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París paranoico: seis caleños narran cómo es la vida tras los atentados

El País habló con seis caleños que por motivos académicos o laborales migraron hacia la capital francesa y nos contaron cómo se siente la Ciudad Luz después de los atentados del 13 de noviembre.

21 de noviembre de 2015 Por: Daniela Maya Sarria, especial para El País

El País habló con seis caleños que por motivos académicos o laborales migraron hacia la capital francesa y nos contaron cómo se siente la Ciudad Luz después de los atentados del 13 de noviembre.

Hace apenas nueve días París era esa ciudad romántica e iluminada que se ve en las postales. Por sus calles caminaban miles de personas de todo el mundo que buscaban tomarse una foto con la Torre Eiffel de fondo, esa torre que cada hora hacía un juego de luces de cinco minutos, la torre que muchos sueñan con conocer, la torre que hoy no brilla.

Sí, la Ciudad Luz se apagó después de la muerte de 129 personas en los atentados del Estado Islámico.

Ahora, esa vieja París solo se encuentra en fotos, las que fueron tomadas antes de la barbarie ocurrida en la capital francesa el pasado 13 de noviembre, porque hoy por los Campos Elíseos, una de las avenidas más importantes de París, solo transita la zozobra.

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Los habitantes de esta ciudad prefieren quedarse en casa, por el temor de que la tragedia se repita. Y los colombianos que viven en esta ciudad no son la excepción. El País habló con seis caleños que por motivos académicos o laborales migraron hacia la capital francesa y nos contaron cómo se siente París después de esta tragedia.

Jean Thierry

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Es parisino, tiene 25 años y vivió durante cuatro de ellos en Cali, de donde provienen sus padres. Estudió en el Liceo Francés Paul Valery y al graduarse se devolvió a su ciudad natal para realizar su carrera de Mercadeo, que culminó este año.

Su edificio, ubicado en una calle bastante sola, de una vía y por la que pocos carros transitan, limita con la parte trasera del Bataclan, sala de espectáculos en la que se realizó el más fuerte de los atentados.

Ese día él estaba ahí, en su casa, viendo televisión con su madre y su primo, que se vieron sorprendidos al escuchar los fuertes gritos provenientes de afuera, por lo que decidieron asomarse a la ventana.

“Nos van a matar”, era lo que decían quienes corrían por esa. Pero ellos seguían sin entender, su barrio (el distrito 11) es un punto de reunión de adolescentes que asisten a conciertos o van a alguno de los muchos bares y restaurantes de la zona, pero ¿qué ocurría?

Bajaron. “Al abrir la puerta una joven llena de sangre nos pedía que la dejáramos entrar a esconderse en nuestro edificio. De inmediato los policías nos ordenaron entrar y no mirar más por las ventanas. Fue ahí cuando escuchamos los disparos de la sala de espectáculos y el miedo nos consumió”, recuerda.

Sirenas de ambulancias, hélices de helicópteros y las voces de policías y militares es todo lo que suena en este barrio desde entonces. Donde antes se reunían para asistir a conciertos, hoy está lleno de flores, cartas y mensajes de paz en memoria de los fallecidos.

Pero no solo este barrio, según Jean todo París está inhóspito después de las 6:00 pm, porque la gente tuvo que retomar sus labores, pero lo hacen con temor, por lo que ahora las rutinas son casa-trabajo-casa. “Ya nadie quiere salir. Los almacenes, que antes cerraban a las 9:00pm, lo están haciendo a las 6:00. Y el parque de Disneylandia no lo habían cerrado durante 20 años y lo cerraron 4 días. Varios cines que quedan por mi casa estuvieron cerrados también y si no los cerraron del todo, lo están haciendo muy temprano”.

Las capturas que han hecho las autoridades no le brindan mayor confianza. “Sabemos que eso no acaba ahí, este no será el último atentado que le hagan a Francia. Tal vez mañana o en un año y medio, pero sabemos que volverá a pasar”.

“Mi vida cambió, ahora no quiero salir de la universidad y reunirme con mis amigos e ir a jugar bolos, a tomar un café, comer o ir a cine, prefiero estar en casa, ahí me siento más seguro”, dice.

En la apacible calle en la que vivía, ahora “se ven unos 20 militares las 24 horas del día”.

Por eso reconoce que “Me da miedo estar en Francia, me da miedo estar en París. Me quiero ir para Colombia. Uno cree que está en un lugar seguro porque está en Europa y mentiras que no”.

Nelson González

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Durante 10 de sus 32 años ha vivido en París. Este caleño migró hacia el país francés para realizar un Master, posteriormente hizo un MBA y ahora es empleado de Edenred, una compañía internacional que presta sus servicios a empresas francesas.

Ese viernes él estaba en su casa, que queda a una parada de metro de Republique, una de las estaciones más turísticas de la ciudad, puesto que está debajo de la Plaza de la República y muy cerca a los puntos donde se realizaron los atentados.

"París es una ciudad que se mueve mucho y ese fin de semana del atentado sus calles estaban desiertas. La gente siente mucho temor de ir a sitios muy concurridos y que acojan a un gran número de personas. Están paranoicos, miedosos, desconfiados”, relata.

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Con respecto a la captura de ocho de los implicados y la dada de baja del presunto autor intelectual de los ataques, el yihadista belga Abdelhamid Abaaoud, Nelson considera que: “eso brinda tranquilidad para los que vivimos acá, pero es una tranquilidad relativa porque a los responsables del ataque contra Charlie Hebdo también los cogieron y salieron nuevos atacantes. Entonces la pregunta que queda es ¿cuándo será el siguiente?”.

