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“Lo que hemos vivido es como un filme de terror”: colombiano en Japón

Un colombiano narró desesperado el drama que vive en Japón. Pide ayuda para ser repatriado. Juan Carlos Herrera está casado con Carolina Sakamoto, una colombo-japonesa.

17 de marzo de 2011 Por: Jessica Villamil Muñoz

Un colombiano narró desesperado el drama que vive en Japón. Pide ayuda para ser repatriado. Juan Carlos Herrera está casado con Carolina Sakamoto, una colombo-japonesa.

Son las 5:30 a.m. en Tochigi Ken, Japón, y Juan Carlos Herrera lleva varias horas despierto. Su teléfono suena e identifica el número colombiano. Atropella al interlocutor para relatar su drama. Suena desesperado.“Aquí hay una crisis con los reactores nucleares y el Gobierno japonés no se ha pronunciado. Estoy pidiendo información directa en la Embajada colombiana y me dicen que están estudiando la posibilidad de mandarnos un avión. Me dijeron que no es para todo el mundo, que es para las personas que sufrieron daños materiales en sus viviendas y para los que están en mal estado de salud. Entonces qué va a pasar con nosotros. ¿Qué están esperando, repatriar los cuerpos?”.Juan Carlos, joven empleado de una fábrica de aluminio, lleva cinco años en esa población de 162.283 habitantes, ubicada a 130 kilómetros de Fukushima, la localidad que tiene en alerta al planeta por la inestabilidad de su planta de energía nuclear. “Si usted ve el mapa de Japón, Tochigi está al lado de Fukushima. Esta es una situación realmente estresante. Los noticieros japoneses esconden muchas cosas. El Gobierno es muy controlador. Sólo sabemos lo que dicen en televisión y ya, no hay forma de saber otra cosa acerca de lo que está pasando en la planta nuclear”. Juan Carlos está casado con Carolina Sakamoto, una colombo-japonesa. Ella, de 23 años, no para de llorar desde el pasado viernes cuando un movimiento telúrico hizo que la isla “se sumiera en la peor crisis después de la segunda guerra mundial”. Ahora, cuenta, están sin trabajo.Por su mente no dejan de pasar las imágenes de lo que vivió aquel viernes apocalíptico. “Tembló horrible y salimos corriendo. Nos paramos en la mitad del parque y haga de cuenta una película de terror. Los columpios no paraban de moverse, el carro se levantaba del suelo, uno no podía mantenerse en pie. Se cayeron las casas”.Pero esa pesadilla no se detuvo ese día y al contrario se ha reavivado con la amenaza de explosión nuclear.“En Tokio --relata-- están haciendo pruebas en el aire para medir la radiactividad. No sabe el desespero que se siente. Tokio está lejos. De acá a Fukushima hay dos horas y de Fukushima a Tokio hay cinco. Dicen que el aire de allá está diez veces más contaminado de lo normal. Según las mediciones, el cuerpo humano está recibiendo en un día la contaminación que se adquiría en un año. Te podés imaginar la magnitud del problema, no es ganas de exagerar las cosas. Yo me siento defraudado. Olvidado por el Gobierno”.Juan Carlos, natural de Palmira y de 25 años, dice que los japoneses salen a la calle cubiertos con tapa bocas como si “el problema de la radiación no fuera con ellos. Mi esposa y yo usamos los tapabocas y nos tapamos todo, hasta las manos porque tenemos miedo, es la vida de nosotros la que está en riesgo”.Como si se le fuera a acabar el tiempo de llamada, Juan Carlos sigue con su angustiante relato. Explica que ya ha intentado salir por su cuenta de Japón. Se desespera otra vez y asegura que los teléfonos de las aerolíneas están colapsados, al igual que los aeropuertos. Repite que su esposa llora porque toda su familia es japonesa y no tienen el dinero suficiente para comprar los tiquetes.“La única vía que tenemos son ustedes (los medios) para ayudar a empujar el Gobierno colombiano para que haga algo por nosotros. Entiendo que la situación de terremoto fue algo natural, pero lo de las plantas nucleares no. Eso fue creado por el hombre, por los gobiernos. Entonces, que no me vengan con cuentos. No pueden decir que sólo van a llevarse a las personas más enfermas. Que van a esperar ¿a que nos muramos?”.Japón se apaga “En este momento son las 5:30 a.m. (3:30 p.m. Colombia) y las calles están vacías, solamente hay colas de carros para echarles gasolina. Hay casas con paredes en el piso, sin antejardines, las calles se abrieron por la mitad. Antes, a esta hora la gente ya estaba en su trabajo, Japón era un país que no paraba.Pero las empresas cerraron y nos quedamos sin empleo. Allá nos daban los alimentos y ahora en la nevera no tengo ni agua, con eso te digo todo. Agua no consigo. Lo único que tengo es una botella de jugo de naranja de un litro y medio, tres vasos de café (su esposa, una amiga y él). Tenemos seis raciones de flan que servirán para el desayuno de hoy y mañana.Quiero decirle a la Embajada que nos digan algo para poder estar tranquilos, que no nos dejen en esta situación, que nosotros queremos vivir. Anoche a las nueve tembló feo. Afortunadamente, vivo en un segundo piso de un edificio que tiene un parque al frente y puedo salir corriendo. Pero ya me cansé de vivir esta situación”.Escuche el testimonio completo del colombiano

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