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Un año de incertidumbres

Ya estamos llegando a la culminación del año 2017. Un año en el que se gestaron muchas controversias originadas en la implementación de los acuerdos de La Habana entre el Gobierno Nacional y los jefes de las Farc. Me resisto a llamarlo un acuerdo de paz como fue bautizado por razones electorales.

12 de diciembre de 2017 Por: Alfredo Carvajal Sinisterra

Ya estamos llegando a la culminación del año 2017. Un año en el que se gestaron muchas controversias originadas en la implementación de los acuerdos de La Habana entre el Gobierno Nacional y los jefes de las Farc. Me resisto a llamarlo un acuerdo de paz como fue bautizado por razones electorales. Si bien es un logro trascendente en el camino hacia lograrla, en ningún caso es la paz en sí misma, como se ha tratado de vender a la opinión pública.

Quienes vivimos en el suroccidente colombiano continuamos escuchando en las noticias los brotes de violencia que se generaron recientemente en Nariño, por causa del incremento del cultivo de la coca. La intervención de líderes de la comunidad y de las disidentes de la guerrilla pretendieron rechazar la intervención de la autoridad, para controlar la expansión de los cultivos. Antier se informó de la muerte de varios ciudadanos, cerca de Cali, en Suárez, debido a enfrentamientos armados. La institucionalidad y la paz verdadera se encuentran ausentes de muchas comunidades del litoral ‘Pacífico’.

Nos encontramos en un proceso minado por disidencias de las Farc, en medio de conversaciones con el ELN, que no obstante prometer la suspensión de sus acciones bélicas continúa secuestrando. Estamos aún lejos de consolidar una paz verdadera; un anhelo de todos los colombianos, un camino que por ningún motivo debemos abandonar.

Infortunadamente, en medio de las discusiones, de las propuestas y contrapropuestas, se ha creado un ambiente de confrontación extremo aparentemente irreconciliable, ignorando que estamos inexorablemente destinados a vivir aceptando la diversidad de razas, género y opiniones. Si queremos vivir en libertad necesariamente debemos tolerar las ideas divergentes, aunque no las compartamos. Se nos olvida que queremos continuar viviendo en Colombia, con absoluta libertad para opinar, con respeto y tolerancia, en un sistema democrático auténtico. No queremos ser otra Cuba o Venezuela.

Son muchos los propósitos comunes que compartimos a pesar de estar en orillas ideológicas opuestas. Por ejemplo: queremos erradicar la corrupción, abolir la pobreza, perfeccionar nuestro sistema democrático, impedir el clientelismo político, implantar una Justicia independiente y oportuna, incentivar el progreso económico, gozar de una educación de alta calidad, sin exclusiones, para nuestros hijos, ampliar un sistema de salud eficaz para cubrir toda la población; así podríamos continuar enumerando objetivos que no dudaríamos de compartir. Muchas de las decisiones que se deben tomar para lograrlos pueden ser aceptadas a pesar de las divergencias ideológicas. Otros países han alcanzado y concretado dichos acuerdos.

¿Por qué en lugar de estar insultándonos y descalificándonos, no dedicamos dichas energías, producto de los odios, a generar esfuerzos para ponernos de acuerdo en logros que beneficien a nuestros conciudadanos?

El próximo año tendremos la oportunidad de votar para elegir el parlamento y el presidente del nuevo país que todos anhelamos, quienes regirán nuestros destinos por los próximos cuatro años. Es una decisión trascendental, ojalá la votación fuese copiosa, ojalá todos los colombianos votáramos en conciencia para elegir a los dirigentes mejor preparados y más capaces de gobernarnos, despojándonos de malquerencias.