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Con el rebullir de los sucesos continuos que día por día vive...

12 de diciembre de 2011 Por: Alberto Silva

Con el rebullir de los sucesos continuos que día por día vive el país en su sistema vial, con pérdidas de vidas y enormes sumas de dinero, se configura, sin duda, una catástrofe nacional. De inmediato han salido a la luz pública diversos conceptos de personalidades nacionales, sobre los orígenes de tal tragedia, como los del Presidente y su Ministro de Transporte, quienes han puesto en la picota, sin temblarles la voz, como causantes de todos los males nada menos que a la naturaleza y con ella a la ‘Niña’ el ‘Niño’ y toda la familia. ¡Qué bonito! Un nuevo mandamiento para los ecólogos. El país apenas conoce una pequeña parte de las inundaciones y derrumbes en el territorio nacional. Sólo se sabe y se conoce hasta donde los medios de comunicación puedan llegar. Sólo ahora cuando el agua les está mojando los calzones a los habitantes de la sabana, se han dado cuenta de la salvajada cometida durante años y años con la deforestación de las cuencas y vertientes que orlan la fértil sabana de Bogotá con el consentimiento de tantos patriarcas inútiles, quienes nos gobernaron y vieron en vivo y en directo sin inmutarse, cómo se pavimentaban las tierras más fértiles del mundo y se desecaban los humedales para levantar soluciones de vivienda. Sí claro, como en todas partes del país, pero no desde el Capitolio Nacional.Ahora se quiere hacer todo a la brava y rápido, después de haber gastado centurias sin hacer nada. Como es el caso de las autopistas de las montañas antioqueñas para quienes Álvaro Uribe les dejó un programita de 1.251 kilómetros de carreteras, (que debieron haberse hecho hace muchos años), con un costo actual de $15 billones, mientras que al Valle le dejó la inmensa fortuna de $3 billones, destinados a un frente de 100 kilómetros para la vía de la montaña que nos debe unir con el sur del Meta. Peor es nada. Un bello gesto de desprendimiento.Todo esto viene a cuento por lo que sucede con la otra tragedia, la de Buenaventura. Tragedia que involucra una amplia variedad de situaciones que se viven en ese puerto. Todo un viacrucis del pueblo vallecaucano que ha luchado desde siglos por mantener la conexión del puerto con el país, primero por caminos imposibles, luego con el heroico Ferrocarril del Pacífico, después por la carretera Buga - Buenaventura y ahora por la doble calzada que aunque favorece a toda la Nación, no ha habido la suficiente voluntad política para que dineros y cosas fluyan como debe ser para una obra nacional de esta naturaleza.Y ahora se nos vienen encima con Tribugá, una obra sin ninguna prioridad, hasta cuando el quehacer con Buenaventura tenga término, es decir, hasta cuando se le dé solución a los problemas del puerto en lo social e infraestructura, porque si algo necesita el Litoral Pacífico son tres o cuatro Tribugás, como lo amerita el país exportador en que se va a convertir Colombia; pero primero Buenaventura.Démosle prioridad a las cosas para que no vuelva a ocurrir lo que nos está pasando. No vaya a ser que dentro de treinta o cuarenta años estén repitiendo la cantaleta de lo que pudimos hacer y no hicimos y comenzar nuevamente a echarle la culpa a la naturaleza. Y si de hablar de culpas se trata, no dudemos un momento en achacársela a la deforestación del país. Deforestación que llegó a su clímax con la complacencia de todos nosotros que somos también Estado. Anualmente se deforestan aproximadamente 228 mil hectáreas, algo así como la mitad de la planicie vallecaucana. Los colombianos debemos hacer un alto para pensar ¿Qué debemos acometer primero?