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Historias de una Buenaventura con rostro de mujer

Son estas poetas, maestras, madres y líderes, las que luchan contra la violencia.

3 de abril de 2014 Por: Ana María Saavedra S Editora de Orden

Son estas poetas, maestras, madres y líderes, las que luchan contra la violencia.

Las mujeres de Buenaventura están cansadas de ver morir a sus hijos, esposos, hermanos... Están cansadas de que las maten, las violen, las golpeen, las abandonen para criar solas a sus niños. Por eso, su voz, es la que se alza contra los violentos. “Vete muerte, vete lejos, vete muerte criminal”. Era el ‘alabao’ que repetían un grupo de mujeres que el viernes pasado realizó una ritual para purificar la Bahía, como desagravio por los cuerpos demembrados que en los últimos años han sido arrojados al mar.Eran ellas, las mujeres que cantan ‘alabaos’ en los entierros para que el cuerpo del difunto pueda partir en paz; o las que cantan arrullos en navidad para la bienvenida del Niño Dios, las que le pedían a la muerte que se fuera lejos. “Son las mujeres del Pacífico las que están tomando la tarea de reconstruir el tejido social. Son ellas las que tienen varios roles, son madres cabezas de familia y al mismo tiempo ejercen liderazgo comunitario”, explica, justamente, una de esas líderes, Danely Estupiñán del Proyecto de Comunidades Negras, PCN.Son Trismila, Mary, Aifa,Mercedes y cientos más las que quieren romper las cadenas de la violencia en Buenaventura."Soy negra como la noche"“Soy negra como la noche. Como el carbón mineral. Como las entrañas de la tierra y como el oscuro pedernal. Así que no disimulen llamándome de color, diciéndome morena porque negra es que soy yo”.Mary Grueso declama uno de sus poemas. Los que empezó a escribir cuando su esposo murió de cáncer, hace ya 22 años y se quedó sola. En esos momentos de soledad, la ‘profe’ encontró las letras, las palabras, las estrofas, los poemas, los cuentos... “La poesía vino en mi auxilio”.Y luego, los cuentos para niños. Le escribió a la Mary niña, la que cuando vivía en Guapi quería una muñeca negra y jugaba a recoger conchas del mar o hacía muñecas de pan.Entonces, la ‘profe’, madre de dos hijos, licenciada en Español y Literatura y docente de primaria, bachillerato y que dicta conferencias en las universidades acerca de la afrocolombianidad, se hizó poeta y empezó a recorrer el país, invitada a festivales. Ha escrito cinco libros de poemas, dos de cuentos infantiles y grabado un disco compacto con sus obras.Y con sus palabras le cuenta a los de afuera cómo vive la gente de su tierra. De su Pacífico. De su Buenaventura, a la que llegó hace 32 años. Les habla de su dolor. De su lucha por su identidad. “Hemos tenido que luchar por abrirnos un espacio. En los textos que yo leía y luego enseñaba en el colegio solo estaba el negro traído como esclavo. Ahora desde la literatura puedo hacer resistencia”.“Y llegan al estuario de la bahía, sin cabeza, sin brazos y sin piernas. O simplemente una cabeza que no sabe donde quedó su cuerpo (...) Y los otros, se mueren de tristeza en las ciudades, los que alcanzaron a salir con suerte”.En este fragmento de su poema Desesperanza, Mary narra el dolor que ha visto en su Puerto. Aunque lo escribió hace cinco años, ahora, cuando los medios de comunicación y el Gobierno visitan su ciudad, asombrados por las llamadas ‘casas de pique’ y el hallazgo de diez cuerpos desmembrados en la bahía, ella recuerda su obra, como una evidencia que el lastre de la violencia y la pobreza lleva años enquistado ahí, en el puerto.Es contra esa violencia, que sus palabras luchan, “desde la literatura puedo convocar a la resistencia”. Y la convoca al exigirle al Gobierno que no los cacheteen ni los olviden con promesas sin cumplir.“La educación es la salida”Aifa Juri Gómez dice que tiene nombre europeo y apellido español. Que la llamaron así por una novela venezolana que su mamá veía. Mercedes Urrutia la escucha, la mira y sonríe. Aifa, quien fue madre comunitaria, ahora se desempeña como presidenta del comité de veeduría del Centro de Desarrollo Infantil construido en la Comuna 10. Es un grupo conformado por 50 personas, todas mujeres, que se reúnen cada mes para vigilar y participar con ideas en este proyecto, al que trasladarán a 164 niños de los doce hogares comunitarios de este sector.“Yo tomé la decisión de colaborar con mi comunidad. Y empezar a trabajar con la niñez, con esos niños criados por sus abuelas porque sus madres trabajan o están fuera de la ciudad. Entonces, ellos quedan vulnerables. Con ellos, es que hay que trabajar y estar pendientes”, dice Aifa, madre de una niña de 11 y de un niño de 3. Ella, al igual que Mercedes y la mayoría de sus otras compañeras, es madre cabeza de hogar. “Porque los hombres de aquí se han vuelto irresponsables”, explica. Pero no se dejó derrotar por el abandono la ayuda de la Fundación Carvajal, se volvió técnica en atención a la primera infancia y contabilidad. Ha estudiado gestión empresarial. “Porque hay que demostrarle a los niños de aquí que el futuro no es a través de las armas”, dice.A su lado está Mercedes Urrutia, otra luchadora. Madre de cuatro hijos. Mercedes, nacida en el Pacífico caucano, cuenta que su marido la dejó al poco tiempo de llegar a Buenaventura como desplazados. En el 2005 tuvieron que salieron de López de Micay, en un desplazamiento masivo, por los continuos enfrentamientos entre la guerrilla y la Fuerza Pública. Ahora quiere mostrarle a las mujeres y niños de su barrio que es con “la educación que pueden salir adelante”.Aunque adaptarse a la vida en el Puerto ha sido difícil porque en su tierra “estaba el río, el pan coger y aquí hemos estado sobreviviendo”.Acá ha aprendido, a través de los talleres que ha realizado, que no puede quedarse en el dolor. “Esta bien que estamos pasando una situación difícil, que venimos de un conflicto armado, que estamos en un conflicto. Tener esas ganas de que a pesar de las dificultades se debe buscar la forma de salir adelante. Mi propósito es estudiar, voy a presentar las pruebas Icfes y estudiar una carrera”.

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