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Los ciclistas colombianos

Hace unos pocos días recibí en mi WhatsApp un aplicativo telefónico que se ha vuelto común, un estupendo video de Carlos Vives, el embajador más destacado del folklor vallenato.

3 de octubre de 2017 Por: Alfredo Carvajal Sinisterra

Hace unos pocos días recibí en mi WhatsApp un aplicativo telefónico que se ha vuelto común, un estupendo video de Carlos Vives, el embajador más destacado del folklor vallenato. Su labor en el exterior ha sido notoria. En los recónditos rincones de nuestro planeta su imagen es sinónimo de nuestro terruño.

Escucharlo me produjo un profundo gozo, me sacudió el alma y el patriotismo, tanto la melodía como las imágenes de ese incomparable paisaje montañoso, con sus dehesas teñidas de ese verde mate de sus suelos, tachonado de arbustos y sembrado de viviendas campesinas, surcado por carreteras sinuosas. Esas caras rubicundas, expuestas al inclemente sol de las alturas. Sus típicas ruanas lanudas multicolores. Ese mestizaje característico de nuestro pueblo del altiplano, matizado por colinas, amenas y escarpadas.

Su objetivo era dibujar el entorno donde nacen, crecen y practican nuestros ciclistas. La precariedad de los recursos donde germinan y se fortalecen estos gladiadores de los caballitos de acero.

Lo fundamental no son quizás los aspectos con tintes románticos y estéticos del video, además de la calidad artística de su canción. Quisiera aprovechar esta oportuna excusa para destacar el tesón de nuestros compatriotas en muchos y diversos aspectos del quehacer humano. Cuando viajamos al exterior, nos tropezamos con colombianos destacados en diversas actividades, desde los oficios más humildes, hasta las profesiones de mayor alcurnia. Médicos, artistas, científicos, ejecutivos, que sobresalen en sus quehaceres, lo cual nos hace sentir orgullosos y pensar que las instituciones nativas, donde se forjaron, son idóneas y deben ser admiradas. Sus trabajos son valorados y sus opiniones respetadas.

Sin lugar a dudas el deporte del ciclismo es el que nos ha dado las mayores satisfacciones y el que más reconocimiento tiene a nivel mundial y de manera especial en Europa. No son triunfos excepcionales, son muchas las estrellas que brillan continuamente en múltiples competencias. Para llegar a escalar esas cumbres se requiere mucha disciplina, una constancia como las de aquellos martillos que extraen el petróleo de las entrañas de la tierra, que nunca paran en su accionar, un estado físico de gladiador, un deseo inalterable de absorber las mejores prácticas, un valor sobrehumano para enfrentar los desafíos y finalmente un espíritu inquebrantable por las falencias y adversidades.
Sin embargo, cuando nos autoevaluamos localmente, dudamos de nuestras capacidades, degradamos nuestra autoestima, a tal punto que existe una mejor imagen de nuestro capital humano en el exterior que al interior de Colombia.

Desvalorizamos la capacidad de resolver los problemas que nos agobian y enceguecen. Olvidamos haber sido capaces de superar situaciones más graves, con nuestra institucionalidad y nuestra gente.

A finales del siglo pasado, debido a la prepotencia de las organizaciones del narcotráfico, fuimos considerados, en el exterior, como inviables, un país sin futuro. Nos abrumaba el ‘Proceso 8000’ Pablo Escobar y los hermanos Rodríguez.

La actividad ciclística nos da el ejemplo de que ciudadanos nacidos en situaciones muy adversas, han logrado competir, de igual a igual, con quienes han dispuesto de recursos en abundancia.
“Sí se puede”, con optimismo, coraje, inteligencia y ética.