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La ONU: ¿el "juguete de lujo" de las grandes potencias del mundo?

La Organización de Naciones Unidas es víctima del consenso. El veto, según expertos se ha convertido en un cáncer que la carcome.

7 de septiembre de 2014 Por: Edwin Giraldo Ruiz | Corresponsal de El País en Washington, EE.UU.

La Organización de Naciones Unidas es víctima del consenso. El veto, según expertos se ha convertido en un cáncer que la carcome.

En octubre de 1985, la Organización de Naciones Unidas (ONU) celebraba su aniversario 40. En el punto de inflexión de la Guerra Fría, uno de los peores paradigmas de la política internacional era entender cómo armonizar los intereses de las grandes potencias con el enfrentamiento entre Estados Unidos y la antigua Unión Soviética.En esa época, el representante de Estados Unidos ante la ONU, José Sórzano, escribió un artículo en la revista The National Interest titulado: “40 years and 40 facts” (40 años y 40 hechos), en el cual hacía una radiografía del organismo y su famoso Consejo de Seguridad, creado precisamente para mantener la paz internacional. Allí criticaba un problema estructural de la Organización de Naciones Unidas que hoy cobra más vigencia que nunca: este organismo es víctima de uno de sus principios básicos, el consenso.El Consejo de Seguridad siempre está formado por 15 países, de los cuales cinco son miembros permanentes: Estados Unidos, Francia, China, Rusia y Reino Unido, países que resultaron ganadores de la Segunda Guerra Mundial. Su poder especial está representado en su derecho al veto unilateral de cualquier iniciativa que no les parezca bien. Es decir, un solo ‘no’ puede acabar con la voluntad del resto. Y este es el cáncer de la ONU.Problemas internosHoy, 30 años después de su mandato, el embajador Sórzano atiende una llamada de El País desde su casa de retiro en West Virginia. Con acento caribeño debido a su ascendencia cubana, evalúa la ONU con una frase contundente: “Es un juguete de lujo que tiene muchos problemas por su mecánica interior”. “¿Por qué se permite el veto? Porque ninguna de las grandes potencias aceptaría que alguien le imponga algo que no quiere hacer”, sostiene. Los actuales conflictos internacionales explican bien esta disonancia. El año pasado, Estados Unidos acudió al Consejo de Seguridad para solicitar una intervención militar para contener el genocidio en Siria por parte del régimen de Bashar Al Assad, pero Rusia vetó la iniciativa porque los sirios son sus aliados incondicionales.Más recientemente, Rusia vetó una resolución que condenaba la anexión de la región ucraniana de Crimea a la jurisdicción de Moscú, lo cual dio inicio a la actual crisis en el este europeo. Estados Unidos no se queda atrás. En varias ocasiones vetó resoluciones que condenaban el rol de su socio, Israel, en la Franja de Gaza.Es como un juego de ajedrez con jaque mate para todos. Desde el final de la Guerra Fría, Estados Unidos ha vetado 14 borradores de resolución en el Consejo de Seguridad, mientras Rusia 11. Pero el problema va más allá de lograr un consenso, porque de todas formas las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU “no son vinculantes”, como plantea el embajador Sórzano, aunque en el papel sus miembros están comprometidos con obligaciones económicas y legales que se desprenden de los acuerdos en este organismo. “Por eso, si pasa algo en la próxima Asamblea General de este mes de septiembre, no importa”.¿Reformar la ONU?Es una discusión planteada hace mucho tiempo, pero sin mayores avances. En su libro Transforming The United Nations (Transformando Naciones Unidas), el profesor de la Universidad de Minnesota, Joseph E. Schwartzberg, plantea varias alternativas. “Encontrar vías para suplantar la ley de la fuerza por la ley de los asuntos internacionales, entender que lo que hacen las naciones dentro de sus propias fronteras afectan a otras de forma inaceptable”. Y además, “los problemas globales, requieren soluciones globales”, refiriéndose a una reestructuración en el rol que juegan los países en la discusión sobre soluciones a conflictos.Estas ideas pueden sonar utópicas contrastadas con la realidad. Un artículo reciente en The New York Times pone de relieve la actual esterilidad de la ONU frente a las crisis internacionales. “El problema no es que las mayores potencias del mundo no se preocupan. En realidad se preocupan demasiado”, argumenta. Y plantea que el derecho al veto ha permitido a los miembros permanentes del Consejo de Seguridad rechazar cualquier iniciativa que amenace sus intereses estratégicos, “a pesar de los sublimes principios del organismo, notable en su mandato de proteger civiles cuando sus propias autoridades no pueden hacerlo”.Todo esto, sin duda, ha generado también una notable falta de confianza en la opinión pública sobre la verdadera capacidad de la ONU para resolver los problemas del ciudadano de a pie. Desde hace 60 años, la firma Gallup hace sondeos periódicos sobre los niveles de aceptación en el mundo del organismo. Las cifras reflejan una creciente desazón: mientras en 1953 el 55% los encuestados consideraba que la ONU hacía un buen trabajo, en febrero del presente año solo el 35% pensaba eso.Incluso, Gallup preguntó sobre la decisión del Consejo de Seguridad de no recomendar una incursión militar en Iraq, en donde los yihadistas del Estado Islámico han tomado posesión de varias ciudades ejecutando crímenes de lesa humanidad. El 55% de los encuestados dijo que tiene menos confianza en la ONU.En ese sentido, la ONU es una perfecta puesta en escena de la falta de liderazgo para resolver los problemas del mundo. Muchos discursos, muchos informes, pocas soluciones, según plantean los analistas.

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