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Raimundo Bassols, el diplomático español. | Foto: EFE/ El País

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"Europa unida aspira a ser una gran potencia": Raimundo Bassols

El diplomático español que lidero el ingreso de su país a la UE, cree que es poco probable una alianza similar en América Latina porque son países “que ven con recelo la cesión de soberanía”.

14 de mayo de 2017 Por: Hugo Mario Cárdenas López - Enviado especial a España

No existe biblioteca ni motor de búsqueda que albergue de manera más fiable las fechas, las horas, las anécdotas y toda la historia tras la conformación de la Unión Europea que la memoria de Raimundo Bassols.

A sus 91 años de edad, más de 70 de ellos dedicados a la diplomacia, el admirado ‘embajador eterno’ de España lleva sobre sus hombros el honor de ser protagonista del nacimiento de la Unión Europea y el artífice del ingreso de España en esta alianza, considerada la principal negociación que realizó el país ibérico durante el Siglo XX.

Todo ese carisma y poder de convencimiento con los que ha labrado su prestigio como experto negociador, los demostró hace dos semanas ante centenares de estudiantes que acudieron a la charla previa a un musical organizado por el Instituto Universitario de Estudios Europeos de la Universidad CEU San Pablo de Madrid, donde fascinó a los asistentes con su elocuencia.

Ese mismo día aceptó hablar con El País de la importancia del triunfo de Emmanuel Macrón en Francia, los riesgos de los nacionalismos para la unidad de esa Unión Europea que vio nacer y su percepción sobre la actualidad política en América Latina.

¿Cómo le explicaría brevemente a un lector en América Latina las razones por las cuales es necesario mantener una Europa unida?

La Unión Europea que hoy conocemos y que tuvo su inicio teórico el 9 de mayo de 1950 y su inicio real el 18 de abril de 1951, es un acierto histórico. Veintisiete países desunidos y en rivalidad, desterraron por fin toda posibilidad de guerra entre ellos, crearon un mercado interior de 500 millones de habitantes, una unión económica y monetaria, una ciudadanía común, y se afanan con éxito progresivo por alcanzar una Política Exterior y de Seguridad común, una política de Defensa común, una política de Justicia y de Asuntos Interiores común y Políticas Bancarias y Fiscal comunes, para lanzarse, a continuación, a completar la unidad económica y política total.

¿Qué significó entonces para la Unión Europea el triunfo de Macron en las Presidenciales de Francia?
Significó que en los próximos años Francia tendrá un Presidente europeísta convencido, que luchará por el objetivo de una Europa unida en lo económico y en lo político. Se garantiza que no habrá, por parte de Francia, obstáculos para la marcha hacia el sistema federal que anunció Robert Schuman en su Declaración famosa del 9 de mayo de 1950, o hacia un sistema análogo de unidad política. Significa a sensu contrario que si la elección reciente hubiera dado como vencedora a la señora Le Pen se hubiera corrido el gran riesgo de una probable y nueva salida de un gran país de la Unión Europea. Una repetición del Brexit esta vez protagonizada por Francia, hubiera hecho muy precaria la continuación del ideal de una Europa unida.

Marine Le Pen proponía sacar a Francia de la Unión y aun así alcanzó la segunda vuelta, ¿está tomando fuerza el interés político de desintegrar a Europa?
Entiendo que no. La diferencia de votos entre el presidente electo Macron y la señora Le Pen es muy significativa y elocuente.

¿Hay algún otro país que tenga comprometida su continuidad en la Unión Europea por intereses políticos o electorales?
Con toda franqueza no se ve en el horizonte ningún país que pueda repetir a medio plazo la triste historia del Brexit. Es cierto que los movimientos populistas en algunos países de Europa se muestran euroescépticos y hasta eurófobos. Pero nada hace pensar, por el momento, que estas tendencias puedan prosperar y convertirse en casos concretos.

La salida del Reino Unido no fue una sorpresa, aunque sí una mala noticia. Desde que firmó su Tratado de adhesión a Europa en 1972, estaba claro que su ideal europeo se limitaba a la construcción de una vasta zona de libre comercio, alejada de todo ideal de unidad política.

¿Cuáles son los riesgos de esa separación que proponen algunos sectores políticos en Europea?
El riesgo es volver al pasado; a la Europa desunida, enfrentada, que provocó dos grandes guerras mundiales. Económicamente conviene no olvidar las palabras de Jean Monet al finalizar la segunda guerra mundial: “Los países de Europa son demasiado pequeños para asegurar a sus pueblos la prosperidad. Les son necesarios mercados más grandes...”. Las guerras son hoy imposibles en la Europa comunitaria y la prosperidad económica ha alcanzado cotas extraordinarias en la Europa unida.

