El pais
SUSCRÍBETE

Inicio

Artículo

Espacio público y civilidad

El uso del espacio público es fundamental para la vida ciudadana en el mundo de hoy. Allí confluyen los más diversos sectores sociales y es posible recrear pautas de conducta propias de la convivencia civilizada.

22 de agosto de 2017 Por: Álvaro Guzmán Barney

El uso del espacio público es fundamental para la vida ciudadana en el mundo de hoy. Allí confluyen los más diversos sectores sociales y es posible recrear pautas de conducta propias de la convivencia civilizada.

Es necesario tener en cuenta esta afirmación para asumir con realismo que la parte urbana del municipio de Cali adolece de manera severa del espacio público que merece su población. Esto es así, a pesar de tener condiciones para hacer desarrollos urbanísticos que promuevan el espacio público, por ejemplo, a partir de sus parques que son apenas un tema.

Aunque ya se ha mencionado en la prensa, no se conoce un proyecto en firme que, en el mediano plazo, considere el uso de una parte de la Base Aérea para hacer un gran parque que sirva de pulmón para la zona central y oriental de la ciudad. Sería interesante que la Alcaldía promoviera un grupo de urbanistas que, desde ahora, hiciera un primer planteamiento técnico al respecto.

Pero, de manera más inmediata, es necesario pensar en los parques que existen ya en la ciudad. Una mínima parte de estos tienen un manejo y un uso relativamente adecuados, aunque son espacios reducidos: el Parque del Acueducto y varios lugares en el sur de la urbe que los ciudadanos utilizan como propios para actividades lúdicas, notablementre los días festivos.

Sin embargo, muchos parques, especialmente en zonas del centro y del oriente de la ciudad, se encuentran en mala situación y claramente se usan como lugares para el expendio y consumo de alucinógenos.

En la parte baja de la Comuna 20, en Siloé, que es un sector urbano fuertemente necesitado de espacio público, se constuyó un pequeño parque con la ayuda de la Fundación Fanalca. Diariamente paso por allí y me encuentro con la siguiente paradoja: en el interior del parque que está enrejado, hay una población considerable que hace el mejor uso del lugar: personas de edad que caminan y se ejercitan, niños y niñas que juegan y sonríen. Todos indican un grado de goce y satisfacción con el uso del espacio. En mi opinión, el parque dadas sus dimensiones, recrea más personas que las que su espacio puede sostener. Sin embargo, al otro lado de las rejas, muchas veces contra éstas, se bota basura, se vende y se consume droga. Parecería, a primera vista, que la reja cumple una clara función para la actividad del parque. Pero seguramente existe alguna forma de organización comunitaria que promueve su uso y que seguramente está dispuesta a defenderlo. Sería bueno que conociéramos la experiencia de este caso que solamente me parece criticable en la medida en que es un espacio muy pequeño, para una necesidad mayor de espacio público.

Si se quiere replicar el modelo del parque de Siloé en sectores deprimidos de la ciudad, se puede llegar a la difícil conclusión que algunos espacios públicos se deben enrejar. Pero también se puede concluir que se requiere de organizaciones comunitarias de base que se entiendan con su uso. Los arquitectos pueden diseñar rejas visualmente más amables que las del mencionado de barrio que son bastante feas. Pero el tema importante es que los parques cumplan con su función socializadora y amplios sectores de la población de la ciudad se beneficien de ellos. En el mediano plazo, el efecto se hará sentir, como ya sucede en Siloé. La Alcaldía que puede tener la iniciativa con el concurso de la empresa privada puede gastar de manera más eficiente su presupuesto destinado a los parques y la cultura ciudadana.