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Niños inmigrantes a Estados Unidos, un problema sin pronta solución

El País visitó la frontera entre EE.UU. y México. La crisis de los más de 52 mil niños sorprendidos atravesando solos el Río Grande parece no acabar.

4 de septiembre de 2014 Por: Edwin Giraldo Ruiz | Corresponsal del El País Estados Unidos

El País visitó la frontera entre EE.UU. y México. La crisis de los más de 52 mil niños sorprendidos atravesando solos el Río Grande parece no acabar.

En la ciudad de Mission, Texas, el paseo familiar más tradicional se hace en el borde del Río Grande. Hay que llegar hasta un parque llamado Anzalduas, que desde 1951 ofrece a sus visitantes una vista única. A un lado, turistas hacen picnic, lanzan el frisbee y emprenden caminatas para observar aves y mariposas. Al frente, a sólo unos 50 metros de distancia, otros turistas hacen lo mismo. La diferencia es que unos están en EE.UU. y otros en México. Los del lado mexicano lo hacen desde el parque La Playita, que pertenece a la ciudad de Reynosa, estado de Tamaulipas.En la mitad, el caudal mediano del Río Grande es amable para un chapuzón, sobre todo en esta época, denominada en el argot texano como ‘la canícula’ porque es la semana más caliente del año con temperaturas de hasta 40 grados centígrados.Cuentan aquí que un día de junio había tanta gente nadando, que parecía una triatlón. Las motos acuáticas alborotaban el agua y las notas del acordeón mexicano resoplaban con igual intensidad en ambas orillas. Pero el ambiente jovial escondía un delito. Decenas de inmigrantes que se hacían pasar por turistas intentaban tocar el lado estadounidense. Algunos lo lograron, otros no, y todos fueron apresados por la Patrulla Fronteriza, que en la línea de 3145 kilómetros de frontera tiene un muro de más de 21 mil agentes.¿Qué sucedió en ese momento con los inmigrantes? La variedad jurídica es la primera explicación para la actual crisis con 52 mil niños que han sido capturados intentando cruzar solos la frontera.En tierra mexicanaEn teoría, quienes no logran tocar tierra gringa, si son de nacionalidad mexicana, quedan en manos de las autoridades nacionales. En algunas ocasiones les dan una bolsa con utensilios básicos y los dejan a su suerte. Pero si provienen de otros países, como Guatemala, Honduras o El Salvador, la ley establece que deben ser deportados.En el caso de los niños, el Instituto Nacional de Migración en México asegura que deportó a 14.907 menores centroamericanos entre enero y mayo del 2014. En tierra gringaEl caso complejo es para quienes son detenidos en el otro lado del Río Grande. Si son mexicanos, su proceso de deportación es expedito. Por ejemplo, ahí mismo en Anzalduas, hay un puente internacional en el cual arriban todo el día busetas de la Patrulla Fronteriza dejando mexicanos en Reynosa. Con una bolsa pequeña, caminan los 5 kilómetros del puente como en una escena triste del Chavo del Ocho, con su ropa al hombro.Pero si los detenidos son de cualquier país diferente a México, están amparados por una ley aprobada en el 2008 bajo el mandato de George W. Bush que prohíbe la deportación automática de indocumentados, y que obliga a que sus casos sean presentados individualmente ante un juez de migración que decide su futuro.Esta ley estipula que, después de su detención, la persona debe ser entregada por la Patrulla Fronteriza al Departamento de Salud, que a su vez coordinará asistencia médica y legal. Mientras se resuelven sus casos ante un juez, se les permite unirse a sus familias dentro de EE.UU.José Gutiérrez, vocero de la Patrulla Fronteriza en Texas, le cuenta a este reportero que cuando los niños inmigrantes logran cruzar el Río Grande, lo que hacen en buscar a las autoridades estadounidenses.“Nos ven a nosotros como la primera parte de su seguridad. Cruzar la frontera es muy peligroso, pero ellos saben que cuando están con nosotros les vamos a dar de comer, agua, cobijas y todo lo necesario para que nada les pase”, asegura.Aquí está una de las principales fugas del sistema. Aunque es claro que no hay amnistías por cruzar la frontera, la ley da garantías para evitar la deportación automática y exige que primero intervenga un juez. Pero, ¿acuden estos inmigrantes a la cita con el juez?Carlos se inclina por el no. Este hombre es de Guatemala y logró cruzar la frontera con su hijo de 13 años, José. Ingresó por McCallen, Texas, ahí en esa punta sureste del mapa donde comienza a tomar forma la Península Mexicana.Conversa con El País en la Iglesia del Sagrado Corazón, en donde reciben a inmigrantes recién liberados por la Patrulla Fronteriza. Cuando Carlos fue entrevistado por los agentes, dijo que sus familiares estaban en Georgia, un estado sureño de tradición republicana, cuyos líderes defendieron la esclavitud en los tiempos de la Guerra Civil. Carlos no sabe nada de esto, pero tiene claro que allá decidirá si se arriesga a que un juez lo deporte, o si se sumerge en la clandestinidad con otros 12 millones de indocumentados.“Haría cualquier cosa por la educación de mi hijo. Él quiere ser doctor, y con lo que puedo darle en Guatemala apenas y podría conseguir un empleo”, explica, mientras baja el tono de voz para contar, en presencia de José, como ambos tuvieron que tragarse la incertidumbre durante su viaje de tres semanas cuando vieron niños muertos en el camino. “No podíamos hacer nada. Había que correr”, continuó.José está en este refugio porque fue capturado por su papá. Si hubiera estado sólo, permanecería en una de las instalaciones en Texas destinadas sólo para niños.Según la ONU, Centroamérica tiene la peor tasa de homicidios del mundo. Carlos no tiene fe en las garantías del Estado, sino en Dios y en sus ganas de trabajar. Por eso, asegura, una vez se estabilice intentará a traer a su esposa y su hija pequeña, quien se quedó en casa “porque da mucho miedo que le pase algo. La pueden violar o secuestrar en el camino”. Washington, estancadoEl partido Republicano exige derogar la ley que Bush firmó en el 2008. El presidente Obama está considerando esta propuesta, aunque con el cuchillo al cuello por intereses electorales pues debe proteger el voto latino para las elecciones parlamentarios del mes de noviembre.Obama pidió 3.7 millones de dólares al Congreso para fortalecer las instituciones de la frontera, pero los republicanos bloquearon la propuesta y trabajan para aprobar un monto mucho menor.Luego, en el campo diplomático, Obama continúa haciendo promesas. El mes pasado se reunió con los mandatarios de Guatemala, Otto Pérez Molina; Honduras, Juan Orlando Hernández; y El Salvador, Salvador Sánchez Cerén, con quienes recalcó que la crisis genera una responsabilidad compartida.No hay hoy una solución, y aunque menos niños están cruzando la frontera luego del escándalo mediático, el drama continúa. Desde La Playita, con los que quieren cruzar; desde el Río Bravo, con los que están cruzando; desde Anzalduas, con los que ya lo lograron.

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