Usted que lideró el ingreso de España a la Unión Europea, ¿qué opinión tiene de los movimientos independentistas?
Que son movimientos más propios del siglo de las nacionalidades, es decir el Siglo XIX, que del mundo actual. En tiempos de globalización, no se puede ser competitivo en materia política, económica, social, incluso cultural, sin contar con vastos espacios, grandes poblaciones, alta tecnología, fuerte poder de consumo, producción en grandes series, Fuerzas Armadas de envergadura, y apuestas y posiciones políticas que inspiren respeto y hasta temor. Europa unida aspira a ser una gran Potencia comparable a Estados Unidos, Rusia o China. Veintisiete Países pequeños o medianos desunidos y hasta enfrentados, no lo conseguirían nunca por razones obvias.

¿Qué cree que hay tras la propuesta de separar Cataluña de España?
Hay un hecho ilegal y contrario a nuestra Constitución de 1978. Pero en mi calidad de profesional de la diplomacia escribí recientemente, y junto a otros tres embajadores españoles, un artículo que publicó un periódico de Barcelona en el que enumerábamos los perjuicios que en materia internacional sufriría Cataluña en la hipótesis irrealizable de la independencia: Que saldría automáticamente de Europa sin fecha previsible de retorno porque los catalanes dejarían de ser ciudadanos de Europa. Las exportaciones catalanas no serían competitivas. Saldría de la Unión Económica y Monetaria, de la Unión Bancaria, del Euro como moneda común y del respaldo financiero del Banco Central Europeo. Marcaría el final de las substantivas ayudas e ingresos que recibe Cataluña de los Fondos estructurales Europeos, del Fondo de Liquidez Autonómica y de los Fondos de Inversión, el final de la libre circulación de mano de obra, de las personas, servicios y capitales y la renuncia a formar parte de una Europa que se dirige a una completa Unión Económica y Política. Sería el final de la ilusionada integración en Europa del Tratado de adhesión de 1985, que negociamos con tanto sufrimiento y éxito en el pasado y que nos ha llevado a ser uno de los Estados miembros grandes y respetados de la Unión Europea. Y todo ello paralizaría con seguridad inversiones extranjeras, y produciría una temida deslocalización de empresas. Cataluña no seguiría en la OTAN. Su eventual reingreso necesitaría el consenso de todos los aliados. No seguiría en la ONU a la que tendría que solicitar el reingreso. No seguiría en la Organización Mundial del Comercio, por citar sólo algunos ejemplos de los cientos de instituciones internacionales a las que hoy pertenece y a las que tendría que retornar con dificultad.

Muchos países como España se han beneficiado de fondos solidarios de la Unión Europea, ¿por qué calan entonces propuestas nacionalistas?
Desde el final de la Europa de Carlomagno no hubo en la historia de Europa una estructura de unidad. Diez siglos de países pequeños y medianos en extensión y población, dispersos en culturas, religiones, razas, idiomas, carácter, costumbres economías, tecnologías y estructuras políticas diferentes y en muchos casos enfrentados y en guerra, son un peso importante contra la unidad. Las continuas guerras entre países europeos, fueron uno de los subproductos más dolorosos de este caos. El nacionalismo fue su insuficiente explicación. El pasado 9 de mayo en la entrega del premio Carlos V en el Monasterio de Yuste, el Presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, dijo en su discurso una frase que merece reflexión: “El nacionalismo y el populismo no son, ni serán nunca, la respuesta a los desafíos internos o globales a los que nos enfrentamos”.
El deseo de unidad de Europa fue compartido durante siglos por políticos, filósofos, escritores, científicos, economistas y hombres y mujeres de toda formación. Pero es difícil superar la educación nacionalista que durante siglos predominó en los países europeos. La unidad de Europa es una gran revolución que conduce a un ideal superior, o por lo menos más acorde con los tiempos que vivimos. Pero cuesta inculcar a los sectores nacionalistas de los países europeos que es necesaria la cesión de soberanías a instituciones supranacionales para pasar a una nueva concepción de Europa. Cambiar la historia pacíficamente es una tarea gigantesca.

Además de los acuerdos económicos existentes, ¿ve probable una unidad similar en América del Sur?
Los sistemas de Integración en América del Sur y en América Latina en general tienden a limitarse a modelos puramente económicos, tales como la Zona de Libre Comercio, la Unión Aduanera y el Mercado Común. Esto es así desde la creación de ALALC en 1960 hasta nuestros días. América Latina ve con recelo la transferencia o cesiones de soberanía a Instituciones supranacionales. Es cierto que existen programas y acuerdos de cooperación política de singular interés, pero basados en la cooperación intergubernamental, entre países que conservan su plena soberanía. El nacionalismo es una convicción muy arraigada en América Latina, y no parece que haya llegado el momento de dar el paso a otro sistema de integración, que no sea económico o de cooperación intergubernamental.

Sobre esos nacionalismos se han sostenido muchos gobiernos en América Latina. ¿Cómo analiza desde la distancia una situación política como la que vive Venezuela?
La situación de Venezuela inquieta profundamente por su falta de respeto a los Derechos Humanos y a la Democracia. En estos días, produce además una gran preocupación la grave crisis institucional que está viviendo aquel país hermano, surgida a partir de la decisión de anular las competencias que tenía la Asamblea Nacional.

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