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Sentido homenaje a los magistrados fallecidos en el Palacio de Justicia

La Universidad Externado de Colombia recordó a los ocho magistrados relacionados con esa Institución que fallecieron hace 30 años en el Holocausto del Palacio de Justicia.

6 de noviembre de 2015 Por: ElPaís.com.co | Colprensa

La Universidad Externado de Colombia recordó a los ocho magistrados relacionados con esa Institución que fallecieron hace 30 años en el Holocausto del Palacio de Justicia.

Con un solemne homenaje, la Universidad Externado de Colombia recordó a los ocho magistrados relacionados con esa Institución que fallecieron hace 30 años en el Holocausto del Palacio de Justicia.

Colprensa reproduce el duro, emotivo y entrañable discurso que su rector, Juan Carlos Henao, expresidente de la Corte Constitucional, pronunció para homenajear el legado de los juristas. 

Allí no solo cuestiona la acción del M-19 y la respuesta militar, sino también las palabras del presidente de la Corte, Alfonso Reyes Echandía, quien imploraba un cese el fuego ante oídos sordos. 

“Nos convoca la memoria de nuestros profesores fallecidos hace 30 años en los nefastos hechos del Palacio de Justicia. No hemos dejado ni dejaremos de recordarlos con triste turbación, con dolor profundo pero, al tiempo, con la fortaleza personal e institucional que nos permite sobrellevar más no sobrepasar el golpe recibido, para poder decirles que perseveramos con el ideario que los llevó a la muerte. 

Alfonso Reyes Echandía, Carlos Medellín Forero, Manuel Gaona Cruz, Fabio Calderón Botero y Emiro Sandoval Huertas, cinco graduados y profesores de nuestra Universidad. Tres más compenetrados sin reservas con nuestro espíritu de tolerancia y apertura: Ricardo Medina Moyano, José Gnecco Correa y Darío Velásquez Gaviria.

Todos recorrían cotidianamente nuestros pasillos, todos estaban prestos a responder la pregunta de cualquiera de sus estudiantes, todos simbolizaron nuestra manera de ser sencilla y humana. 

Se dice que el tiempo lo borra todo y me temo que dicha afirmación, en este caso concreto, no es cierta.

Sin haber tenido el privilegio de ser familiar de uno de los ausentes, pero sí alumno de varios de ellos. Recuerdo con horror las fatídicas horas en las que la estupidez prevaleció sobre la inteligencia, en las que el Estado colombiano produjo uno de sus más erráticos comportamientos de toda su historia y en donde la barbarie demencial y descontrolada se llevó a lo más selecto de nuestra juridicidad, en las que se nos produjo rabia y desolación. 

“¿Qué está ocurriendo?”, nos preguntábamos atónitos ante las imágenes que presentaba la televisión. Las frases pronunciadas en directo por las emisoras radiales por nuestro entrañable profesor Reyes Echandía, a la sazón presidente de la Corte Suprema, en las cuales imploraba y, más que ello, exigía, como presidente de uno de los tres poderes públicos, que cesaran los ataques enloquecidos del Estado para repeler la infortunada e inexcusable toma del M-19, aún resuenan en nuestros oídos. 

No lo oyeron, hicieron caso omiso de su llamado, que hubiera impedido múltiples muertes, no solo de quienes a hoy le rendimos homenaje. Pudieron haberlo oído, debieron haberlo oído. Pero la ceguera de mentes guerreristas, basadas en una supuesta defensa de la democracia, permitió que se llevaran de un tajo –textualmente de un tajo- la sabiduría de una Corte rebelde, democrática, defensora de los derechos de los ciudadanos.

Quizá fue una valoración que se tuvo en cuenta para enterrarla o, por lo menos, para no hacer el máximo para que no desapareciera. Baste leer sus sentencias sobre la Justicia Penal Militar. La altivez con la que habló su presidente representó a la Justicia con excelsa dignidad.

La seriedad y la ecuanimidad del tono de su voz, en medio del estrepitoso combate que llevó al Holocausto, quedarán por siempre grabadas en nuestra memoria.

Representaron esas frases y la forma como fueron dichas, la dignidad de una justicia doblegada, inerme y desamparada por los militaristas que tuvieron la desfachatez de no valorar lo que en edificio en destrucción se encontraba. 

Lea también: Las seis dudas sin resolver del holocausto del Palacio de Justicia

No olvidaré que almorzando el 4 de noviembre de 1985 en la cafetería de los estudiantes con mi admirado profesor Medellín y con el rector Hinestrosa, viajé a París en la tarde y casi sin haber aterrizado, varias personas me preguntaron: “Qué está pasando en Colombia”. No lo sabía y al enterarme me dirigí de inmediato al apartamento de mis amigos Carlos Eduardo y Jorge Alejandro Medellín para ver, abriendo noticiero, el noticiero francés de TF1, la horrible imagen del tanque militar entrando enloquecido a Palacio.

Estábamos perplejos, silenciosos, con lágrimas en los ojos, porque presumíamos, sin decírnoslos, lo peor. Queridos familiares, querida comunidad externadista, han pasado 30 años, 30 largos y difíciles años. Uno tras otro han engrandecido la memoria de quiénes abrupta e injustamente, contra su voluntad, nos dejaron.

En nuestra Universidad fueron velados sus despojos, en nuestra Universidad se sintió la pesadumbre frente ante la inesperada tragedia, gracias a la amabilidad de todos sus familiares que autorizaron la traída de sus resto a esta, su segunda casa.

Aquí se honró a nuestros ejemplares ciudadanos, a nuestros maestros, aquí se les brindó el homenaje que merecían, aquí nos permitieron vivir el sentimiento externadista y por ello agradezco de nuevo a sus familias en ese gesto espontáneo hace 30 años. Ahora quiero decirles, como rector de esta casa de estudios, que su sacrificio no ha sido en vano, aunque no sea ni justificable ni comprensible.

El estremecimiento que sufrieron y siguen sufriendo ustedes también lo fue para esta Universidad que aun percibe las consecuencias de aquellos difíciles días. 

¡Cuánto se daría por lograr echar el tiempo atrás! Esta Universidad, con la presencia de los ausentes, hubiera sido más sólida de o que hoy en día es. Su inteligencia y su amor por este Claustro que rememoramos en el día de hoy, nos estimula para no olvidarlos, para seguir adelante, para no fenecer ante las adversidades y para que con esa luz, la de ellos, sigamos siendo un faro en la consolidación de la democracia en nuestro país. 

Aunque tengamos aún el doloroso sinsabor de lo incomprensible, de una cosa hemos de tener certeza y para ello recuerdo al rector Hinestrosa en el discurso que profirió ante sus féretros: “Estremecidos recogemos estas definiciones y criterios porque en ellos encontramos, removiendo las cenizas de los magistrados inmolados, un recoldo de esperanza, un imperativo de conducta individual y colectiva, (sic) a perseverar obsesiva, paciente, pertinazmente en la creencia de la bondad del ser humano, en la posibilidad que Colombia sea Patria para todos sus hijos, en la realización de los idearios del entendimiento, de fraternidad, de dignidad, de la vida”. 

¡Gracias maestros ausentes por haber existido! ¡Gracias por su legado! Aquí para siempre los recordaremos. Muchas gracias”. 

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