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Con Enrique Peña Nieto, el PRI regresará este sábado al poder en México

El partido del presidente Enrique Peña Nieto estuvo doce años en la oposición e intentará reinventarse.

30 de noviembre de 2012 Por: Elpaís.com.co | EFE

El partido del presidente Enrique Peña Nieto estuvo doce años en la oposición e intentará reinventarse.

El sábado volverá al poder el Partido Revolucionario Institucional, PRI, después de doce años en la oposición. Estar del otro lado de la orilla lo forzó a buscar acomodos en el ajuste de su poder interno, con un perfil distinto del grupo que acaparó la vida política de México durante décadas.Creado en 1929, el PRI gobernó México hasta el año 2000, administrando un país que llegó a ser calificado como la “dictadura perfecta” por el férreo control del poder y periódicas elecciones cuya limpieza era puesta en duda frecuentemente.“Ese mundo desapareció. El país cambió y el partido también”, dijo Joy Langston Hawkesla, investigadora en Ciencias Políticas, tras un análisis de la evolución de doce años del partido revolucionario.Esta vez, según politólogos, cuando el PRI llegue de la mano de Enrique Peña Nieto a la Presidencia de México, el poder no estará concentrado en pocas manos.Si antaño desde Los Pinos, el presidente de turno fijaba la línea del partido, el poder interno se reparte ahora entre los gobernadores de los estados dirigidos por el PRI, los líderes parlamentarios y la propia estructura interna del grupo.Ese proceso se ha cumplido en medio de una serie de asignaturas pendientes, dejadas después de doce años en la oposición, que no han servido para renovarse ideológicamente ni aprovechar las lecciones de los comicios perdidos.“El PRI no aprovechó el único derecho o privilegio que da el ser derrotado, y es el de revisarse a sí mismo. No lo hizo, no hay una autocrítica o un ejercicio de evaluación de por qué perdió en el 2000 o en el 2006”, dijo el analista Federico Berrueto.En el plano ideológico, el PRI, según Langston, sigue manteniendo unos principios “sumamente vagos, cambiantes, variables”. “Era vago hace 30 años y sigue siendo vago hoy”, sostuvo Langston, profesora del Centro de Investigación y Docencia Económica.“Al no haber emprendido una revisión ideológica, por su carácter de pragmático, está a la espera de que el gobernante le dicte la agenda”, dijo por su parte, Federico Berrueto.Pero la renovación en sus estructuras internas por lo menos ha roto el centralismo en las decisiones, creando nuevos centros de poder que rompen con un esquema que rigió la vida del PRI durante décadas.“Los escépticos difunden que los priístas retornaremos al pasado, como si tal cosa fuera posible; sin embargo, nosotros entendemos que es un tiempo de ruptura con el pasado y de apertura hacia el porvenir”, declaró recientemente el presidente del comité ejecutivo del PRI, Pedro Joaquín Coldwell.En el partido de ahora, los gobernadores de los estados y de las principales ciudades han pasado a tener “muchísimo peso porque tienen mucho dinero y muchísimos votos”, dijo Langston. Cuando hay competencia electoral, añadió, “los que ganan votos tienen más poder”.Según Berrueto, el PRI vive ahora en medio de tres inercias: la dirección centralista del partido, los líderes legislativos y el “PRI territorial” que representan los gobernadores y los alcaldes de los principales centros urbanos administrados por ese grupo.“Lo que ha ocurrido en estos doce años, que tampoco se puede minimizar, es que (el PRI) ha aprendido a coexistir con esas tres inercias”, insistió el analista.Peña Nieto, ex gobernador del estado de México, tendrá que aliarse con los gobernadores para asegurar su lealtad y también va requerirá de la cohesión de los legisladores.No era el caso del presidente Carlos Salinas (1988-1994) porque “él decidía a nombre de todos”, recordó Berrueto, mientras que su sucesor, Ernesto Zedillo (1994-2000), “tuvo una lealtad regateada”.Unido a ello, el México que dejó de gobernar el PRI ha atravesado sus propios cambios y la “dictadura perfecta” de antaño no se puede repetir por las propias transformaciones de la sociedad y de los otros órganos del Estado. “México no es China”, puntualizó Langston.

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