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Venta de Isagén

Al margen de que sea justa la suma que va a pagar...

27 de enero de 2016 Por: Alfredo Carvajal Sinisterra

Al margen de que sea justa la suma que va a pagar Brookfield por las acciones de Isagén, asunto que los críticos debieran haber indagado y ventilado más a fondo, quisiera hacer algunas consideraciones que me parece oportuno aludir en esta ocasión.Hace ya unos cuantos años, un mártir de la democracia, cuyo crimen aún no se ha esclarecido, el Dr. Álvaro Gómez, se refería al temor de autorizar a las empresas privadas la prestación de servicios públicos, utilizando una analogía. Comentaba que era igual al pánico que nos produce enfrentarnos a un tigre, al cual se le puede meter la mano en la boca y sacarle sus colmillos sin que el felino se frunza.Ocurre que los gobiernos tienen la facultad de reglamentar la prestación de los servicios como se le antoje, tal como ocurre en gran parte del mundo. El meollo está en el establecimiento de las normas y en el ejercicio del control.Las empresas deben venderse o establecer alianzas, cuando disfruten de su mejor momento. Un buen ejemplo es el componente de telecomunicaciones de las EEMM. Hace unos años se vio con claridad que era muy difícil competir en este negocio con las empresas multinacionales dedicadas a esta actividad. La innovación demandaba grandes inversiones y un cubrimiento internacional. Sin embargo, su sindicato, apoyado por algunos miembros del Concejo Municipal, se opuso con frenesí a vender la empresa o buscar socios estratégicos. Cuando se propuso el negocio, el componente de telecomunicaciones tenía un valor apreciable y existía interés, ahora el valor es ínfimo y el interés desapareció. Estamos entrando a un período de desaceleración en nuestro crecimiento, y la inversión en carreteras, que bastante falta nos hacen, nos va a ayudar a mitigar esta nueva época de vacas flacas. Nos rasgamos las vestiduras por la venta de un activo del Estado que continuará prestando los servicios a los usuarios, sin embargo, es muy escasa o nula la reacción cuando fracasan empresas estatales como Caprecom, o a nivel local Emsirva y Calisalud. Ignoramos los culpables de estos desastres, debieran estar presos, se trata de un detrimento patrimonial.Cuando ocurren eventos como la venta de Isagén, resurge el tema político: ¿Qué es más conveniente, la empresa privada o la pública? Existen ejemplos de empresas estatales como la EPM bien administradas, y privadas fraudulentamente gestionadas, como Interbolsa. No obstante, se puede augurar que es más probable que la privada sea administrada con mayor rigor y profesionalismo. Infortunadamente, en la designación de los funcionarios de las públicas existen consideraciones de orden político, que nada tienen que ver con su desempeño. Los méritos son evaluados con la lupa partidista. Los funcionarios representan a sus jefes políticos. Para muestra un botón: las licoreras departamentales, fortines políticos incorregibles. A los usuarios les interesa el servicio, en síntesis que sea bueno y barato. Lo demás es irrelevante para él. En cambio para no pocos políticos, las privatizaciones afectan su participación burocrática, la cual es considerada muy importante, especialmente cuando se presente la contienda electoral.Las acciones subieron con el anuncio de la venta de Isagén, lo cual constituye un síntoma de que los compradores de acciones tienen más confianza en Brookfield que en Estado.