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Tensión en la frontera por una carga de papel periódico

Travesía de los periodistas y fotógrafos de diferentes medios que intentan llevar las 52 toneladas de papel periódico a Venezuela

7 de abril de 2014 Por: Nelson Mata | El Colombiano de Medellín.

Travesía de los periodistas y fotógrafos de diferentes medios que intentan llevar las 52 toneladas de papel periódico a Venezuela

“Cónchale, ¿ustedes son los que traen el papel que mandó el gobierno de Colombia para la oposición?”, pregunta a la vez que acusa un suboficial de la Guardia Nacional Bolivariana, mientras ordena que orillemos la tractomula cargada con 19 toneladas de insumo para periódicos, en el puesto fronterizo de Paraguachón.“¿Cómo así? Ningún gobierno envió nada, esta es una iniciativa de los medios de comunicación en solidaridad con nuestros colegas, usted está desinformado”, pensé yo, apretujado en la cabina del vehículo. Lo pensé, más no lo dije en voz alta, atendiendo los consejos de los sabios guajiros que a diario traspasan el borde binacional:para que la Guardia no te detenga, no les contestes, no los mires, no los provoques.Otros uniformados se acercaron al automotor y empezaron a fotografiarlo. Pedro Guerra, presidente de la firma transportadora, nos miró asombrado. “Esto no es normal”, susurró.La temperatura infernal del trópico, el sudor y los nervios comprimían aquel pequeño espacio ocupado por cinco personas. Mario Franco, fotógrafo de la Agencia Colprensa, soltó la primera señal de preocupación, viendo el ir y venir de los guardias. “¡Marica, estamos en la puta zona roja fronteriza, sentados en yo no sé cuántas toneladas de papel!”.La alarma de mi colega me llevó a reflexionar que estábamos en una misión romántica: en pleno siglo XXI, cuando todos se pelean por subir la información a dispositivos móviles, nosotros atravesamos media Colombia para llevar el escaso papel periódico a Venezuela.Inicia la travesíaLa travesía comenzó el martes 1 de abril en Cartagena. En rueda de prensa, Nora Sanín, directora de Andiarios, explicó que los asociados a este gremio decidieron enviar 52 toneladas del insumo en calidad de préstamo para tres periódicos de la vecina nación, El Impulso, El Nuevo País y El Nacional.La razón es que las restricciones gubernamentales para la adquisición de divisas complicó la importación del papel. Desde 2013, nueve diarios han dejado de circular temporalmente o para siempre; cinco más tienen serios problemas para circular en la calle; y otros cinco tuvieron que reducir sus contenidos, según un análisis de Andiarios.Al acto llegaron dos venezolanas, con una bandera de su tierra y una camiseta con el emblema S.O.S. Una sollozó de alegría y la otra, Carolina Ramírez, comentó que “vinimos a darles las gracias a los colombianos por su solidaridad con el pueblo hermano”.Afuera del recinto de convenciones estaban parqueadas las dos tractomulas contratadas para el envío hasta la frontera. Los conductores elegidos fueron el samario Bladimir Vargas y el quindiano Jaime Ramírez, quienes absortos leían la pancarta que adornaba los vehículos, “Todos somos Venezuela, sin libertad de prensa no hay democracia”.“Venga periodista, como está de complicada la cosa por allá, ¿no es mejor viajar sin esos letreros? Qué tal que nos cojan a piedra”, preguntó Bladimir. “Pues eso no depende de mí, arranquemos y si hay problemas, ahí miramos”, contesté.Partieron a las 11:25 de la mañana y detrás íbamos, en una camioneta del periódico El Universal, Mario Franco, de Colprensa; Julián Espinosa, de El Tiempo; y Nelson Matta, de El Colombiano. Tomamos la Ruta de la Cordialidad hacia Barranquilla, Ciénaga, Sabanalarga, Santa Marta y Dibulla, en La Guajira.El trayecto tuvo como banda sonora un infinito CD de reggae del conductor Álex Fontalvo. “Tengo un hermano en Maracaibo y él cuenta que el bolívar no vale nada. Qué tristeza, antes los colombianos iban a trabajar allá para traer plata y construir su casa aquí. Ya no”, relata mientras un sol rojo desciende por el cielo de El Rodadero.La brisa caribeña derribó varias veces las pancartas de las tractomulas. En una de las paradas para arreglarlas, Jaime, el quindiano, fue entrevistado por colegas de televisión que siguieron la caravana. “¿Cómo la vio, periodista?, ya soy famoso, jajajaja”. Y añadió, dándole