El cabezazo más festejado por Colombia llegó en el minuto 73 en el Samara Arena.
Yerry, siempre Yerry en las alturas, se levantó hasta las nubes y clavó con el alma y con el empuje de 50 millones de colombianos un cabezazo salvador, un frentazo que sabe a gloria y que además de unir al país en un solo grito de gol, sirvió para dar un paso grande hacia los octavos de final del Mundial de Rusia 2018.
Hasta ese momento el partido estaba embolatado para Colombia y la clasificación pendía de un hilo, más allá de que Polonia estuviera dando una mano con su triunfo parcial sobre Japón.
Pero, apareció el de siempre cuando hay un balón de costado a favor del combinado nacional. Yerry dijo presente, como lo hizo contra Polonia, y con la misma fórmula con la que siempre ha dado una mano, le entregó a Colombia el triunfo más festejado en los últimos años.
Esa victoria, sustanciosa después de un largo sufrimiento, le valió al equipo de Pékerman pasar primero de su grupo con seis puntos.
Los 45 minutos iniciales fueron aciagos para Colombia. Flojo, muy flojo para el equipo de Pékerman que permitió que Senegal dominara el balón, impusiera su físico y le generara situaciones de riesgo muy cerca de los predios de David Ospina.
En el onceno nacional no había quién tuviera la pelota. James jugando a media máquina por lo que tuvo que ser sustituido en el primer tiempo. Quintero perdido, Falcao solo contra el mundo, Meteus la veía y los veía pasar y en defensa solo Dávinson lucía como el más aplomado.
Para el periodo complementario era preciso corregir tantos errores. Y lo hizo Colombia. Cambió de actitud, se metió más en el partido. El balón ya no era de los africanos. Y de a poquito el equipo de Pékerman fue labrando su camino hacia la clasificación.
Hasta que llegó esa jugada del minuto 73. Para enmarcarla. Para nunca olvidarla. Para contarles a los niños que cuando el camino en el Mundial de Rusia se acababa para Colombia, apareció un gigante de Guachené llamado Yerry Mina y con un cabezazo salvador acabó con tanto sufrimiento.
Es una Mina para Colombia. Con esa fórmula también abrió el camino del triunfo sobre Polonia.
En el Samara Arena lo celebraron todos. El imperturbable Pékerman se abrazó con sus colaboradores. Los jugadores eran uno. Y en las gradas esa inmensa mancha amarilla se movió con más fuerza, dándole un gran colorido al escenario.
Pero quedaba más partido. David Ospina, en un par de acciones increíbles, evitó la caída de su valla y una eventual eliminación.
Después, Colombia se aplomó, manejó el resultado, esperó a unos senegaleses envalentonados en busca del empate, y cuando el árbitro decretó el final, se consumó una gran alegría para el país por el pase directo a octavos de final del Mundial.
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