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Así es la tragedia de los inmigrantes africanos que intentan llegar a Europa

Miles de inmigrantes arriesgan sus vidas para llegar de África a Europa. La última tragedia, en la isla de Lampedusa, dejó 339 muertos.

13 de octubre de 2013 Por: Diego Muñoz | Corresponsal de El País en España

Miles de inmigrantes arriesgan sus vidas para llegar de África a Europa. La última tragedia, en la isla de Lampedusa, dejó 339 muertos.

En enero del 2008 mientras la parte norte de la península española se congelaba con las bajas temperaturas y las caravanas de los reyes magos se preparaban para salir a alegrar el día a los niños, de un punto conocido como el pequeño magreb, en las costas de Marruecos, entre Tetuán y Al Hoceima, en el Mediterráneo, la embarcación en la que iba a viajar Maurice Togan (Mou) se aprestaba a partir.Un poco de nervios, recuerda aún Maurice en un español con acento francés que aprendió desde entonces, no solo por el viaje, porque no sabía nadar, sino también porque temía perder los otros 2 mil euros que tenía que pagar en el momento de zarpar, antes de subirse a la patera, capitaneada por un exsoldado de Mauritania.Veinte años persiguiendo el sueño, desde que tenía diez, y veía a Europa tan cercana, pero tan lejos a la vez. En Senegal, todos los niños querían ser franceses y vivir en Francia, el antiguo imperio, caminar por París, la ciudad de la luz. Pero él quería venir a España para ver jugar al Real Madrid en el Bernabéu, darse el lujo. Sin embargo, su primer intento fue sacar el pasaporte, ir en avión a París y buscar el camino por tierra hasta Madrid. Pero no le dejaron entrar, a pesar de que a los senegaleses solo les basta el pasaporte para tocar tierra francesa en el viejo continente. Habían recibido un informe que el mar iba a estar en calma y que, debido a la fiesta del 6 de enero, la vigilancia iba a “bajar los brazos”. Así que Mou y siete senegaleses más, tres de Mauritania, tres de Mali y cinco de Marruecos, todos hombres menores de 33 años, iniciaron el viaje. Ninguno sabía nadar. Todo fue bien en la salida. El motor apagado, remar hasta estar bien adentro en el mar y luego dos horas con el motor a cien, y otras dos horas más, hasta que el capitán dijo que habían consumido toda la gasolina.Y se encontraron en medio del mar, sin saber qué camino tomar, con el frío entre los huesos, con el miedo en las miradas, con el mar que comenzaba su etapa de furia, y pensando que todo se había ido por la borda. Solo una hora después, el capitán tomó la decisión de llamar por el móvil a las costas españolas, a Algeciras, para alertar a los equipos de salvamento. Fue una hora perdida. Porque entonces las olas ya azotaban con dureza la patera, un barco pequeño de madera, que la hace vulnerable al viento y las olas grandes. Una hora perdida para cuatro de ellos que cayeron al mar y nunca se les encontró.“Es muy triste verles caer, escuchar los gritos y no poder hacer nada, pensando que ahora han sido ellos, pero que seguimos los demás. Yo me aferraba a uno de los costados, podía hundirse pero yo no me iba a quitar de allí. Sabía que si me caía, nadie me iba a ayudar”.El agua estaba muy fría, recuerda Mou, tan fría que por un momento pensó que estaba congelado. Se arrepintió entonces de no haber tomado la patera que va de Mauritania a las Islas Canarias, pero él quería llegar al viejo continente. “Quizá hubiera llegado a Canarias, pero quizá hubiera sido mas difícil llegar a Madrid”.Mou lo sabía, por eso pagó 3 mil euros para que le informaran bien, que si llegaba a las costas españolas, le iban a dejar en un centro de retención de inmigrantes, luego le llevarían a otro en Madrid y allí le preguntarían de dónde venía. Y él no iba a contestar. ¿A donde llevarlo si no se sabe de qué país viene?. Esa fue la clave para que al cabo de medio año, le dejaran libre. Nunca dijo ni su verdadero nombre.Aquella noche de enero, cuando ya todos apostaban por morir de frío o tragados por el mar del estrecho, apareció la patrulla de la Guardia Civil. Aquella luz azulada fue la salvación. “Pensé que iba a morir, pero llevaba casi 20 años soñando con este día y no podía quedarme en mitad del camino. Y ya lo ves, estoy aquí. En septiembre del 2008 vi por fin jugar al Madrid en el estadio de La Castellana”.De la tragedia de la isla siciliana de Lamapedusa no se había enterado mucho. Algo le había escuchado a la gente en su puesto de venta clandestina de películas pirateadas, en la calle Fernán González (Madrid). “Tengo amigos que están vivos de milagro, que cayeron al mar y aún así se salvaron, porque unos turistas españoles que estaban en la playa arriesgaron su vida para salvarles. Pero es una pena que haya muerto tanta gente. El Mediterráneo es como un enorme cementerio”.Según el Alto Comisionado de Naciones Unidas para Ayuda al Refugiado (Acnur), desde noviembre de 1988 cuando aparecieron los primeros cadáveres en el Estrecho de Gibraltar y el fenómeno de la inmigración fue noticia, hasta el año pasado, el número de muertos podría ascender a 20 mil personas, lo que da una cifra de 2 muertos cada día y sin contar el número de desaparecidos. Solo en el 2011 murieron 1.498 personas en las aguas del Mediterráneo, quizá como consecuencia de las revueltas en varios países árabes. Desde Mauritania hasta las Islas Canarias, en el 2012 hubo 198 inmigrantes muertos, aunque algunos se atreven a triplicar la cifra. El número de interceptados se acerca a los 10 mil, el 87 % hombres, el 6 % mujeres y el resto niños.