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“Hay que desarmar la manera de pensar de muchos”: politóloga María Emma Willls

La politóloga María Emma Willls, quien ha participado en los diálogos de la Habana, cree que aunque tomará tiempo, la paz en Colombia es posible.

7 de septiembre de 2014 Por:

La politóloga María Emma Willls, quien ha participado en los diálogos de la Habana, cree que aunque tomará tiempo, la paz en Colombia es posible.

María Emma Wills es politóloga de la universidad de Los Andes. Tiene una Maestría en Ciencias Políticas de la Universidad de Montreal y estudios de Doctorado en el Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Texas. Ha sido investigadora del CINEP, directora de la Maestría en Ciencia Política del IEPRI y directora del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Los Andes. Desde hace cinco años es investigadora del Centro de Memoria Histórica. Es la única mujer que hace parte de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas, que, integrada por doce miembros, se instaló recientemente en la Mesa de Diálogo de La Habana. En esta entrevista habla sobre su experiencia como investigadora del conflicto armado en Colombia y da su visión sobre las perspectivas del proceso de paz que se adelanta en Cuba entre el gobierno de Juan Manuel Santos y la guerrilla de las Farc.¿Cree que la mirada de los colombianos ha cambiado en relación con el horror que han dejado cincuenta años de guerra?Así es, antes había una Colombia muy polarizada, absolutamente de espaldas a lo que ocurría en el marco de la guerra. Y como nosotros, en el Centro de Memoria Histórica veníamos de la academia, teníamos que responder a la rigurosidad de las ciencias sociales para reconstruir los contextos. A través de las víctimas nos conectamos con ese país desecho y desolado, porque si bien las víctimas estaban absolutamente abandonadas, nos daban sus saberes locales sobre lo que había ocurrido. ¿Había fuentes concretas de información?Claro, revisábamos permanentemente expedientes judiciales, periódicos y revistas, estudios, entrevistas y cifras de violencia. Así reconstruíamos el contexto de la guerra y su impacto en la vida de las mujeres, que era, básicamente, el mandato. ¿Mujeres víctimas de violencia sexual?No exclusivamente, mujeres en el marco de la guerra. Quisimos mostrar que las mujeres no son solo víctimas, sino también actoras políticas. Muchas habían pertenecido a organizaciones sociales y algunas habían transitado por grupos armados. Se trataba de romper el esquema mental, tradicional, de que las mujeres están siempre en la paz y los hombres en la guerra, porque finalmente las mujeres también tenemos opciones políticas y hacemos parte de organizaciones sociales y comunitarias. ¿Por qué describió su experiencia en las investigaciones como un “descenso al infierno”?.En la ciudad nos asomamos en los noticieros al horror de la guerra, pero cuando escuchamos de viva voz el testimonio de las víctimas, nos damos cuenta de que lo que ha vivido este país no tiene nombre. Hay muchos que dicen que esta guerra no ha sido tan terrible y se remiten a las cifras, pero no reconocen que la guerra colombiana ha sido no sólo desgarradora, sino supremamente cruel. Piense no más en las incontables mujeres que fueron violadas por grupos de hombres, en unos rituales de vejación y destrucción del cuerpo femenino, incomprensibles e inauditos.¿Hay alguna explicación para ese horror?No, en la mayoría de los casos no estaba en juego la tierra, ni el desplazamiento, ni había una motivación económica: se trataba de darle rienda suelta a una masculinidad perversa. Muchas veces los niños eran obligados a presenciar torturas. Pueblos enteros como el del El Salado, tenían que mirar cómo asesinaban y ahogaban a las personas, una por una. ¿Una organización política consigue deshumanizar a las personas?Sí, en general los seres humanos sienten repugnancia la primera vez que cometen un crimen, pero luego ocurre la llamada “disonancia cognitiva”, que consiste en que para poder convivir con lo que hacen, sin sentirse culpables, esas personas reordenan sus valores y trivializan sus acciones de una manera que deshumaniza al otro y terminan viéndolo como un anima. Así, sus actos ya no tienen ningún peso moral. Sólo cuando salen de esas redes -si es que logran salir- pueden recuperar conciencia del horror. Lo que quiero decir es que si bien hay un aprendizaje que convierte al hombre en masacrador y torturador, éste es tan maleable que tiene también posibilidad de redención. Cuando se logran acuerdos de paz, ¿los desmovilizados son realmente capaces de reintegrarse a la sociedad? Así como hay condiciones para volverse el peor asesino, tiene que haberlas para convertirse en el mejor ciudadano. Lo que ha ocurrido es que la violencia política fue reemplazada por una enorme violencia cotidiana que tiene que ver con condiciones y contextos. Todo ser humano necesita ser tenido en cuenta y que alguien le conceda un valor dentro de la sociedad. Pero, ¿qué encuentran los muchachos desmovilizados en general? Desprecio y desempleo, no futuro. Qué ocurre entonces? Vuelven al aprendizaje anterior porque es lo que les da un sentido de pertenencia y de identidad, en medio del vacío que les produce la transición. El problema no es preguntarse, individuo a individuo, si son malos e irredimibles, sino cuáles son los contextos que hacen que una transición sea exitosa o no.