golpecitos al trailer: ”La situación está grave allá con el papel, pero si Dios quiere ya les llevamos este”.Tras nueve horas de recorrido, equivalentes a 105 canciones de reggae del CD de Álex, llegamos al corregimiento de Mingueo, en Dibulla. Atravesamos los departamentos de Bolívar, Atlántico, Magdalena y ahora estábamos en La Guajira, para pasar la noche en una residencia de zancudos gigantes, donde los canales venezolanos se sintonizaban mejor que los nacionales. “Este es el hotel mejorcito, lo otro sería ir a dormir con las indias”, rio Bladimir.Horas en el limboA las 10:51 de la mañana del pasado miércoles arribamos a Paraguachón, un corregimiento de Maicao, pobre y austero como el pesebre del Niño Jesús, donde el acueducto y la telefonía fija son enigmas del más allá y las vacas invaden las vías con impunidad, en medio de un mar de vendedores de mecato, transportistas y comerciantes.Jaime y Bladimir dejaron la carga en la bodega de Algracol S.A. y partieron con la emoción del deber cumplido en su semblante. Pedro Guerra, presidente de la compañía, precisó que ahoralos rollos serían montados a otros vehículos que cuentan con la planilla internacionalpara pasar la frontera y llegar hasta el poblado de Guarero, donde la aduana venezolana hará los trámites de nacionalización de la mercancía.Cinco horas después estábamos a bordo de la primera tractomula, en el puesto de migración venezolano, oyendo decir al suboficial de la Guardia Bolivariana “cónchale, ¿ustedes son los que traen el papel que mandó el gobierno?…”.- “Sí, con el papel pa’ la prensa”, responde con orgullo, mientras yo acallo mi protesta, el camionero Juan Zabala.- “¡No diga que es pa’ la prensa, hombre, que nos jodemos aquí!”, le advirtió Pedro.De repente pasó una señora por el costado y gritó: “¡Viva Colombia! Vi por televisión que iban para Barquisimeto a llevar papel, yo vivo allá”.- “¡Pero no diga nada, que así no nos dejan pasar!”, replicó una vez más el ejecutivo.Las horas morían y cientos de automotores superaban el puesto de migración, menos nosotros. Con extrema delicadeza tratábamos de obtener respuestas de la Guardia. “Hay que comprobar que no sea papel moneda”, “toca esperar qué dicen de Caracas, vale”, contestaban. Así se fueron las 5:00 p.m., hora en que cerraban la bodega aduanera de Guarero. Perdimos un día.Los reporteros varados dábamos vueltas junto a la tractomula o gandola, como le dicen los “panas”. A lo lejos nos hacíamos “ojitos” con los guardias, la tensión era inocultable. El celular no paraba de sonar con llamadas de medios de comunicación y mensajes de la doctora Nora, “mijo, ¿cómo van? ¿Ya pasaron?”. Hasta un policía colombiano fue enviado a averiguar el chisme, pero también obtuvo evasivas. “Les están haciendo la maldad”, opinó un veneco que cruzó la raya divisoria a pie.Llegaron colegas del otro lado a entrevistarnos. “A esta hora guerrilleros de las Farc andan por el camino a Guarero. No abran las ventanillas, no vayan lento y no le paren a nadie”.A las 8:15 p.m. supimos que no autorizarían el paso y que por burocracia tampoco podíamos regresar al costado colombiano, pues luego de haber tramitado una exportación, tocaría diligenciar una compleja importación de la mercancía ante la Dian. De súbito, estábamos en el limbo, varados en un punto invisible entre dos países separados por una miserable cuadra de distancia. ”De aquí a allá, ni siquiera hay media canción de reggae”, supuse.Salimos de allí con el rabo entre las patas. Cuidando la mercancía quedó Mario Pineda, un celador de Algrocol S.A., acostumbrado a trabajar de noche desde que pescaba bocachicos en su natal Achí, Bolívar.A las 10:15 p.m. recibí la llamada de Juan Zabala: “Don Nelson, me autorizaron el paso, pero que mejor vaya mañana, porque la carretera es peligrosa”. La alegría me salió enredada en una frase preñada de paisa y venezolano: “¡Cónchale, casi que no hijueputaaaa!”.Entrada a VenezuelaEn la oficina de migración de Venezuela (Saime) podrán tardarse los trámites, pero tienen a la taquillera más hermosa que haya visto. “Esa catira podría ser la próxima Miss Universo de este país”, imaginé cuando le entregué el pasaporte a esos ojazos verdes, a las 5:00 a.m. del jueves.Mientras esperaba el sello de ingreso, leí algunas de las múltiples frases de Simón Bolívar que adornan el lugar: “La fortaleza de una nación radica en su identidad”, ”Para el logro del triunfo siempre ha sido indispensable pasar por la senda de los sacrificios”.Tres horas más tarde no les habían puesto el sello a los tres periodistas, la tractomula no arrancaba y yo estaba a punto de morir del tedio, cuando se acercó una chama veterana. “¿Usted es el del papel?”