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Belisario: sí se puede

Alfonso López dijo en algún momento que después de Belisario Betancur el país no iba a ser el mismo. Y eso fue lo que efectivamente ocurrió.

25 de diciembre de 2018 Por: Alberto Valencia Gutiérrez

Alfonso López dijo en algún momento que después de Belisario Betancur el país no iba a ser el mismo. Y eso fue lo que efectivamente ocurrió.

La campaña presidencial de 1982 se desarrolló como una confrontación entre un candidato liberal que, con la imagen de un gallo picoteando a otro gallo y la frase "dale rojo dale", evocaba la violencia bipartidista de los años 1950. El ‘miedo al godo’ pudo más para los jóvenes de aquella época y terminamos votando por López o por Luis Carlos Galán en contra de Belisario. La división liberal hizo finalmente posible su triunfo y el día de la posesión en la Plaza de Bolívar nos sorprendió con una histórica frase, que partió en dos la historia del país: "Ni una sola gota de sangre más". La paz, contra todas las resistencias, quedó así entronizada en el universo político colombiano.

Belisario en sus comienzos en la política hizo parte del grupo conservador de Laureano Gómez, un dirigente que buena parte del país asociaba con lo más oscuro del enfrentamiento bipartidista. El propio Belisario en sus primeras campañas proselitistas utilizaba en sus arengas frases incendiarias y provocadoras. En un editorial del periódico La Defensa del 9 de octubre de 1947 incitaba a los conservadores a seguir en la lucha con "la diestra mano en la rienda del poder mientras la siniestra empuña el revólver". Años más tarde encabezó el famoso ‘batallón suicida’ contra Rojas Pinilla. Pero fue este mismo personaje beligerante el que, en un giro de 180°, se convirtió en los años 1980, con apariencia de ‘abuelo bonachón’, en el gran adalid de la paz y la concordia entre los colombianos.

¿Que hizo posible este cambio? Tal vez sus biógrafos encuentren la respuesta en sus vínculos con la cultura en los años cincuenta y comienzos de los sesenta. En el Café Automático, en la Avenida Jiménez con Carrera Sexta, “donde despachaba el maestro León de Greiff", hizo parte de la ‘extrema izquierda literaria’ del momento. Allí se reunía con personajes como Jorge Zalamea, Arturo Camacho Ramírez, Eduardo Carranza, Aurelio Arturo, Gerardo Valencia, Estanislao Zuleta, Mario Arrubla, Andrés Holguín, Darío Meza entre muchos otros: todos ellos iconoclastas, poco solemnes, irreverentes, grandes ‘discutidores’ de cuanto ocurría en Colombia y en el mundo, pero inspirados en un gran respeto por las ideas ajenas.

Según testimonio del propio Belisario, en entrevista con Antonio Dorado, con ese grupo de amigos poetas aprendió la tesis fundamental que iba a orientar su vida y su gobierno: "En todo proceso subversivo obran agentes subjetivos pero al mismo tiempo factores impersonales que son el caldo de cultivo de la insurrección: la desnutrición, la pobreza, la dependencia, etc". La salida entonces era luchar contra esas "condiciones objetivas" pero al mismo tiempo devolver el valor a la palabra y al diálogo con los excluidos del sistema. Ya no sería disparando sino hablando como se resolverían los problemas.

La paz de Belisario produjo un verdadero ‘pánico nacional’. Muchos (como ahora) se dedicaron a sabotearla pero el Presidente, jugando en solitario, hizo hasta lo imposible para sacar adelante las negociaciones con los grupos subversivos. Todo terminó en la gran tragedia del Palacio de Justicia de 1985, un acontecimiento que redujo a cenizas sus esfuerzos. No obstante su lección quedó allí, para siempre. No es gratuito que haya sido precisamente un hombre proveniente de la entraña conservadora el que haya cambiado de esa manera la historia del país. Lo que demuestra esto es que “sí se puede", como decía el eslogan de su campaña presidencial. Colombia lo recordará eternamente como el ‘Presidente de la paz’. Su proyecto fue derrotado pero el país no volvió a ser el mismo: un reconocimiento a su memoria. Un feliz año para todos.