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"Quisiera que se resalte lo bueno de Aguablanca": presidente de la Fundación Carvajal

Roberto Pizarro, presidente de la Fundación Carvajal, habla sobre cómo enfrentar la violencia y pobreza en Cali y Buenaventura.

16 de febrero de 2014 Por: Ana María Saavedra | Editora de Orden

Roberto Pizarro, presidente de la Fundación Carvajal, habla sobre cómo enfrentar la violencia y pobreza en Cali y Buenaventura.

Si con una sola palabra tuviera que describir a Roberto Pizarro, elegiría optimista. Luego de una charla de casi dos horas con el presidente ejecutivo de la Fundación Carvajal, esa es mi conclusión. Y él, cuando habla de los proyectos que desarrollan en las zonas deprimidas de Cali o en Buenaventura, lo reconoce: “Yo soy optimista por definición. (...) Si todos los colombianos creemos que somos capaces de salir adelante, lo hacemos, si creemos que no somos capaces, no lo hacemos. Eso no es optimismo para mí, sino realismo”, dice y sonríe, con una risa bonachona.¿Cuáles son los proyectos fundamentales de la fundación?Los territorios hoy son la Comuna 15, con énfasis en el barrio El Retiro, Mojica, El Vergel, zonas con muchas complicaciones. El otro territorio es la Comuna 18, en la parte alta después del Batallón. La Ladera de Cali tiene la particularidad de que es más grande la que uno no ve, que la que ve. Uno todavía cree que es Siloé, entonces ve unas casitas, pero el tema va mucho más allá porque el verdadero Siloé está es atrás. Lo mismo ocurre con la Comuna 18. En la zona de Ladera de Cali hay más de 300 mil personas.¿Cuáles son esos problemas de la Comuna 18?La Comuna 18 tiene varios temas. Uno es que es una población relativamente joven en estar allí: la información que tenemos es que en el 98, empezó la llegada de gente desplazada, la mayoría de Cauca y Nariño y del Eje Cafetero. Hay una cosa que parece simple pero es de fondo, la población afro llega a Aguablanca por el río porque es muy importante. En cambio, esta población viene de una zona andina y por eso buscan la montaña, zonas frescas. Ustedes llevan más de 50 años en Aguablanca, ¿no sienten que es como correr en una caminadora estática, porque pese a tanto trabajo, los niveles de violencia crecen?No, yo difiero con eso, porque Aguablanca tiene cosas muy buenas, el problema es que se volvió el genérico del robo, el atraco y el homicidio. Si usted mira, Aguablanca tiene 600 mil personas y hay unos sitios espectaculares de avance de comunidades, usted encuentra estrato tres allá. Pero se nos quedó la historia de que Aguablanca es sinónimo de problemas. Yo quisiera ver que alguien se dedique a recorrer Aguablanca y resalte todas las cosas buenas que tiene, allí hay colegios, fábricas, comercio, industria, un tema cultural que poco se ve.Pero es imposible desconocer que es el lugar donde se presenta el 63 % de los homicidios de la ciudad.Sí, es posible. Pero lo que a mí más preocupa, es que no reaccionemos rápido a evitar que haya reclutamiento de menores porque la violencia en Aguablanca no la resolvemos poniendo más policías ni con visitas del Ministro de Defensa, sino que se requiere paralelamente promover programas alternativos para que los niños en la media jornada que les queda libre tengan cosas qué hacer. Nosotros estamos haciendo eso en El Retiro, allí llevamos siete años y vamos a seguir más tiempo. estamos trabajando muy fuerte con la Corporación Señor de Los Milagros, allí hay 1500 niños en la sede del Retiro, y en El Vergel hay 700 niños de bachillerato. Tenemos un proyecto de fútbol en el que llevamos seis años.