. Asentí y ella contó su drama: “Esto está duro duro, en Maracaibo los estudiantes quemaron ayer un bus que llevaba gente de los Colectivos Bolivarianos, porque tenían armas blancas. La violencia está por todas partes, qué horror”.La tractomula no podía esperar más, tocaba mitigar el riesgo, así que Juan Zabala aceleró rumbo a Guarero, escoltado por un campero de la Guardia que nadie solicitó. Al menos suspiramos tranquilos, pero cuando por fin llegó el sello de mi pasaporte, otro problema surgió.Un guardia le decomisó una cámara a Julián Espinosa cuando entrevistaba a un reportero venezolano junto al puesto fronterizo. Nos llevaron a los tres a una oficina del Comando Regional 3, mientras inspeccionaban el contenido del aparato. Nos miramos, perplejos. Aún faltaba por sacar la segunda tractomula con 33 toneladas de papel y estábamos jodidos en una guarnición policial.El sargento Vairon Torres, con un serio parecido a la caricatura de Mario Bros, entró al cuartico y profirió: “Ahí hay unos videos donde se ven los guardias, esto podría ser una violación a la seguridad de la nación”. Quedamos fríos. No valieron los argumentos para explicar que era un malentendido, que el objetivo era retratar el ambiente en el punto de frontera, no captar a los uniformados. Al final devolvieron la cámara sin la tarjeta de memoria y se negaron a entregar una constancia escrita justificando la supuesta incautación.Entretanto, Migración no autorizó el sello para los pasaportes de Mario y Julián, lo que obligó a su regreso anticipado a Bogotá. Solo quedamos Juan Fraile, de Caracol Radio (que se unió a la caravana el miércoles), y quien escribe estas líneas.A las 2:50 p.m. se despachó el segundo cargamento en la misma tractomula del primer viaje, que ya tenía los documentos registrados. Esta vez la inspección fronteriza “apenas” duró 45 minutos y Juan Zabala nos transportó, por fin, a las entrañas de Venezuela. Atrás dejamos las tensiones con la Guardia, los ojazos verdes de la taquilla y una expedición de 52 horas por la Costa Atlántica.En la bodega de Guarero, la funcionaria Eva Silva explicó que el procedimiento de nacionalización del producto podría durar hasta el lunes, por lo cual decidimos pasar el fin de semana en la capital más cercana, Maracaibo. Todavía resta llevar los rollos hasta Barquisimeto y Caracas, por lo que esta aventura apenas va por la mitad.En el trayecto nocturno, a bordo de un carro del periódico El Impulso, nos frenó una congestión vehicular a la altura del puente sobre el río Limón, entre los poblados de Sinamaica y San Rafael del Moján. Una camioneta Bronco cayó al agua y su rescate se prolongó hasta ver la Luna en el firmamento.Los lugareños descendieron de sus carros para conversar de política, fútbol y crisis económica. Uno de ellos nos reconoció, a “los del papel”, y con sus manos hizo el ademán de tomar un diario imaginario y ojear las páginas una a una. Luego le brillaron los ojos y dijo algo que en el fondo podría justificar esta romántica misión: ”Chamo, no hay nada mejor que agarrar el periódico de papel y ran, ran, ran – pasa las hojas invisibles – empezarlo a vacilar”.En definitiva Paso a paso del recorrido hacia Venezuela que, desde el martes 1 de abril, hacen dos camiones con papel periódico para los diarios de ese país que desde meses afrontan escasez.Los periódicos beneficiadosEl diario El Impulso, con sede en Barquisimeto, fue fundado en 1904 y es el más antiguo de Venezuela; circula en el estado de Lara. El Nacional nació en Caracas en 1943 y es uno de los más prestigiosos del continente, según Andiarios. Por su parte, El Nuevo País, también caraqueño, lleva 26 años en circulación.¿Qué sigue?Una vez que se apruebe la nacionalización de la mercancía, la caravana del papel seguirá su curso hacia Barquisimeto, donde se hará la primera entrega de los rollos. De allí continuará a Caracas, para hacer las dos restantes.Estos son los diarios del proyecto Todos Somos Venezuela.

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