¿Y cuáles son esos contextos?Varios: empleo, educación, reconocimiento, valoración a través de las aptitudes o los conocimientos, que les procure un lugar digno en el mundo. ¿Qué explica la indiferencia de un gran porcentaje de colombianos hacia el horror descrito en el informe ¡Basta Ya!? Yo creo que la esfera de los movimientos sociales y del vecino solidario con el vecino, se construye históricamente o se destruye históricamente, y que en Colombia la guerra atravesó esa esfera y la hizo trizas. Aquí había movimientos de protesta, pero chocaban contra organizaciones que no estaban en sintonía y entonces se fue produciendo una especie de marchitamiento de la protesta. Yo siento que llevamos tanto tiempo en este conflicto que se han ido desgastando esas fibras ético-civiles que hay que rescatar. ¿Qué aportarán ustedes?Nuestro trabajo tiene que ver con una concepción pluralista porque, cuando se narra el pasado, siempre encontraremos distintas interpretaciones que tienen que ver con el rigor, pero también con las identidades desde donde se habla. Solo los regímenes totalitarios han soñado con verdades absolutas sobre el pasado de una nación, pero una sociedad que se pretende pluralista debe tener distintas narrativas sobre su pasado. Y lo que distingue a un escenario democrático, de un escenario autoritario, es que alrededor de esas narrativas no hay estigmatizaciones ni intolerancias. Las Farc argumentan que la violencia tiene sus orígenes en la Ley de Tierras de López Pumarejo. Dicen que hay que desclasificar una serie de archivos institucionales para saber qué pasó en esa época. Es decir, ellos jalan la pita por su propia identidad. Así se ve cómo la historia se construye desde la propia identidad y no desde el mundo objetivo. ¿Y si eso no sucede, como lo estamos viendo?Cuando se tilda al otro de terrorista, se lo expulsa de la comunidad política y se lo despoja de su ciudadanía, de sus derechos sociales y políticos, de su derecho a expresarse y se lo convierte en una persona que no piensa, no opina, ni tiene argumentos. Las memorias son plurales y todas valen, a excepción de las que estigmatizan, antagonizan y convierten a quienes no opinan como tú, en un ser que no merece respeto, y al que deshumanizan y despojan de sus derechos. A su regreso de Cuba usted dijo que venía esperanzada por lo que había visto, porque la relación entre las delegaciones muestra un proceso de escucha y aprendizaje mutuo, gratos de presenciar. ¿Por qué el resto del país no tiene esa sensación?Es que en Colombia hay mucho ruido. En Cuba yo estuve en una mesa donde estaban sentadas unas delegaciones que llevan dos años acordando reglas de juego y en esa construcción yo vi respeto. Qué es la democracia, sino una comunidad política en la que se respetan unos a otros y, finalmente, se reconocen en sus enormes diferencias. Eso fue lo que yo vi allá y por eso digo que allí está el germen de un país distinto. Pero en Colombia hay permanentemente dos extremas pronunciándose de manera vociferante.A esas “extremas”, ¿les falta información sobre lo que realmente pasa en Cuba?No, yo creo que sí están informados, pero ellas miran desde una identidad construida alrededor del enemigo por mucho tiempo, Entonces, si no hay enemigo ¿quién soy yo?, ¿cuál es mi identidad? Esas corrientes extremas tienen que vivir un proceso de transformación para llegar a entender que la democracia no está constituida por enemigos, sino por adversarios que hay que respetar. Aquí hay unas extremas que hacen la guerra por otros medios. Yo pienso que no solamente hay que desarmar a las Farc, sino también la manera de pensar de muchos colombianos. De lo contrario, esto no funcionará. Pero yo creo que aunque tomará tiempo, la paz es posible. ¿Cómo construir una forma más democrática de ver al adversario en este país?En el Centro de Memoria Histórica estamos construyendo una caja de herramientas para la enseñanza del conflicto armado en las aulas escolares, en clave de no repetición. El objetivo es que los chicos y los maestros aprendan a identificar qué es lo que lleva a una sociedad a degradarse hacia el autoritarismo y la guerra y cuáles son los mecanismos para transitar hacia el fortalecimiento democrático. Esta caja no solo pretende responder la pregunta de qué pasó en el país, sino por qué pasó lo que pasó, y estipular que no puede volver a pasar. Se trata de enseñarles a los muchachos a investigar y a convertirse en sujetos capaces de distinguir cuándo estamos pisando de nuevo la cascarita del autoritarismo. También se ha criticado la presencia de una delegación de las víctimas...Había víctimas de la fuerza publica, de las Farc y de los paramilitares y esa participación me pareció conmovedora. Hicieron un acto simbólico de darse la mano y ese acto tan simple mandó un mensaje muy poderoso de que podemos ser una comunidad política. ¿Tiene esperanza en el éxito de este proceso?Sí, yo antes no era muy optimista porque esta es una coyuntura tan volátil que uno tiene esperanzas un día y al otro no, pero lo que si quiero decir es algo sobre lo cual tengo una convicción total: si en este momento no se logra transitar hacia un acuerdo, lo que ocurrirá es que el país se va a polarizar y vamos a perder una oportunidad de cerrar definitivamente este conflicto. Y me temo que esa polarización llevará al país a una grave radicalización y a un empoderamiento de las fuerzas más extremas.

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