“Yo entiendo que quieran seguir viniendo -explica Mou- porque es mejor estar en Europa que en África, pero aquí ya no hay trabajo. Yo quiero irme a otro país. Vendiendo películas gano cinco euros al día, a veces diez, pero con eso no se vive”.Podrán contar lo malo que está España para los inmigrantes, donde la cifra de pobres alcanza los tres millones, podrán decir que no hay trabajo, que las condiciones de vida son malas, pero aún así, sigue tratando de llegar gente, incluso en botes de juguete. Para la muestra, la tragedia de Lampedusa, donde la cifra de muertos por el naufragio de un barco podría llegar a 400 (hasta hoy es 339).“Esta tragedia de Lampedusa -dice el periodista Rafael Toledo- ha durado en la prensa Europea, como diría el cantautor Joaquín Sabina, lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the roads. Los whiskys que de acuerdo con los expertos en inmigración en Europa, se beben los funcionarios de la Unión Europea para brindar por el éxito de las medidas antimigratorias. Que se mueran 400 inmigrantes tratando de llegar en barco a la ansiada e indiferente Europa ya no es tan siquiera una noticia que despierte la solidaridad. Europa no ha hecho otra cosa que taparse los ojos y alzar muros cada vez mas altos, mientras que todos los días muere gente tratando de llegar”.Lo que más llama la atención es la frialdad con la que se ha tratado el tema de los muertos por la inmigración. Por eso cuando el presidente de la Comisión Europea, Joao Barroso, y el primer ministro italiano, Enrico Letta, llegaron a Lampedusa, los recibieron a gritos: ¡Asesinos! “La UE ha sido incapaz de ofrecer un enfoque humanista ante las migraciones -dice el Diputado de Convergencia Unión de Cataluña, Carles Campuzano- y la tragedia de Lampedusa ha sido una nueva vergüenza. Los europeos nos hemos empeñado en mirar a África como si fuera una tierra lejana y la tenemos al lado”. Para el experto en Oriente Medio Bernadrd Lugan, la tragedia de Lampedusa tiene nombre propio: el cambio de gobierno en Libia. “Muerto Kadaffi se perdieron los acuerdos de control que tenían Italia y Libia. La ayuda de Francia a los rebeldes se convirtió en un gran favor para los traficantes de esclavos desde las costas libias. El drama de Lampedusa se explica porque Libia se halla en plena anarquía. El Gobierno no es ni siquiera capaz de hacerse respetar en Trípoli, la capital, donde las milicias luchan abiertamente”.Suleiman Nao es de Mali. Vende bolsos de Gucci y Cartier, de Tous y Dior hechos en China, casi exactos. Treinta euros cada bolso, aunque el precio inicial es de 50. Llegó hace tres años a Valencia, después de pasar seis meses en un Centro de Internamiento para Inmigrantes. Tampoco pudieron deportarle, porque nunca supieron de qué país era. Su caso fue más dramático. Se salvó de milagro, junto a dos marroquíes, al naufragar la patera.Suleiman permaneció en Marruecos dos meses, en el desierto, esperando la oportunidad de embarcarse. Al final lo hizo y ha podido contar su historia. Explica que vive en Madrid desde hace dos años y que se gana la vida vendiendo en la calle, aunque todos los días tiene que correr con la mercancía porque, de lo contrario, la Policía se la confisca. “Esto no es un paraíso. La situación está muy dura, no se puede vivir en España y no me regreso a mi país porque está peor”.Mientras los sobrevivientes de Lampedusa cuentan su historia de horror, la Unión Europea comienza a moverse con lentitud, como ha sucedido siempre. Pero algo es algo. Italia, por ejemplo, comenzará por introducir el tema de la inmigración en el próximo Consejo Europeo del 24 y 25 de octubre, pese a que no estaba en el orden del día. El Gobierno también tiene intención de que sea un asunto central de la agenda europea durante su presidencia de turno de la UE, en el segundo semestre de 2014. Italia intentará que Grecia, que se hace cargo de la presidencia durante el primer semestre, también considere este tema como central.¿Paños de agua tibia? Es posible. Mientras se avanza, los cuerpos de 339 personas de la tragedia de Lampedusa serán enterrados como ciudadanos italianos y el Gobierno tiene planificado un Funeral de Estado. Los 155 sobrevivientes serán deportados.

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