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Los partidos se esfumaron

En las próximas elecciones habrá una proliferación de candidatos, la mayoría de los cuales se presentarán por el sistema de firmas, solamente unos pocos serán avalados por algún partido.

23 de agosto de 2017 Por: Alfredo Carvajal Sinisterra

En las próximas elecciones habrá una proliferación de candidatos, la mayoría de los cuales se presentarán por el sistema de firmas, solamente unos pocos serán avalados por algún partido. Entre los partidos colombianos, varios son el fruto de ambiciones personales. Su origen se debe a agrupaciones alrededor de un líder que podríamos calificar de “cacique”. Una de sus acepciones idiomáticas es: “Persona que en un pueblo o comarca ejerce excesiva influencia en asuntos políticos”.

Esta costumbre se ha venido estableciendo en Colombia y otros países latinoamericanos a través del tiempo. Léase: Correa, Maduro, Evo, etc., distinto a lo que ocurren en países de mayor tradición política como los Estados Unidos, Inglaterra o España. Ningún sistema es perfecto, sin duda, en estas naciones también existen críticas con algún fundamento, pero lo que nos está ocurriendo es el peor de los mundos.

Cuando las comunidades tienen la necesidad de interactuar con el gobierno en procura de sus aspiraciones, se ven obligados a tocar las puertas de no pocos caciques políticos, para solicitarles sus pretensiones. Los gobernantes, a su turno, convocan un buen número de parlamentarios, diputados o concejales para contarles sus proyectos y pedirles su respaldo. Preferentemente aquellos electos con mayor caudal de votos. No es extraño que soliciten en contraprestación; la mermelada, en contratos, burocracia innecesaria, o en el empleo de personas incapaces. Estas negociaciones pasan inadvertidas.

La mayoría de las listas son abiertas; existe por lo tanto el voto preferente. El elector marca en las listas su candidato preferido. Como obvia consecuencia quienes obtienen un mayor número de votos se convierten en los líderes de los respectivos movimientos. De esta manera se atomizan los liderazgos, consecuencialmente se esfuma la cohesión de las corrientes políticas.

Quizás la más importante secuela del debilitamiento de los partidos es la desaparición de sus ideologías. Con excepción del Partido Comunista que tiene una base doctrinal clara y definida, el resto de partidos son una colcha de retazos en cuanto a la ideología que los respaldan. Se trata de agrupaciones de personas que aceptan las opiniones de sus líderes.

Claro que dentro de los partidos institucionalmente constituidos existen líderes con influencias diversas, pero prima la institucionalidad, con su correspondiente jerarquía, organización y normas. En cambio, en aquellas colectividades que se forman alrededor del liderazgo de una persona, la organización y las normas las establece el jefe, se hace lo que el jefe piense u ordene.

Con partidos debidamente institucionalizados se logra llegar a acuerdos, mediante los correspondientes debates, que luego son aprobados en los cuerpos legislativos, sin necesidad de mermelada. Además, las responsabilidades por las irregularidades que se cometan, pueden ser asignadas, no solamente a las personas, sino también, a las colectividades, lo cual trae como consecuencia que las organizaciones vigilen el buen comportamiento de sus afiliados.

El Partido de la U lo creó el expresidente, Álvaro Uribe, luego se apropió de él el presidente Santos para gobernar, y ahora parece que va desaparecer por falta de cacique. Lo mismo le puede ocurrir al CD, con el tiempo. Son movimientos efímeros y circunstanciales.