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Somos coleros

Lamentablemente Colombia ocupa uno de los últimos puestos cuando se mide la...

8 de abril de 2015 Por: Alfredo Carvajal Sinisterra

Lamentablemente Colombia ocupa uno de los últimos puestos cuando se mide la efectividad en la gestión pública. Entre 144 países nos corresponde el deshonroso lugar 123. Estamos por debajo del promedio de Latinoamérica y el Caribe. “Los proyectos de inversión y la provisión de servicios del Estado se retrasan por la ineficiencia de la gestión pública”, según informe del BID. Así como nos debemos sentir orgullosos del comportamiento de la economía, la disminución de la pobreza y el decrecimiento del desempleo, nos debe dar vergüenza ser tan ineficientes, cuando del Gobierno se trata. En el caso de las pruebas Pisa que miden el desempeño de la educación, también somos coleros. La diferencia es que en este caso nos hemos vuelto conscientes. El Ministerio de Educación ha aceptado las deficiencias y está tomando medidas para remediarlas, no obstante cuando se trata del ineficiente desempeño de la administración pública, y su consecuente aumento en los costos, las autoridades se hacen los de la vista gorda y los medios de información poco lo divulgan.Para muestra un botón. Con el propósito de mencionar solamente unos pocos casos que nos atañen a los vallecaucanos, podemos referirnos a la paquidérmica construcción de la vía Buga-Buenaventura, la cual tardará más de 15 años. En ocasiones anteriores he comparado esta obra con el Canal de Panamá que tiene 77 km de longitud, 3 juegos de esclusas y un lago artificial de colosal tamaño, cuya construcción tan solo tardó 10 años, hace un siglo. ¿Cómo puede ser, que en nuestro tiempo, con las actuales herramientas, tome tres lustros construir 120 km de carretera? Van a ser 15 años también que se adjudicó la malla vial del Valle, y aún faltan tramos por construir. Qué tal el vetusto puente de Juanchito que une a Cali con un municipio tan importante como Candelaria. Nos acostumbramos a escuchar en las noticias la reiterativa postergación de la obra. Podría continuar llenando páginas y páginas relatando las demoras en la prestación de los servicios de toda clase como el otorgamiento de licencias necesarias para acometer cualquier actividad. Las familiares colas y los prolongados tiempos de atención son evidencias de la habitual ineficiencia. Capítulo aparte merece la Justicia. Los procesos toman décadas. Buena parte se tienen que archivar por vencimiento de términos. La impunidad atribuible a la paquidérmica marcha de la Justicia nos abruma.Todos los males que nos aquejan los resolvemos legislando. Tenemos una maraña de leyes e instituciones que frenan la acción de los gobernantes honrados, sin que impida cometer delitos y evadir la Justicia a los corruptos. No pocas leyes fueron el producto de buenas intenciones. Muchas para eliminar la corrupción, sin embargo no cumplieron su cometido. Se nos olvida que la calentura no está en las sábanas. Mientras que los funcionarios públicos no sean honestos, la Justicia y los órganos de control incumplan con su misión, se continuará extendiendo la corrupción.Para colmo de males cuando a los ciudadanos nos corresponde elegir a los gobernantes prevalecen la oratoria, la mermelada y las promesas incumplibles. Ojalá los electores tuviesen el talento de elegir a aquellos candidatos que además de ser honestos, comportamiento normal, tengan también idoneidad y capacidad para gobernar con eficacia.