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Mónaco, un destino de lujo

Un vistazo al país que de nuevo se ha puesto de moda por la boda del príncipe Alberto y Charlene Wittstock.

5 de julio de 2011 Por: Redacción de El País

Un vistazo al país que de nuevo se ha puesto de moda por la boda del príncipe Alberto y Charlene Wittstock.

En un área de apenas 2 kilómetros cuadrados, el Principado de Mónaco es un país casi irreal. Para empezar, es el único del mundo con una tasa de cero robos, pero ni soñar con emigar allí, pues sólo se obtiene el estatus de ciudadano monegasco tras cinco generaciones. En 1956, cuando el príncipe Raniero III contrajo matrimonio con Grace Kelly, una de las actrices más adoradas en la historia del cine, Mónaco comenzó a ser visto no sólo como el segundo estado más pequeño de Europa (después del Vaticano), sino como el escenario de un cuento de hadas. No en vano, llegó a ser uno de los destinos predilectos para las lunas de miel o las vacaciones románticas del jet set internacional. Sin embargo, con la trágica muerte de la princesa Grace en un accidente automovilístico, la atmósfera idílica de Mónaco cedió. Pero Mónaco aún es sinónimo de opulencia. Como allí no se aplica impuesto sobre la renta, el principado es un paraíso fiscal en el que los hombres más adinerados de Europa establecen sus residencias de verano. Los precios son altos, y una noche en un buen hotel ronda los $900 euros. El Gran Casino de Montecarlo, construido a mediados del Siglo XIX, convoca a los apostadores más fuertes y a turistas deslumbrados por su estilo arquitectónico. Tres adaptaciones de James Bond se han filmado al interior de este legendario casino, en el que año tras año se disputa la final del Tour Europeo de Póker. Los amantes del automovilismo también tienen un motivo ineludible para visitar el principado: el Gran Premio de Mónaco, uno de los más codiciados por los reyes de la Fórmula 1. De otro lado, la Ópera de Montecarlo es un santuario para los amantes de la música clásica. En ella suelen presentarse los mejores intérpretes y su orquesta es una de las más prestigiosas del Viejo Continente. La gastronomía de Mónaco tiene fama mundial y está basada en maricos, pescados, verduras frescas, arroz y aceite de oliva, sin olvidar su pastelería de primera. Uno de sus platos más famosos es el Stocafi, o bacalao deshidratado con salsa de tomate y especias locales. Su cocina y las compras de lujo están entre los grandes atractivos de quienes pueden visitar este exclusivo principado. “Amo sus playas y su arquitectura” Por: Lily de JensenHe ido tres veces a Mónaco. Las playas son rocosas y el mar muy transparente y frío. A los nadadores les encantan las playas de Mónaco. Las edificaciones son preciosas por dentro y por fuera. El Casino de Monte Carlo es una construcción bellísima, cercana al mar. Lo mismo debo decir del palacio de los príncipes. Mónaco, sin duda, es un lugar con un encanto y un sabor muy especiales. La influencia del catolicismo también lo ha llevado a erigir iglesias con una hermosa arquitectura. Estas evocan tiempos antiguos, y hay que hablar también de la importancia que tiene la fe católica para sus habitantes. Mónaco tiene una identidad en la que se destaca, sobre todo, lo francés. Hay restaurantes fabulosos que son dignos de conocer, porque tienen una gastronomía estupenda.“¡No vuelvo a Mónaco!”Por: Aura Lucía MeraEstuve en Mónaco hace 30 años. Montecarlo me pareció un pueblito que sólo vive del casino y de los escándalos de la monarquía. Mónaco es un lavadero de dólares con títulos de nobleza. Por eso se le dio tanta importancia al matrionio de Alberto II, porque él necesita un heredero para perpetuar el negocio del principado. En Mónaco no hay nada que hacer, salvo gastar cientos de euros en restaurantes. Las playas de Mónaco son demasiado rocosas. Fuera del casino y del palacio de los príncipes, no hay sitios históricos. Uno de los pocos planes en Mónaco es ir a ver yates lujosos en los muelles. Es un lugar donde algunos se dedican a descrestar y a evadir impuestos. Hay gente a la que le encanta decir que fue a Mónaco. Yo prefiero decir: “¡No vuelvo a Mónaco!”.

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