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El Paraíso

Nunca soñó el poeta que luego de escribir el drama de la Casa de la Sierra esta adquiriría gran renombre mundial por causa del impacto universal de su novela

29 de marzo de 2020 Por: Alberto Silva

Jorge Isaacs conoció la hacienda ‘El Paraíso’ siendo muy niño, a los cinco años de edad; predio que en su novela ‘María’ denominó la Casa de la de la Sierra y lo estuvo frecuentando durante una década. Allí en el corredor frontal de la casa, en muchas ocasiones recostado sobre su barandal, contempló la maravillosa postal que tenía en frente: la planicie del valle geográfico del Río Cauca, formación geológica que sin duda le inspiró para escribir su romántica obra.

Habían pasado tres siglos desde la llegada del primer europeo a la planicie y el panorama que observaba el poeta desde ‘El Paraíso’ era bien distinto al que encontraron Juan de Ampudia y Pedro de Añasco cuando irrumpieron por el sur al valle geográfico; estos vieron una planicie selvática, pletórica de fauna y flora a las cuales comenzaron a agredir sin consideración. No conocían los términos biodiversidad ni ecología. Era una selva lacustre habitada en sus claros de monte por indígenas desde hacía 8000 años.

Lo que observaba Jorge Isaacs era muy distinto. El rodillo de la colonización había pasado por allí durante tres siglos dejando su huella de pueblos en formación con todas sus consecuencias: epidemias letales, deforestación, caza y pesca sin control, esclavismo y depredación cultural. Observaba a cambio grandes parches de potreros y ganaderías en formación, retazos de monte todavía sin tocar, pequeños cultivos de maíz, de arroz y plataneras entreverados con sembrados de cacaotales que fueron por muchos años el bien americano más apetecido por muchas naciones europeas para su industrialización convirtiéndolo en chocolate en todas sus formas y sabores. Contemplaba también los ranchos de paja de los incipientes agricultores que regaban en los surcos el grano de maíz con que comenzaba a surgir otra poderosa arma para combatir el hambre del mundo, que daría origen a la industria del maíz o ‘pan americano’ que daría inicio a la riqueza industrial de muchas naciones europeas, las cuales entraron de lleno al desarrollo alimenticio con decenas de empresas hoy de carácter mundial.

Debió ser espectacular la imagen contemplada por Isaacs. Si bien no era la primitiva selva encontrada por los conquistadores españoles, podía admirar las centenarias ceibas en medio de los potreros junto con inmensos caracolíes, poderosos higuerones, florecidos samanes, palmas zanconas, cachimbos y guayacanes, que seguramente le enmudecieron y le dieron la inspiración para llevar esa imagen bucólica que con destreza dibujaría con su pluma en los folios de su novela cuarenta años después.

Nunca soñó el poeta que luego de escribir el drama de la Casa de la Sierra esta adquiriría gran renombre mundial por causa del impacto universal de su novela, que creció y creció hasta convertirse en valiosa prenda la cual impulsó al departamento del Valle del Cauca a adquirirla como patrimonio cultural de la nación, en la década de los años 50 del siglo anterior y convertirla en espacio turístico y cultural.

Se convirtió entonces el lugar en romerías de visitantes que llegan allí en procura de los sitios que inspiraron al poeta y encontrar así la fuente de tanta inspiración: el paisaje vallecaucano. Y allí lo encontraban siempre hasta hoy; varios árboles sembrados delante de la Casa de la Sierra tapan ahora lo más valioso del lugar. El paisaje vallecaucano desapareció.

Ahora solo falta que nos atemorice tomar la determinación de erradicar los árboles que tapan ese bien turístico como es el paisaje de la planicie vallecaucana por el cual viajan miles de kilómetros los turistas de todo el país en su búsqueda. Está en juego el destino turístico de El Cerrito que tiene en ese sector uno de sus factores primordiales para su desarrollo.