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Desde Washington, profesora coordina redes sociales para informar a los libios

Lo hace con un computador, un celular y la red inalámbrica del café de una librería local.

26 de febrero de 2011 Por: Elpais.com.co I Redacción

Lo hace con un computador, un celular y la red inalámbrica del café de una librería local.

“Ok, las noticias son éstas: sabemos que un par de barcos de guerra han anclado en Malta porque sus comandantes se rehusaron a atacar Bengasi; también que la ciudad está bajo el control ciudadano y que cerca de 1.500 prisioneros capturados durante las protestas han sido puestos en libertad; por último, tenemos reportes de dos pilotos que decidieron estrellar sus aviones antes que atacar a la población civil”. Con un computador, un celular y la red inalámbrica del café de una librería local, la profesora Shahrazad Kablan ha montado un injerto entre central de medios y sede de campaña. Recibe llamadas de Libia, de familiares y amigos que aún viven ahí, coordina reuniones con otros emigrantes radicados en Estados Unidos, actualiza las páginas de Facebook, en las que sus compatriotas comparten información, imágenes y videos de lo que ocurre en las calles de Trípoli o Bengasi, y hace circular las últimas novedades entre su red de contactos. “Nunca antes había hecho activismo”, reconoce; “pero de repente supe que tenía una misión: ayudar a mis compatriotas”. Así, el viernes pasado, cuando empezaron a circular rumores de soldados disparando sobre los manifestantes y mercenarios traídos de otros países africanos que merodeaban las ciudades de su país, la profesora Kablan tomó la decisión, junto con su marido, de emprender camino a Washington. “Era inútil, no podía seguir trabajando”, recuerda. Ese mismo día, ella, su esposo y su hija recorrieron los 830 kilómetros que separan Cincinati, Ohio, donde viven hacen 17 años, y la capital de EE.UU.Querían llegar a tiempo para participar en una marcha convocada a través de redes sociales para el sábado, frente a la Casa Blanca. Aquella tarde, unos 500 expatriados libios se congregaron a las puertas de la residencia presidencial para manifestar su repudio hacia el déspota que había controlado su país con puño de hierro durante 41 años. La mayoría no se conocía, pero por primera vez la comunidad libia en Washington se congregó para pedir el fin de la tiranía de Muamar el Gadafi. Los días de silencio quedaban enterrados en el pasado. El doctor Esam S Omeish vive en el condado de Fairfax, en los suburbios de Washington. Su casa es la postal del sueño americano: amplios antejardines, buzón de correo al pie de la calle, varios carros en el parqueadero, casa de dos plantas y un sótano amplísimo, y un jardín trasero con juegos para los niños. Él es de Trípoli, y sus hijos nacieron en Estados Unidos, donde lleva la mayor parte de su vida. Los libios expatriados no son tan numerosos como otras comunidades, y tampoco están concentrado en lugares específicos, pero es frecuente que desarrollen fuertes vínculos entre ellos.El martes pasado, el sótano de la casa del doctor Omeish era un hervidero de gente. Amigos y familiares habían organizado ahí un comando operacional, entre la tabla de futbolín y los muebles para ver televisión. Ante los medios que acudieron a su invitación, comenzaron a pasar los miembros y amigos de la familia a contar sus historias. Hasta ese momento, no había en Libia ni un sólo periodista independiente. Las comunicaciones eran difíciles. A veces eran fluidas, a veces se interrumpían, sin poder anticipar si llegarían a restablecerse. Los agentes del régimen habían aprovechado la precariedad de las comunicaciones para propagar informaciones erróneas, imposibles de verificar. El autodenominado líder de la revolución libia acababa de hacer su primera intervención televisiva desde que las revueltas estallaron el 17 de febrero. En las semanas anteriores, protestas similares en Túnez y Egipto habían depuesto a sus respectivos mandatarios. Pero Gadafi no era como ellos. Sus compatriotas lo sabían bien y el mundo estaría por descubrirlo. Durante su larga y estrambótica perorata, que duró más de 80 minutos e incluyó declamación de poemas y lecciones de historia, el coronel se había mostrado desafiante, temerario. Afirmó que moriría como un mártir, que pelearía hasta el final, que jamás abandonaría su patria. Hizo un llamado a “limpiar los hogares del pueblo libio”, advirtió que no habría misericordia con “las ratas” que protestaban en las calles. “Gadafi está loco, atrapado. Tiene las horas contadas, pero cuando profiere una amenaza, le creo”, reflexionó Ahmed. El último en aparecer frente a los periodistas fue Adam, hijo del doctor Omeish. “Estoy en quinto de primaria”, balbuceó, nervioso. “Quiero pedirle al señor Obama que obligue a Gadafi a parar la matanza. Estoy preocupado por mis abuelos son muy ancianos y están indefensos”.La administración de Barack Obama ha rechazado el asesinato indiscriminado de los ciudadanos libios, que llamó inaceptable, pero no ha anunciado ninguna medida para detener el baño de sangre. Mientras tanto, se habla de más de 600 ciudadanos muertos en medio de las protestas. El jueves en la tarde, Robert Fisk, el primer periodista internacional en llegar a Trípoli, reportó una ciudad “en las sombras de la muerte”. En Bengasi, Trípoli o Washington, una nación oprimida se ha atrevido a reclamar su libertad. Los expatriados planean repetir sus manifestaciones frente a la Casa Blanca hasta que caiga Gadafi, el tirano de Libia, o la comunidad internacional intervenga. Los estudiante de inglés de noveno y once grado del colegio Mason City, Ohio, tendrán que esperar a su profesora. “Me quedo hasta el final”.

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