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La tormenta electrónica

La revolución que se nos vino encima, casi sin darnos cuenta, fue la electrónica, bautizada “destrucción creativa”, cuyo impacto e inercia, han sido muy superiores a la que padecimos con la industrialización.

22 de agosto de 2018 Por: Alfredo Carvajal Sinisterra

Históricamente se menciona con frecuencia la Revolución Industrial, la cual modificó las costumbres y revolcó los hábitos, impulsó el crecimiento de las ciudades, nos permitió desplazarnos por el mundo mediante nuevas formas de locomoción, difuminó la importancia de los artesanos, multiplicó el número y el tamaño de las fábricas, fortaleció los grandes capitales y las uniones obreras, inspiró las ideas de Carlos Marx y Adam Smith, extendió el uso del calzado y toda clase de atuendos, universalizó el comercio y los acuerdos económicos para reducir los aranceles, aumentó las brechas económicas entre los países, en fin, profundizó y aceleró el cambio, hacia una nueva forma de vida. Todo este complejo proceso se realizó en un lapso de más de cien años.

Durante este largo período fuimos asimilando paulatinamente la mutación. La transformación fue lenta. Entre el avión de pasajeros propulsado por hélices, a la turbina, transcurrieron unos cuantos años y aún falta tiempo.

La revolución que se nos vino encima, casi sin darnos cuenta, fue la electrónica, bautizada “destrucción creativa”, cuyo impacto e inercia, han sido muy superiores a la que padecimos con la industrialización. Hace unos años admirábamos a la empresa Nokia, fabricante de teléfonos celulares, hoy lucha por sobrevivir, ya sin aliento.

Las organizaciones que prestaban el servicio de larga distancia, sólidas y rentables, están desapareciendo aceleradamente, hoy podemos llamar por WhatsApp, sin costo. Los medios electrónicos sustituyeron las publicaciones impresas, en un abrir y cerrar de ojos. Los libros de páginas amarillas se convirtieron en dinosaurios. La televisión tiene una resolución excelente y podemos sentarnos a ver películas en nuestras propias casas, o en la calle, en un dispositivo telefónico.

El final de este proceso es imprevisible. Los robots están reemplazando a las personas en actividades rutinarias, pero el desarrollo de robots inteligentes es inminente. El email sustituyó las cartas y destruyó el correo. Pronto circularán carros sin conductor.

El dinero físico está siendo reemplazado por tarjetas y más recientemente por bitcoins. Las transacciones pueden hacerse electrónicamente desde un dispositivo telefónico, las compras, sin salir de la casa.

¿Qué nos deparará el futuro? Es una incógnita. ¿Cómo nos afectará?, un misterio. De lo que estamos seguros es que cambiará la sociedad y las costumbres, como ya lo estamos experimentando, y en casos, sufriendo, pero no cambiará al hombre como tal, seguiremos siendo iguales, con una probabilidad de vivir más años por cuenta de la medicina moderna.

La diferencia con la revolución industrial ha sido la velocidad de las transformaciones. No nos dio tiempo para adaptarnos. Se han producido brechas generacionales infranqueables.

Los conocimientos se vuelven obsoletos de un día para otro, necesitamos estudiar y reinventarnos constantemente para saber en dónde estamos parados y poder llevar una vida normal, en medio de la constante evolución.

Desaprender es más difícil que aprender. La edad afecta facultades y apetitos, por fortuna, nunca se mengua el apetito por adquirir nuevos conocimientos, las inquietudes intelectuales perduran, no obstante, un buen número de personas maduras se resisten a cambiar. Se ha fracturado el diálogo.