Y de esa pregunta cuelga su futuro. Él está a la expectativa de lo que suceda en lo que queda del año. “Mi tranquilidad está en que sé que esta Navidad iré a Colombia. Pero dependiendo de lo que pase decido si me quedo o me voy porque esto está muy peligroso, está más peligroso Francia que Colombia, que es algo muy irónico, algo que uno nunca pensaría que pudiera pasar”.

Valentina Gómez

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Valentina también pensó en volver a Colombia, pero el semestre de Ingeniería Ambiental que actualmente cursa en la Universidad Paris Diderot se vería afectado, por lo que esta joven de 21 años que reside en Francia desde el pasado mes de agosto decidió guardar la calma.

Ella, a diferencia de Jean y Nelson, no estaba en su casa, estaba en la Torre Eiffel con una amiga, emprendiendo el rumbo hacia un bar ubicado en la zona afectada.

Cuando se movilizaban en el metro, su amiga recibió un mensaje. “En el mensaje le contaban que había una matanza en París. Nosotras no entendíamos muy bien, pero cuando vimos que muchos militares se montaron al metro corriendo entendimos que algo grave estaba pasando y nos bajamos de inmediato para cambiar de línea y devolvernos a mi casa, que está muy cerca a la torre Eiffel, en el distrito 7”, cuenta.

Valentina recuerda el primer fin de semana posterior a los ataques como una “película de terror”, las calles desoladas del centro de la ciudad no representan la imagen que se tiene de esta turística ciudad.

Y no solo las calles, el metro también está mucho más vacío de lo que suele estar. Según ella: “todos los días hay evacuaciones en las paradas del metro por amenaza de bomba o por paquetes que encuentran tirados. Por eso, la gente prefiere movilizarse en taxi o caminando, porque saben que el transporte público es un punto frágil que reúne a muchas personas. Y los que van ahí ya no van leyendo o jugando con su celular, como solían hacerlo, ahora se les nota la desconfianza, solo los ves leyendo noticias y mirando quién está a su lado y qué lleva en las manos. Nadie habla con nadie”.

Gabriela Arboleda

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Esta egresada del Liceo Francés Paul Valery lleva 3 años en París, pues es ahí donde realiza sus estudios de Ciencias Políticas en l'Université Paris-Sorbonne. El día de los atentados tuvo clase hasta tarde y al salir se dirigió hacia su casa, en el distrito 15.

Gabriela cuenta que la seguridad se ha aumentado notablemente, que en las calles se ven muchos policías y militares armados. Al respecto afirma que: “Por estos días han hecho muchos allanamientos, especialmente en barrios populares como los distritos 18, 19 y 20, que son habitados mayormente por inmigrantes”.

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“El transporte está mucho más lentos, hay líneas de metro que cierran, se ve muy vacío. El sábado yo iba en el metro, ya casi llegaba a mi estación y pararon el metro, nos hicieron bajar a todos porque encontraron una caja abandonada en el primer vagón, entonces nos evacuaron a todos y cerraron la estación. Están cerrando el metro y sacando a la gente todo el tiempo. Los buses están muy retrasados, ayer no pude coger uno porque nunca llegó, es horrible”.

Soraya Halaby

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Soraya lleva menos de tres meses en París, por lo que considera que aún se encuentra en su época de turista. Esta historiadora de la Universidad del Valle, a sus 27 años migró para realizar un Master en Historia del Arte en dicha ciudad.

“París es un antes y un después de los atentados”. Con esa frase resume lo vivido durante esta semana. Ella, al igual que sus amigos, coinciden en que la seguridad ha aumentado pero no lo suficiente para evitar un nuevo ataque o una nueva explosión en el metro o en un restaurante o bar.

Y a ese motivo le atribuye la falta de afluencia en este tipo de lugares públicos, afirmando que “la gente no quiere ir a tomarse un café o a sentarse en un bar, les da miedo, creen que en cualquier momento puede entrar alguien sin que nadie lo requise, hundir un botón y explotar. En el París de antes era muy difícil encontrar mesas en un restaurante, ahora mesas es lo que hay”.

Con respecto al turismo, sostiene que “la gente ahora piensa una, dos o tres veces en venir a París de vacaciones, están cancelando sus viajes y los que ya están acá no quieren salir. Yo, que todavía me considero turista, no quiero hacerlo y mucho menos ir a lugares que hacen parte del patrimonio francés porque esos son los puntos claves para el terrorismo”.

Daniel Gómez

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Daniel (en la derecha de la foto) estudia Arte en la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes de París y vive en el distrito 10, muy cerca a uno de los bares víctima del atentado que, además, es muy frecuentado por él debido a la cercanía con su casa.

“Afortunadamente ese día estaba en un concierto al otro lado de la ciudad y al enterarme de la barbarie supe que el centro estaría hecho un caos, que no habría transporte público y que el ambiente sería inseguro, por lo que decidí dormir en la casa de una amiga que vive cerca al lugar donde me encontraba”, relata.

Nueve días después Daniel considera que en la ciudad aún se respira miedo y que brindarle seguridad a los ciudadanos ha sido uno de las principales metas del gobierno, por ello se han aumentado las requisas para entrar a la mayoría de lugares públicos como cines, centros comerciales y universidades.

"En mi universidad antes había entrada libre, quien quisiera podía entrar y no requisaban su maleta. Ahora nos piden el carné estudiantil, solo podemos entrar quienes estudiemos ahí y nos requisan todo, maletas y abrigos, para asegurarse de que no estemos entrando explosivos o armas”.

 

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