a formular posiciones políticas sobre la manera de intervenir y cambiar nuestra sociedad. Lo hicieron desde universidades públicas y privadas y desde ONG que prosperaron con propuestas sobre diferentes frentes. Aunque la lista se concreta en nombres, sería muy larga, con figuraciones distintas, muchas de ellas de una gran modestia. Sin ser exhaustivos tampoco, habrá que reconocer el papel jugado, entre otras organizaciones, por el Iepri de la Universidad Nacional, especialmente en sus primeros lustros de existencia, por el Cinep de los jesuitas, por el grupo Dejusticia, por los investigadores de distintas regiones colombianas, por aquellos que se han expresado a través del Centro Nacional de Memoria Histórica, por grupos de mujeres que, desde hace mucho tiempo, definieron su orientación por la paz y contra la guerra. Por periodistas que propiciaron la polémica y el interés público. En estas organizaciones y en muchas otras, una generación captó su rol histórico. Contra muchas de las opiniones que se han difundido, no se ha tratado de una generación ‘frustrada’. Por el contrario, sin tener que depender de las mieles del poder, ha podido y podrá incidir en el decurso histórico.La importancia sociológica de esta generación es que condensa valores que promueven la democratización de país. Es diversa y acepta la diversidad. Promueve la tolerancia y el respeto por el otro. Promueve el derecho y la justicia. Busca la participación política con reglas de alternancia. Esencialmente no es ni autoritaria ni militarista. En otras palabras, es un ‘núcleo de civilidad’ que juega un rol trascendental en la sociedad colombiana.