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La Paz Total

El temor es que la política de paz total nos conduzca a una inseguridad permanente.

17 de enero de 2023 Por: Alfredo Carvajal Sinisterra

El gobierno del presidente Petro está implementado un plan para llegar a acuerdos con el Eln y demás organizaciones subversivas, sin importar el motivo de su rebeldía. El acuerdo incluye perdón, al igual que lo hizo el presidente Santos. Las consecuencias de ese convenio nos constan; hubo perdón y la reparación está pendiente. Un no despreciable grupo de las Farc continuó delinquiendo y encontró refugio con protección en nuestra vecina Venezuela.

Parte de esa organización, liderada por su jefe negociador, ‘Iván Márquez’, decidió montar una disidencia y mantenerse en rebeldía. El presidente Petro les ha prometido a los disidentes negociar nuevamente, con la esperanza de llegar a un acuerdo. ¿Qué garantía existe que no reincidan en una nueva disidencia? ¿Se trata de una ingenuidad o de un gesto populista? Los resultados pueden ser funestos.
Otras de las organizaciones delincuenciales que han manifestado deseo de negociar son grupos cuyas motivaciones para actuar, en flagrante violación de la ley no nacen propiamente de razones políticas, por consiguiente, los motivos del perdón deben producirse por causas aún desconocidas. Las víctimas de sus crímenes atroces tendrán que tragarse semejante sapo, sin chistar. Se trata de una decisión de un gobierno que considera que debe proteger a los victimarios como ciudadanos débiles y vulnerables.

Hasta ahora los crímenes de lesa humanidad como el reclutamiento de menores, el secuestro y asesinato cometidos contra los diputados del Valle no han sido sancionados, como se afirmó en las negociaciones del gobierno de Santos. Se teme que dicho comportamiento se repita. Facilita llegar al acuerdo, como ocurrió en el pasado.

Decisiones como la de ordenar el cese al fuego sin haberlo negociado, prenden las alarmas, con fundamento; se suscitan muchas dudas de cuál será la actitud de los negociadores del gobierno para lograr un convenio.

El temor es que la política de paz total nos conduzca a una inseguridad permanente. Lamentablemente sus consecuencias solo se podrán juzgar con los años, al igual que el acuerdo con las Farc, cuyos resultados los estamos viviendo. Las promesas superaron con creces la realidad. Se premia la delincuencia y no se estimula, ni se destaca, el comportamiento ejemplar.

Nuestra enfermedad más grave la constituye el narcotráfico, contra ella se debe orientar el poder del Estado. El presidente Petro se manifestó contra la erradicación forzosa de las plantaciones de coca y propuso como solución aceptarlas mientras los campesinos encontraran un producto sustitutivo. ¿Quiso decir que se debían tolerar indefinidamente los cultivos pequeños de coca, puesto que sustitutos más rentables no existen?

Lo que la ciudadanía reclama a gritos, según todas las encuestas de opinión, es seguridad, orden, respeto, una vida comunitaria sin temores, estemos donde estemos, en la ciudad o en el campo, rodeados de multitudes o solos por nuestra cuenta y riesgo.

La paz total no es posible. Aún en los países más seguros del mundo hay crímenes. Otro ofrecimiento distinto es que sea el objetivo, bajo la premisa de ser inalcanzable. Por esta razón la lucha frontal debe continuar siendo por la seguridad, el orden y el respeto a los derechos humanos.

La paz total, sin temores, es únicamente alcanzable cuando abandonemos este mundo en que vivimos.