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¿Ampliando brechas?

¿Cómo lograr que a medida que nuestro país avanza hacia sistemas educativos más virtuales no dejamos atrás una cantidad de niños que no tienen forma de conectarse a esa virtualidad?

5 de julio de 2020 Por: Alfonso Otoya Mejía

Hay un tema que logra unir la simpatía de todo nuestro país, y es garantizar la mejor educación para nuestras futuras generaciones. Sin embargo, implementar o garantizar educación de calidad en todo el territorio ha resultado ser una tarea titánica que ningún gobierno, por más que se lo haya propuesto lo ha logrado. No es un tema exclusivo de corrupción o malos manejos. Si bien estos factores existen, hay otros mucho más profundos que han impedido que todos los niños colombianos tengan educación de calidad.

Solo basta mencionar el ejemplo de Antioquia, un departamento que ha invertido rigurosamente innumerables recursos públicos y privados en mejorar su aparato educativo. Si bien este departamento ha mejorado, y puntea muchas de las estadísticas de calidad en educación, la diferencia o brecha entre instituciones continúa siendo monstruosa.

La diferencia más marcada se encuentra entre la educación que puede recibir un niño en una ciudad y aquel que se encuentra en el campo. Más allá de la pertinencia de la temática que se enseña en una u otra institución, tenemos temas como la accesibilidad a las instituciones educativas, la conectividad a internet o a cualquier sistema de telecomunicaciones y la baja densidad poblacional entre otras, que son realidades estructurales que hacen más costoso y difícil mejorar los sistemas educativos rurales.

Hace pocos meses conocí una pequeña encuesta que realizaron en algunas instituciones educativas rurales colombianas, donde se les preguntaban a los rectores, cuáles eran sus necesidades para garantizar el acceso a los materiales educativos de sus estudiantes en esta época de pandemia. La respuesta de la mayoría fue impresoras, fotocopiadoras, tóner y resmas de papel. Básicamente todo lo necesario para poder convertir los materiales digitales en materiales físicos que se pudieran enviar a los estudiantes. Esto resulta contraintuitivo y pareciera ser un capítulo más de Cien Años de Soledad, pero muestra la realidad de nuestra población rural colombiana.

En nuestras ciudades los niños crecen hoy por hoy con acceso a dispositivos móviles, independiente de si existen planes de datos en su hogar o no, por la posibilidad de encontrar en las ciudades zonas gratuitas de wifi o bibliotecas públicas. Estas opciones en el campo se reducen. Para todos es claro, que el analfabetismo fue la gran muralla generadora de brechas y desigualdad del Siglo XX. Hoy el analfabetismo digital se convertirá en esa gran barrera que generará que miles de personas vean imposibilitados sus sueños de un mejor futuro.

¿Cómo lograr que a medida que nuestro país avanza hacia sistemas educativos más virtuales no dejamos atrás una cantidad de niños que no tienen forma de conectarse a esa virtualidad? El mundo cada vez más demanda habilidades en programación, minería de datos y uso de tecnología. ¿Cómo educar en estas habilidades de manera practica en la ruralidad colombiana? ¿Cómo convertir esta ola tecnológica en un proceso que nos permita tecnificar nuestra ruralidad colombiana?

Estas son solo algunas preguntas que como sociedad nos debemos hacer y empezar a solucionar. De no hacerlo, en unos años enfrentaremos una población que no encuentra espacio real en la sociedad ni mecanismos reales que les permitan cumplir sus sueños. Se piensa en la tecnología como el mecanismo para reducir las brechas, ¿será que en este caso las estamos ampliando?