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Emprendedor aventurero

Isaacs triunfó como escritor pero fracasó como empresario. Una vida llena de contrastes que lo condujo a odiar su tierra nativa, hasta el punto de preferir que sus restos reposaran en Antioquia, de donde también salió frustrado en sus escarceos políticos.

1 de noviembre de 2017 Por: Alfredo Carvajal Sinisterra

Un día cualquiera, hace poco tiempo, tuve la grata visita en mi oficina, de Juan Camilo Sierra, quien conociendo mis aficiones fue a contarme sus planes para la nueva Feria del Libro que se realizó hace pocos días en Cali, con gran éxito. Cada vez con mayor afluencia de público. En esta ocasión se incrementó considerablemente la participación de las editoriales y las universidades, con gran variedad de atractivas conferencias.

Pero ese no es el tema de esta columna. Él me llevó de regalo un libro biográfico sobre la vida de Jorge Isaacs de María Cristina Restrepo. Comencé a hojearlo, y como dicen coloquialmente, me encarreté y lo terminé de leer en poco tiempo. Narra en boca de su esposa, Felisa González Umaña, las múltiples peripecias de su tránsito terrenal. Hoy lo recordamos como el autor de ‘María’, la primera novela colombiana con repercusiones universales. La leí por primera vez en la biblioteca de una universidad en el exterior, para apaciguar la nostalgia. Carezco del conocimiento para comentar su obra literaria. Hay personas con capacidad crítica y académica que han escrito muchos volúmenes al respecto.

Quisiera destacar su espíritu apasionado que lo condujo por caminos sorprendentes. Hace campaña militar contra Melo, seis años más tarde se vuelve a alistar contra el general Mosquera, como conservador. Transcurridos dieciséis años, ya como copartidario de Mosquera, su jefe, toma parte en la Batalla de los Chancos, luego aparece como jefe civil y militar de Antioquia actuando en las huestes del Partido Liberal radical. Durante estos años le ocurrieron muchas vicisitudes: fue inspector de carreteras y contrajo malaria, recibió en herencia los bienes de su padre y asumió su administración. El inicio de su karma económico. A los pocos años se ve obligado a vender las dos haciendas para pagar las acreencias.

En los comienzos de su periplo político, elegido por el Partido Conservador, viaja a Bogotá donde fue apreciado en los medios literarios como poeta, entonces una actividad valorada en los círculos sociales. Monta un almacén de misceláneas en la capital que se convierte en otro de sus descalabros empresariales. Fue nombrado cónsul en Chile y a su regreso, con un socio de esa nacionalidad, compra la hacienda Guayabonegro visualizando la necesaria construcción del ferrocarril al puerto. Vuelve a fracasar en su empeño económico.

Para ayudarlo en sus ingresos el presidente Núñez lo nombra como secretario de una comisión científica al Magdalena donde, gracias a su tesón se descubre el yacimiento de carbón del Cerrejón, su última esperanza de reivindicación económica. Pretende infructuosamente se le asigne su explotación.

Nunca cejó en su empeño de crear una fuente económica para sus hijos y su propio bienestar pero fracasó en la búsqueda de su objetivo. Fue un emprendedor innato sin capacidad administrativa. Triunfó como escritor pero fracasó como empresario. Una vida llena de contrastes que lo condujo a odiar su tierra nativa, hasta el punto de preferir que sus restos reposaran en Antioquia, de donde también salió frustrado en sus escarceos políticos.

Una vida fascinante de un poeta aventurero y escritor de una de las novelas más difundidas. Murió arruinado en Ibagué.

Hoy su tierra natal lo enaltece como uno de sus hijos predilectos.