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La música silencia el traqueteo de los grupos armados en el norte del Cauca

Historia de 103 niños indígenas que integran una banda musical en medio de la violencia. Muchas veces las clases son interrumpidas por los enfrentamientos entre las Farc y el Ejército.

18 de julio de 2011 Por: Antonio José Caballero, especial para El País

Historia de 103 niños indígenas que integran una banda musical en medio de la violencia. Muchas veces las clases son interrumpidas por los enfrentamientos entre las Farc y el Ejército.

No ha sido fácil para Camilo y Esperanza mezclar su clarinete y su trompeta en una fusión bella para la Orquesta Caucana de Vientos, “porque cada que ensayamos en Toribío y en Tacueyó, las balas del ejército y la guerrilla nos zumban en los oídos, y a veces tenemos que tirarnos al suelo para resguardarnos. Nos toca suspender el ensayo por varios días. Hasta que pase el susto”.Hay 103 niños de 43 municipios que llegaron a pie y en bus desde todos los lugares del departamento: municipios como Silvia, Tacueyó, Toribío y todos los cabildos indígenas del norte del Cauca, que muestran arte y sentimiento aprendidos en medio de la guerra. O mejor, a pesar de la guerra.Interpretan al inolvidable Efraín Orozco y nos hacen volver “al hogar nativo con la pelota de trapo y el barquito de papel”, al tiempo que muestran con orgullo su música paez o guambiana que siempre canta a la madre tierra, al agua y a todo lo que sea naturaleza.Reviven ese ‘Sotareño’ de Diago y nos hacen poner ‘arrozudos’ al sentir cada nota cercana a los frailejones, a la arena y al misterio de esos volcanes guardianes: el Puracé y el Sotará.La historia de fondo la contó la coordinadora de bandas del Cabildo de Guambía, María Antonia Yalanda. “La última vez, hace un mes, estábamos ensayando con los niños de la banda de Quisgoy y se desató una balacera que nos obligó a tendernos en el suelo, arropados unos con otros durante diez horas. Pero le cuento que ningún niño se ha ido. Ellos ya saben lo que puede pasar y por eso tenemos 92 músicos en semilleros y 19 listos para la banda”.Esto lo relata mientras suena la flauta de Adriana, orgullosa guía de su cabildo, siguiendo las señas de su director musical, Leonardo Nanche, nativo de Pitayó, zona nasa.Muchas veces se han enfrentado a los guambianos en disputas legendarias, pero “hoy la música nos une y muestra que es el sentimiento del alma sin fronteras”.Dos chiquitos flautistas de traversa me comentan el porqué de los combates que han vivido. “Es que a ellos los ha vuelto sordos la guerra. Ojalá que no maten con sus balas nuestra música”, dicen.Lucho y Jacinta bajaron desde el Macizo Colombiano y advierten que cada vez está más deteriorado por los venenos de la amapola y la tala de bosques por sus habitantes.Edinson y Jadim, profesores de Toribío y Tacueyó, recuerdan sus experiencias de acoso por parte de las Farc: “después del último hostigamiento los niños se tuvieron que devolver al salón para resguardarse de las balas y hace un mes que no han podido continuar sus ensayos”. Ese día, el saldo fue de un hombre y una mujer muertos y un infante herido al salir de la escuela.Y María del Rosario, otra saxofonista de la banda, quien acaba de cumplir 14 años, resume: “si no quieren oír nuestras notas de paz, que se vayan con su guerra a otra parte”.En esa montaña de la cordillera Central los niños indígenas insisten en cantar verdaderamente su primera ‘Noche de Paz’.

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