¿Cómo evitar que las pandillas y bandas violentas seduzcan a los niños?Todo lo que le quitemos a esas bandas es ganancia. Nosotros tenemos unos muchachos que hoy están empezando a estudiar educación superior, muchachos formados en el programa Golazo, porque allí más que el fútbol, es un tema de valores, principios, comportamiento, respeto y amor propio. ¿Usted cree que algún día El Retiro dejará de significar miedo?Estoy absolutamente seguro de que eso va a cambiar. El trabajo de la fundación es buscar a los empresarios, les decimos ayuden a que una persona en un barrio que no le puede dar la hoja de vida, tenga trabajo. El último ejemplo es el hotel Marriot que vinculó a 48 personas de El Retiro y la Ladera. Allí hay un elemento que es fundamental para nosotros y es la emulación, la imagen. Cuando una persona ve que el hijo de la vecina está en su trabajo, en el Hotel Marriot, eso les genera orgullo y empiezan a borrar ese tema de la discriminación que está en la cabeza de ellos.El año pasado se denunció que los niños no podían ir a estudiar por las balaceras y las fronteras invisibles. Sí, eso existe. Es que en estos temas sociales uno tiene que tener la visión de hacia dónde va y no de lo que ya hizo o de lo que pasó. Soy muy optimista. Yo he estado en El Retiro y me han tocado balaceras, pero seguimos adelante porque si nos sentamos a decir no es que eso allá es muy peligroso, pues el problema va a ser cada vez más peligroso. ¿Qué nos falta en el Retiro y El Vergel? Más inversión del Estado, que complementen la Policía.¿Pero cuál es esa inversión social de la Alcaldía?Yo creo que ha faltado. Ellos están manejando un proyecto que se llama Tíos, que lo que busca es identificar con las comunidad qué se requiere y salir a buscar los recursos. Porque nosotros invertimos el presupuesto de la fundación, que no es poquito, pero también buscamos plata de afuera, al privado, al público, a la cooperación internacional, a la Nación, al local; entonces si nosotros lo hacemos, la Alcaldía también puede.¿Usted cómo ve hoy a Cali?Hay algo que resalto y es que los caleños se sienten bien gobernados. Así uno esté en desacuerdo con algunas decisiones del Alcalde, lo que sí le garantizo es que muy poca gente dice que aquí hay corrupción y en eso tenemos que ser muy claros. Cuando llegó Rodrigo Guerrero a la Alcaldía había muchas expectativas en el tema de seguridad, pero sus críticos dicen que le quedó grande.Aquí hay dos puntos críticos que son el MÍO y la seguridad. Yo creo que el MÍO tuvo dificultades desde su diseño porque por alguna razón no se hicieron las cosas y esta Administración recibe ese problema. El tema de seguridad yo creo que no se le debe achacar a la Administración Municipal, porque en Colombia estamos viviendo un tema crítico y repito: el tema de Bogotá, Medellín, Bucaramanga y la Costa no es fácil.Usted decía que con algunas cosas de la Administración Municipal no estaba de acuerdo ¿cuáles son?Yo tengo dos temas, uno de esos es que creo que se debe invertir más en lo social, es decir, en educación, salud, liderazgo, capacitación.Lo que he entendido es que la Alcaldía en estos dos años ha tratado de ordenar la casa, recuperar impuestos, avanzar en las megaobras, se está ordenando el nombre de la ciudad. Lo otro es que Rodrigo Guerrero es un hombre que tiene mucho prestigio y una de mis críticas, no al Alcalde, sino a la Administración, es que se ha desaprovechado el prestigio para traer más recursos a la ciudad. Una de la situación que más se habla en la ciudad es el caso de Potrero Grande.La historia de Potrero Grande es un error que nosotros cantamos en la Fundación Carvajal, pero nos quedamos cortos. Con lo del huracán Catrina, vino el director de la CVC y dijo que aquí nos iba a pasar lo mismo y se nos cruzaron con unas platas de 'Chupeta' y entonces decidieron, de un momento a otro, llevar a la gente que estaba en el jarillón a vivir en 29 metros cuadrados. Para eso uno tiene que sentarse previamente con la comunidad a definir su nuevo estatus y para dónde va. Pero parece que no aprendemos de los errores porque lo que pasa en Potrero Grande se repite en Llano Grande o en San Antonio, en Buenaventura, que es donde pretenden llegar gran parte de las comunidades de bajamar.Pero nosotros le hemos insistido mucho al Gobierno que no vamos a cometer el error de Potrero Grande, lo hemos dicho en foros, pero por supuesto hay connotaciones políticas de regalar viviendas. Llano Grande ojalá no sea un problema similar porque no hubo una preparación previa, incluso claro es una mejor solución