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La amenaza yihadista del Estado Islámico atemoriza al mundo

Países de tres continentes fueron víctimas de los ataques casi simultáneos que dejaron 63 muertos durante el mes del Ramadán.

28 de junio de 2015 Por: Resumen de agencia y Redacción El País

Países de tres continentes fueron víctimas de los ataques casi simultáneos que dejaron 63 muertos durante el mes del Ramadán.

La violencia yihadista mostró su fuerza el viernes pasado en  ataques ocurridos en tres continentes y que dejaron 63 personas muertas. Lea también: Alerta en el mundo por atentados terroristas en Túnez, Francia y Kuwait

 Las amenazas que el Estado Islámico realizó la semana pasada al pedirle a sus seguidores que emprendieran la guerra santa durante el  Ramadán, para convertirlo en “un mes de desgracia para los infieles” parecieron cumplirse con los atentados en Túnez, Kuwait y Francia.

El grupo yihadista, que controla partes de territorio en Siria a Iraq, tiene  grupos afiliados en varios países, lo que le permite llamar a sus fieles para cometer este tipo de atentados.

El presidente de Túnez, Beji Caid Essebsi, declaró que estos atentados demuestran “que se necesita una estrategia global” para afrontar el yihadismo. 

“Túnez se enfrenta a un movimiento internacional y no puede responder sola”, dijo a la AFP.

 Fernando Reinares,  director del Programa sobre Terrorismo Global en el Real Instituto Elcano, explicó en una columna en El País de España que  los últimos atentados “han puesto de relieve, una vez más, el ímpetu y las capacidades con que actúan los ejecutores de complots que ‘son por entero cosa de Alá’. Los dirigentes del EI tienen aptitud y recursos para planificar atentados concatenados —y altamente letales— en distintos países árabes, al tiempo que instigan la comisión de otras atrocidades en el mundo occidental. Azuzar enfrentamientos sectarios en Kuwait, obstaculizar el proceso de democratización en Túnez o quebrar la cohesión social en Francia mediante el terrorismo es parte de una estrategia global inexorable en los resultados”.

Y el llamado realizado por el portavoz del EI llevó a que en estos casos tres jóvenes, uno de ellos terrorista suicida, cometiera los atentados en nombre de Alá.

  Los ataques se produjeron  contra tres habituales objetivos yihadistas que representan a sus “enemigos”.

En Túnez, que sufre su segundo atentado este año,  el grupo aseguró en un comunicado que “el soldado del califato (...) Abu Yahya al Qayrawani (...) logró su objetivo en el hotel Imperial (..) la mayoría, sujetos de Estados de la alianza cruzada que combate el estado del califato” y señala que el objetivo de estos eran los  “antros  de fornicación, vicio y apostasía en la ciudad de Suse”.

Desde la Primavera Árabe que se inició en Túnez en 2011, el país se enfrenta a una creciente amenaza yihadista, que ataca al turismo, un sector vital que representa más del 7 % del PIB del país y genera casi 400.000 empleos.

