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Las dificultades de ser colombiano en medio de la crisis en Venezuela

En las colas de los supermercados reparten “puño y puñalada”. Venezolanos sienten que colombianos les ‘quitan’ lo que les corresponde. Crecen deportaciones.

8 de febrero de 2015 Por: Jessica Villamil Muñoz | Reportera de El País

En las colas de los supermercados reparten “puño y puñalada”. Venezolanos sienten que colombianos les ‘quitan’ lo que les corresponde. Crecen deportaciones.

Para conseguir un acetaminofén en Venezuela muchos optan por hacer campaña en las redes sociales. En Twitter a veces se canjea el anestésico por curitas u otro artículo de botiquín de primeros auxilios, pero casi siempre la suerte parece esquiva. Lea también: Venezuela ya ha deportado a 285 colombianos este añoEn las farmacias de cuando en vez hay medicamentos, pero solo para los que tienen una fortuna y pueden pagar hasta tres mil bolívares por una caja de ácido fólico (indispensable para las mujeres embarazadas). Si se convierte a peso colombiano la suma sería irrisoria, pero en el país de la Revolución Bolivariana eso significaría prescindir de más de la mitad del sueldo, porque el salario mínimo mensual está en 5.600 bolívares.En televisión cada tanto publican notas del rifirrafe entre el presidente Nicolás Maduro e integrantes de la oposición, de “la tortura sicológica” que vive Leopoldo López en prisión, de las marchas de los estudiantes. Pero la crisis no solo es política o porque falta papel higiénico o café. También es porque no se puede adquirir ropa, disfrutar de la recreación... Javier Blanco, quien tiene padres colombianos, pero es venezolano de nacimiento, cuenta por teléfono que su familia ya no se puede dar el lujo de ir a comer un fin de semana a un centro comercial porque una cena para cuatro personas puede representar una cuenta de hasta 3.500 bolívares. Es decir, más de la mitad de un salario mínimo. Ni para qué pensar en comprar un par de zapatos al que le ponen por precio hasta siete mil bolívares. Además, explica, la oferta de centros comerciales también se agotó con la proliferación de la violencia. “A mi la vida se me acabó. Tengo 29 años y todo lo que era mi círculo social se cerró. Si voy a una fiesta tiene que ser en casa de un familiar y llevo ropa para quedarme porque nadie se atreve a salir a medianoche a la calle”.Relata que la lista de amigos secuestrados es alta y que a él hace menos de un mes un grupo de motorizados le robó sus pertenencias. Nadie dijo nada porque “los tipos tienen licencia para delinquir porque están articulados con la policía”. ***Amparo, como prefiere llamarse para esta historia, toma la crisis en Venezuela de forma jocosa. Dice que desde hace seis meses tiene plan armado para las tardes: “Me voy de tour por los supermercados”. Explica que todos los días sale de su casa con la esperanza de mercar, pero desde que la situación se complicó le toca hacer ‘colas’ en uno y otro lugar para conseguir arroz, azúcar, café, leche, carne, pollo... Para algunos, precisa, obtener sus productos básicos es más complicado que para otros. Quienes tienen niños deben llevar el acta de nacimiento al mercado para que les vendan pañales, si es para adultos, entonces se debe mostrar el certificado médico de incontinencia u otra enfermedad que lo requiera. Los abarrotes se venden únicamente de a dos kilos, si alguien quiere tener un poco más, entonces debe repetir la ‘cola’, que en la mayoría de los casos puede tomar entre tres y seis horas.Además, ir al “súper” no es garantía de encontrar lo que se busca: “Generalmente uno empieza a hacer cola y pregunta qué están vendiendo, pero casi siempre dicen que no saben. Que los camiones no han llegado y no se tiene idea de qué están cargados. Si yo necesito leche y hago una cola de tres horas y al llegar a mi turno están vendiendo café, entonces, pues nada, me toca comprar café y salir de ahí e ir a otro lugar para buscar leche”. Amparo relata que no tenía idea de las denuncias del expresidente Andrés Pastrana, quien estuvo en Venezuela hace tres semanas. Que no conoce de casos de personas que hayan sido agredidas ahí en Caracas por el solo hecho de ser colombianas. Indica que si en una cola le sienten el acento diferente a alguien y se está quejando del gobierno lo echan. No importa si es peruano, colombiano o italiano. El peligro es hablar mal de la revolución. ***En los mercados del Gobierno los lunes tienen privilegios los venezolanos cuyo número de cédula termina en 9. A veces tal suerte no existe, porque si no hay en bodega el artículo que necesita comprar, toca esperar hasta el lunes siguiente. La supuesta ventaja también aplica para aquellos extranjeros nacionalizados. Pero a Sandra, su esposo y su hijo de cinco años (oriundos de Cali) no les dieron chance de disfrutar del privilegio.Tan pronto salieron de la cola con leche y café, en uno de los supermercados del estado Zulia, unos venezolanos se les fueron encima. Los golpearon y les arrebataron sus alimentos. Doris Lozada, residente desde hace 36 años en esa región, dice que en la zona fronteriza la persecución es latente. Que en las colas donde se compra el arroz también se reparten puños, puñaladas.Explica que desde la oposición critican que casi un millón de colombianos recibieran el documento que ofreció el desaparecido Hugo Chávez y que en últimas solo sirvió para llevarlo al poder tres veces y sumir al país en la crisis.“Obtuve mi cédula hace mucho tiempo, después de casarme con un venezolano, pagar mucho, muchísimo dinero en el trámite, y tener tres hijos con esta nacionalidad. Pero cuando Hugo Chávez llegó al poder, empezó a repartir documentos de identidad a diestra y siniestra, lo hacía casi que regalado para que la gente votara por él. El único requisito en ese entonces era tener una carta del consejo comunal del sitio donde la persona vivía. Ahora esa cédula no sirve para nada, es un documento falso y, a esos colombianos es a los que están deportando”.Un funcionario de la Cancillería de Colombia explica que muchos de los casos de colombianos deportados de Venezuela están relacionados con personas indocumentadas o con cédulas falsas. “Tenemos el caso de una mujer que ha sido deportada cuatro veces. En el 95, 96, 2014 y a comienzos de enero de 2015. Entró a ese país como turista y se quedó de residente”.El hombre no justifica los malos tratos que los deportados dicen que recibieron, pero en voz baja hace una analogía: “Si el presidente Santos estuviera entregando ayudas y vienen foráneos a llevársela, me imagino que también los damnificados reaccionarían así”.Doris está en Cali hace un par de semanas. Llegó para tratarse una enfermedad porque en Venezuela no hay medicamentos que curen sus dolores de rodilla. Relata que antes del viaje se abasteció de arroz, de jabón para tocador, detergente, papel toalla, que en Colombia es usado en la cocina. Ella toma una hojilla, la parte en cuatro y la deja sobre su retrete. Esa es la alternativa desde hace un año cuando la crisis del papel higiénico hizo mella. Antes un rollo costaba entre cinco y siete bolívares, ahora con los revendedores se consigue en 60.

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