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El presidente de EE.UU., Donald Trump, está en el ojo del huracán debido a las declaraciones del exidirector del FBI que lo relacionan con Rusia. | Foto: EFE

TRUMP

La sombra de un juicio político se posa sobre Trump

El juicio político en contra del presidente es un escenario lejano, pero el exdirector del FBI lo puso contra las cuerdas.

11 de junio de 2017 Por: Edwin Giraldo Ruiz / corresponsal de El País en Washington

Nunca en la historia de Estados Unidos un presidente ha sido destituido como consecuencia de un juicio político. En 1868, Andrew Johnson, sucesor de Abraham Lincoln, fue acusado por la Cámara de Representantes, pero después lo absolvió el Senado. Igual suerte tuvo Bill Clinton, en 1998, en el caso ‘Lewinsky’. En 1974, antes de que el Congreso actuara por el escándalo del ‘Watergate’, Richard Nixon prefirió renunciar.

Estos tres casos se recuerdan como los únicos que trajeron a colación el concepto de ‘impeachment’ para el ocupante de la Casa Blanca y aunque no terminaron en destitución, dejaron una enorme mancha sobre el cargo.

En el caso de Donald Trump, aunque el juicio político sigue siendo un escenario lejano, el tema se discute tanto en Washington, que ya genera un enorme daño a su gobernabilidad. En cinco meses de administración el empresario ha tenido que lidiar con sospechas de colusión entre integrantes de su círculo más cercano y el gobierno de Rusia para desacreditar la campaña de la demócrata Hillary Clinton durante las elecciones del 2016. Esto porque la inteligencia de EE. UU. determinó desde el verano del año pasado que hackers rusos robaron información del Comité Nacional Demócrata y la filtraron a través de Wikileaks, con el objetivo de perjudicar la candidatura de Clinton.

Esta zaga, de interminables aristas, se atizó el pasado jueves con el testimonio que entregó ante el Comité Judicial del Senado el exdirector del FBI James Comey.

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En más de dos horas de interrogatorio, Comey detalló cómo fueron sus conversaciones con Trump y ratificó conclusiones de la agencia en relación con la trama rusa: el Presidente le pidió “absoluta lealtad” antes de ratificarlo en el cargo, lo acusó de difamarlo a él y a el FBI; dijo que el gobierno de Vladimir Putin tiene un proyecto para influir en el sistema electoral estadounidense, y que un allegado a Trump ha sido objeto de especial escrutinio.

Se trata del general retirado Michael Flynn, antiguo asesor de seguridad de la Casa Blanca, y quien debió renunciar al cargo tras conocerse que mintió al vicepresidente Mike Pence sobre una serie de reuniones que sostuvo con el embajador ruso Sergey Kislyak, las cuales no reportó a las autoridades estadounidenses cuando fue requerido.

El episodio de Flynn es el más delicado. Según Comey, en una reunión el 14 de febrero en la Oficina Oval, Trump le sugirió que “dejara pasar” el asunto de Flynn y que mejor investigara quién estaba filtrando información a la prensa. Aunque Comey no caracterizó estas palabras como una instrucción oficial, sí interpretó la petición como “muy preocupante”, dado el papel del FBI como una agencia de investigación independiente. Trump, por su parte, acusa de mentiroso a Comey: “No colusión, no obstrucción, es un filtrador de información”, dijo el Mandatario el pasado viernes.

Así las cosas, la investigación sobre la trama rusa enfrenta la credibilidad del Presidente contra la del exdirector del FBI. “Todo depende desde qué punto de vista analices la ecuación”, le dice a El País Eric Rojo, coronel retirado del Ejército, que sirvió durante la administración de Ronald Reagan y hoy es consultor en temas internacionales.

“Del lado Republicano que defiende a Trump, se cree que Comey es una persona que falló al compromiso como uno de los oficiales más alto de ley en EE. UU. Pero Trump todavía no sabe cómo manejar las cosas en un orden correcto”, explica.

Dinámica legislativa

Los llamados a juicio político han sido atendidos con prudencia en el Partido Demócrata. Representantes a la Cámara como Maxine Waters o Al Green no han dudado en pedir que se presenten cargos contra Trump. Sin embargo, la líder del partido Nancy Pelosi prefiere abstenerse de la iniciativa hasta que el caso tenga más fuerza.

Esto se debe a la enorme complejidad de un juicio político desde el punto de vista procedimental. Primero, la Cámara de Representantes debe votar a favor de comenzar el proceso. Para ello se necesitan los votos de por lo menos 218 de sus 435 miembros. Actualmente, el Partido Republicano ostenta una notable mayoría de 238 curules contra 193 demócratas, mientras cuatro puestos están vacantes. Eso quiere decir que los demócratas necesitarían votar unidos y convencer a 25 republicanos de la iniciativa, lo cual, según el columnista Peter W. Stevenson en The Washington Post, “parece improbable”.

Pero, si la votación fuera positiva, entonces el proceso continuaría en el Senado. Allí el presidente de la Corte Suprema de Justicia, John G. Roberts Jr., tendría que presidir el juicio, que terminaría con una votación entre los 100 senadores sobre si el Presidente debe de ser declarado culpable o absuelto. Pero, más complicado aun, la destitución solo se puede lograr si se alcanzan dos terceras partes de la votación. Es decir, por lo menos 60 votos, de los cuales los demócratas unidos podrían lograr solo 48.

Un poco de historia

Hasta ahora, lo más grave para Donald Trump en la zaga rusa ha sido la solicitud que hizo a Comey para que detuviera la investigación sobre Flynn, tema sobre el cual no existen evidencias más allá de memorandos que escribió el exdirector del FBI. Si esto constituye o no una obstrucción a la justicia, está por verse, pero sin duda el escándalo tiene larga vida.

En 1868, en los albores de la Guerra Civil, Andrew Johnson colisionó con los republicanos que querían que los estados del sur que defendían la esclavitud pagaran impuestos más altos. El impeachment se realizó porque Johnson despidió a su secretario de guerra, Edwin Stanton, sin permiso del Congreso y en contravención de una ley que le exigía consultar al legislativo. Bill Clinton fue el segundo presidente sometido a este procedimiento. Sucedió en 1998 en el marco del ‘escándalo Lewinsky’ y fue acusado con cuatro cargos, dos por mentir bajo juramente y dos por obstrucción a la justicia.

En el escándalo político más famoso en la historia de EE.UU., Richard Nixon renunció en 1974 por el escándalo del ‘Watergate’, un robo de documentos del Comité Nacional Demócrata y con posteriores esfuerzos de encubrirlo. Los cálculos de Nixon eran de una destitución segura y por eso le cedió el poder al vicepresidente Gerald Ford antes de que el Congreso procediera.

En el 2017, Donald Trump parece dispuesto a todo para aferrarse al poder y mantener el discurso que lo conectó con su base de electores. Según él, Washington es un pantano que hay que drenar, los medios mienten y EE.UU. necesita de su autoridad para ser grande de nuevo. Pero según una encuesta en The Washington Post y la cadena ABC, el 61 % de los estadounidenses cree que Trump despidió a Comey para protegerse de la investigación por la trama rusa.

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