El pasado 18 de marzo, murieron 21 turistas y un policía tunecino en otro atentado en el museo del Bardo, que también fue reivindicado por el EI. Dos de las víctimas eran colombianas que se encontraban en un crucero por el Mediterráneo. De ese país africano han salido aproximadamente tres mil tunecinos a engrosar las filas de la yihad en Iraq y Siria.  Los otros dos países objetos de los atentados fueron Kuwait, aliado de la coalición internacional contra el EI. Y aunque es el primer  ataque contra una mezquita chiita en el rico emirato petrolero de mayoría sunita, el mes pasado dos acciones similares del EI causaron 20 muertos en la vecina Arabia Saudita.  Las amenazas del vocero del Califato son  “cruzados, chiíes y apóstatas”.  Y Francia, donde un yihadista decapitó a un hombre dentro de una fábrica de gases, se ve por segunda vez afectado este año por un atentado.  “El terrorismo islamista ha golpeado una vez más a Francia”, expresó el viernes el primer ministro Manuel Valls al recordar  los ataques cometidos en enero pasado en París, entre ellos el ataque contra el semanario satírico Charlie Hebdo. El  ataque de Francia, al igual que el hecho de que la mayoría de las víctimas de Túnez eran turistas ingleses,  pone a Europa en una nueva alerta por la amenaza yihadista.  Los servicios de inteligencia de este país habían abierto  una ficha por radicalización contra el autor del ataque en la fábrica. El sospechoso tuvo vínculo con movimientos salafistas, pero “no se identificó que participase en actividades de carácter terrorista”, explicaron las autoridades de ese país. “Francia hace frente a un riesgo de amenaza terrorista extremadamente elevado”, señaló  el ministro del Interior, Bernard Cazeneuve. Italia y España también elevaron de medio a alto el nivel de alerta, tras los atentados. Debido a la cercanía de estos países y del aniversario de la proclamación del califato por el grupo Estado Islámico (EI) , el 29 de junio, hemos decidido “elevar el nivel de alerta antiterrorista respecto del actualmente existente, de nivel tres sobre cinco, o sea medio, al nivel cuatro que sería de riesgo alto”, afirmó el ministro Jorge Fernández Díaz.  “Estamos en una guerra de la barbarie contra la civilización”, lanzó Fernández Díaz. Un arma psicológica Las cabezas de las víctimas de los islamistas son trofeos de guerra para los miembros del grupo Estado Islámico (EI), que las exhiben en lugares bien visibles para que todo el mundo las vea. La decapitación es una práctica corriente de grupos afiliados a Al Qaeda en Iraq, que fue el precursor del EI bajo la égida de Abu Musab al Zarqaui. El primer occidental que sufrió este suplicio fue el periodista estadounidense Daniel Pearl, degollado y después decapitado en Pakistán en febrero de 2002. Esta práctica había disminuido tras la muerte de Al Zarqaui en 2006 pero volvió con fuera con la llegada del EI y la creación de un "califato"  entre Siria e Iraq. “En la cabeza es donde reside la humanidad. La decapitación es un gesto de deshumanización y sobre todo de animalización ya que empieza con el degüello, que hace pensar en el matadero. También hay una imagen antropológica antigua de la cabeza cortada que se enarbola y que es, en todas las civilizaciones y en todas las épocas, el trofeo absoluto del enemigo”, dice el historiador Michel Porret, profesor de la Universidad de Ginebra. Rita Katz, directora de SITE, un movimiento de observación del terrorismo, explicaba en septiembre de 2014 que el fin de la decapitación y de su difusión en vídeo es "reclutar a una pequeña minoría de musulmanes radicalizados impresionados por esta violencia" y que la interpretan como una "especie de victoria". Para Michel Porret, también es una "forma de pisotear uno de los fundamentos de nuestra sociedad como son los derechos humanos, que Europa y en particular Francia han tardado siglos en construir". "Es un mensaje ideológico muy fuerte que nos dice: 'esto es lo que hacemos con vuestros derechos humanos'". Con ayuda de grabaciones profesionales de video, se trata de un arma psicológica destinada a los enemigos tanto de fuera como del interior que permite someter mediante el terror a poblaciones de zonas de guerra.

 

Temor en Francia y Túnez Miles de turistas abandonaron el domingo Túnez,  un día después de un sangriento atentado reivindicado por el grupo yihadista Estado Islámico (EI) contra un hotel que dejó 38 muertos, en su mayoría británicos.  Entre los 38 muertos, once cadáveres han sido identificados nueve británicos,  una belga, un alemán, indicó el ministro de Salud, Said Aidi. El sospechoso de haber llevado a cabo   el atentado yihadista en la región francesa de Lyon (centroeste) y de haber decapitado a su jefe es interrogado por los investigadores, que tratan de descubrir a eventuales cómplices.

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