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Albergue en México, denunciado por abuso a niños, operaba en condiciones irregulares

Reglas de convivencia sospechosas al interior del sitio y una millonaria suma de dinero para retirar a sus hijos, eran algunas de las inconsistencias que presentaba el lugar.

17 de julio de 2014 Por: Elpais.com.co | AFP

Reglas de convivencia sospechosas al interior del sitio y una millonaria suma de dinero para retirar a sus hijos, eran algunas de las inconsistencias que presentaba el lugar.

Con sólo ocho años Luis Alberto "se la pasaba en la calle, robaba y peleaba" y, sin ingresos, su desesperada madre no dudó en firmar bajo notario un contrato que lo entregaba, sin poder reclamarlo hasta los 18, al albergue mexicano denunciado ahora por graves abusos. En ese documento que hoy desearía no haber firmado, María Evelia Zamora acordó pagar 30 pesos mensuales (2,3 dólares, alrededor de cinco mil pesos colombianos) por internar durante diez años a su hijo en el albergue 'La Gran Familia' comprometiéndose a no llevarse el menor antes de ese tiempo y accediendo a poder visitarlo sólo cada cuatro meses, según constató la AFP. "Sólo lo trajimos para que estudiara", se justifica esta menuda madre de cuatro hijos, que titubea a la hora de calcular su edad y que guarda el viejo contrato en una agujereada bolsa de plástico negra que le sirve de bolso. María Evelia es parte de los cientos de familias, rostros de la mitad de México que vive en la pobreza, que accedieron a firmar esas estrictas condiciones. Confiaron a ciegas en la buena fama que ese albergue del municipio de Zamora en Michoacán, tuvo desde su fundación hace más de 40 años gracias a sus programas musicales y su vocación formativa. Pero, alertados por el allanamiento de la institución por parte del gobierno, desde primera hora del martes decenas de familiares arrepentidos como María Evelia aguardan para sacar a sus niños del albergue, que está siendo limpiado y custodiado militarmente. El gobierno asegura que los 607 internos (al menos 438 menores de edad), hallados el lunes en el albergue, estaban retenidos en condiciones infrahumanas y algunos habían sido víctimas de abusos sexuales, entre otros maltratos. Prohibido ver las instalaciones Ninguno de los familiares entrevistados por la AFP es capaz de describir el lugar donde hace meses o años entregaron a sus chicos y que presume de ser una institución que no distingue clases y acoge a delincuentes, drogadictos y niños de la calle. Ninguno pudo ratificar si, como dicen las autoridades, los niños dormían entre chinches y ratas o comían alimentos descompuestos. Alegan que la octogenaria fundadora del albergue, Rosa del Carmen Verduzco 'Mama Rosa', de quien sólo tienen buenas palabras, recibía a los niños en la entrada y nunca les permitía ver las instalaciones. "A nosotros nos dijeron que aquí estaba bien, que estudiaban y les enseñaban un oficio. Nos gustaban las cosas que decía 'Mama Rosa' de que los chicos no iban a poder salir o que no les iban a permitir tomar drogas", explica Álvaro Vázquez, un anciano que viajó cerca de 800 km desde la sierra de Guerrero (sur) para buscar a su nieto de 17 años. Con un hablar tosco y sin parte de su dentadura, el delgado anciano narra como quedó a cargo del conflictivo adolescente desde que su mamá empezó a prostituirse, y asegura que fue la propia Dirección de Infancia y Familia (DIF, oficial) de Guerrero quien le recomendó que llevara a su nieto a 'La Gran Familia' después de que intentara sin éxito inscribirle en un grupo de alcohólicos anónimos a los 14 años. Vázquez dice que sólo pudo ver su nieto dos veces desde que lo internó hace más de dos años y, en cada una de las visitas, había algún empleado del albergue presente en la conversación. Visitas bajo lupa, salidas contrareembolso"Siempre había una muchacha escuchando, pero uno de mis hijos logró decirme bajito que se quería ir para la casa, que no estaba a gusto", cuenta Norma Ortiz, una señora de la limpieza de Tancítaro (Michoacán) que recuerda como le sorprendía que su otro hijo sordomudo a menudo acudía a las visitas con golpes. Aunque lo estuvo pensando todo un año, finalmente Norma concluyó que con los 46 dólares semanales que gana no podía pagar los cerca de 2.000 que, asegura, pedían en el albergue por liberar a cada niño del contrato firmado. "Y ahora... estoy muy arrepentida", llora impotente.Observando desde unos metros de distancia el desconsuelo de las familias, unas elegantes vecinas de Zamora comentan en voz alta: "Todos en el pueblo sabían que a esos niños ingobernables sólo les sirve la mano dura. ¡Qué desagradecidos!".

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