que Potrero, como viviendas. Pero me parece que faltó ese proceso de sensibilización con la comunidad antes de entregarles las llaves, uno debe preguntarle a la gente qué quiere. ¿En qué se diferencia la fundación a esos programas asitencialistas?Nosotros, con las comunidades vulnerables con las que trabajamos, hacemos una reunión, identificamos la gente de dónde viene, la cultura, qué quieren, cuáles son sus sueños y el tema de generación de ingresos sale y nos sentamos con ellos para identificar en qué se quieren capacitar. Luego, diseñamos la capacitación pero antes preguntamos si la gente sabe leer y escribir y mucha gente es analfabeta y por eso primero les enseñamos. Los trabajamos en valores y en principios. Allí hay una gran diferencia y por eso la capacitación arranca luego de ocho meses, pues es distinta a esa capacitación express que los citan, los llaman, los inscriben y a los meses les dan un diploma y ya. También tienen proyectos en Buenaventura. A Buenaventura hay que mirarlo desde las oportunidades y no desde los problemas. Si usted entra y le muestran todos los problemas, usted se devuelve inmediatamente por obvias razones y por eso hay que mirar qué cosas buenas hay. ¿No es muy optimista?Lo que pasa es que hay un optimismo teórico y otro práctico, y el nuestro es el último porque yo le estoy hablando de ejecuciones, aunque tenemos claro que hay cosas de corto y otras de mediano y largo plazo. Lo que hay es una gran debilidad institucional y a Buenaventura lo envolvió el narcotráfico y la gente no encuentra oportunidades. Por eso lo que nosotros creemos, desde nuestro optimismo, es que hay que generar oportunidades. Estamos trabajando en recuperar la plaza de mercado de Buenaventura, vamos a organizar a la gente.¿Pero usted cree que con ese proyecto se logre reducir la violencia y la gente vuelva a la galería?Pues sea optimista, que sí es posible. Mire si los desarrollos arrancan desde cero con la comunidad. Eso suena muy bonito, pero qué van a hacer con los carteles de extorsión, que controlan desde la carne hasta el plátano.Yo le hago una pregunta: ¿Entonces qué hacemos? ¿Nos quedamos quietos y miramos para otro lado? Ese es el tema. Yo no puedo pensar que voy a cambiar algo si no soy capaz de meterme a trabajar con ellos, así me digan optimista, iluso, lo que quieran. Nosotros en la Fundación creemos que allí hay futuro, así sea difícil, pero sé que tendremos satisfacciones. Hay dificultades, pero uno en las intervenciones sociales tiene que tener paciencia, coherencia, si usted arranca con eso se logran resultados. Este proyecto no es solo de nosotros, sino que estamos invitando a los privados. Si en Colombia en estos niveles de pobreza, no somos capaces de hacer algo, entonces que nos lleve el diablo.Y hablando de optimismo, ¿Usted cree en el proceso de paz?Yo creo que es necesario, ojalá lo logremos. Pero también si usted mira existen modelos de Reconciliación en Colombia, que no son para La Habana, sino que son algo nuestro. Algunos creemos en la reconciliación y el perdón y allí los medios tienen que ser más proactivos en mi opinión y dejar de resaltar siempre lo negativo. Tarde o temprano aquí nos tenemos que reconciliar.Más preguntas¿Usted cree que las empresas se preocupan por la resposabilidad social o solo es por bajar impuestos?No, yo le puedo decir que cada vez encontramos más gente que quiere ayudar. Yo estoy muy contento porque estamos en un proceso de inversión muy alta. El Valle ha sido una de las regiones con más iniciativa en ese sentido, de hecho las fundaciones más antiguas del país están en el departamento.Cómo nos afecta esa constante comparación con Medellín. Hace quince años a nosotros toda la estantería pública se nos perdió: Emcali y Emsirva entraron en intervención, y el Municipio entró en Ley 550, la Gobernación está en Ley 500. Entonces, Medellín tiene a EPM y una serie de empresas que han podido hacer inversión, pero nosotros no hemos tenido recursos públicos. Estamos por debajo de Barranquilla en el presupuesto.

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