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Estudiante de Univalle cuenta cómo cambió su vida tras ataque de las Farc

Tiffany Ramírez Bojorge trabajó en el programa ambiental Nuestro Oxígeno, de Todelar, con su tío Carlos Alberto Ramírez.

15 de junio de 2012 Por: Alda Mera, reportera de El País.

Tiffany Ramírez Bojorge trabajó en el programa ambiental Nuestro Oxígeno, de Todelar, con su tío Carlos Alberto Ramírez.

Un estrépito la dejó aturdida. Una onda explosiva le quemó el rostro y sus brazos. Un estruendo le cambió su proyecto de vida. Un atentado contra otras personas le torció el destino.Así podría resumirse un aparte de la hoja de vida de Tiffany Ramírez Bojorge, una joven cuyo curriculum hasta el 21 de abril la presentaba como estudiante pilosa de 7° semestre de Tecnología en Ecología y Manejo Ambiental, carrera de la cual es la representante estudiantil, y de primer semestre de Tecnología en Manejo y Conservación de Aguas y Suelos, ambas carreras que adelantaba simultáneamente en la Universidad del Valle.Pero el 21 de abril Tiffany partió hacia Ibagué para reunirse con Julián Camilo Patarroyo Martínez, un amigo que había conocido en un encuentro estudiantil y venía de Bogotá a reunirse con ella durante ese fin de semana. A las 10:34 de la noche ella llamó a su mamá, Elizabeth Bojorge, para avisarle que había llegado y que todo estaba bien.Pero 9 minutos después la joven de apenas 20 años estaba entre la vida y la muerte. A las 10:43 p.m. llegó su amigo. Cuando él se bajó de una van de Velotax, ella corrió a saludarlo. Ambos alcanzaron a caminar unos diez pasos y cuando se abrazaron, un golpe ensordecedor los tiró al piso y un fuego abrasador les quemaba la piel. Los dos quedaron bajo un techo de Eternit que les cayó encima. La buseta de la que Julián Camilo se bajó, de placa SMR-|012, había explotado.Ella cree que pasaron unos dos minutos cuando quiso saber si estaba viva o muerta. En ese instante la razón hace todas las preguntas, pero no tiene las respuestas. Vio que sangraba y sentía un gran dolor porque el techo derribado por la onda explosiva le afectó la pelvis.El temor de que el carro se incendiara por la gasolina o que hubiese más explosivos los hizo salir de ahí. Entonces vio que los agentes de Policía estaban paralizados mirando y no reaccionaban. Fue ella quien tuvo que pedirles que solicitaran una ambulancia, que la llevó con 7 de los 9 heridos del hecho al hospital de Ibagué, donde fue recluida en cuidados intensivos. Allí le lavaron las partes afectadas y la llevaron a cirugía para reventarle las ampollas, le aplicaron mucha morfina para que soportara el dolor y al día siguiente la remitieron al Hospital Universitario del Valle, HUV, en una ambulancia, acompañada por sus padres, que ya habían llegado a Ibagué para acompañarla. Horas después comprendió que había sido una de las dos víctimas más afectadas de uno de varios atentados que la guerrilla de las Farc realizó en Ibagué en abril pasado. Por su amigo, a quien se le incendió el morral que cargaba en la espalda y sufrió quemaduras en los codos, Tiffany supo que al microbus en el que él venía, se subieron unos hombres en Melgar con muchas maletas, pero luego se bajaron en Mirolindo, antes de Ibagué, y no reclamaron el mortal equipaje, lleno de explosivos, que hicieron detonar por celular. Las autoridades atribuyeron el atentado a la guerrilla de las Farc. El comandante de la Policía Metropolitana de Ibagué, coronel Fernando Murillo Orrego, dijo en su momento que “la hipótesis más fuerte de inteligencia es que se trata del 21 Frente de las Farc comandado por alias Giovanny. El autor material habría sido alias Pipas para presionar a la comunidad en general, especialmente a los transportadores de servicio público, debido a las extorsiones”.Versiones extraoficiales dijeron que el atentado era porque, al parecer, la empresa a la que estaba afiliado el vehículo no aceptó pagar la vacuna. Tiffany reconstruye los hechos sentada en su casa al Oriente de Cali, donde su rostro parece recuperado de las quemaduras de primero y segundo grado. No así las graves lesiones de tercer grado en ambos brazos y manos.Dice que llegó a las 3:00 de la madrugada al HUV, donde casi no la reciben. Gracias a los practicantes de medicina que llamaron a los médicos de la Unidad de Quemados, su mamá logró que la recibieran.Desde el 9 de mayo que fue dada de alta y está al cuidado de su familia, recuerda esas tres semanas en las que la operaron 9 veces. Día de por medio le hacían la escarectomía, una cirugía en la que la llevan a quirófano, la anestesian y los especialistas remueven los excedentes de piel quemada para permitir que las células nuevas se vayan regenerando sin dejar cicatrices.“Fueron días muy difíciles porque además del dolor, no podía valerme por mí misma, los brazos los tenía vendados e inmovilizados, no me podía mover ni caminar porque el techo que cayó me golpeó la pierna izquierda y la pelvis, pero gracias a Dios sobreviví y estoy mejor”.Sin embargo, una sombra de tristeza se asoma en su rostro al ver que su grado de Tecnología en Ecología y Manejo Ambiental quedó aplazado para el año próximo y la segunda carrera que cursaba la tuvo que cancelar indefinidamente. Tampoco sabe qué pasará con el trabajo como secretaria administrativa en una empresa de ingenieros que había acabado de conseguir hace tres meses para costear su universidad, ya que estudia de noche. “Mi recuperación se demorará dos años en los que no puedo salir de la casa porque no me puedo exponer al sol ni al medio ambiente para evitar alguna infección, según me dijo el especialista”, dice la joven.Por eso, el profesor de Empresas Ambientales le dijo que le mandaría talleres para desarrollar en la casa y el próximo semestre tomará Inglés II, las dos últimas materias que le faltan para graduarse. Eso implica que Tiffany no puede volver a las salidas de campo que regularmente hacen en ambas carreras. Aparte de marginarse de la actividad que realizaba con grupos ecológicos, su pasión.Además, le cuesta trabajo conciliar el sueño. A veces le dan las 2:00 y hasta las 4:00 de la madrugada sin poder dormir. Y cuando lo logra, se despierta por las pesadillas. “Sueño que me estoy desangrando por un catéter que me ponían en cada cirugía, que pierdo un brazo o que me muero”, comenta.“Los atentados no le traen nada bueno a nadie porque lastiman a civiles que no tienen nada qué ver y causan mucho daño físico, psicológico y económico”, dice Tiffany con rela-ción a esta experiencia que milagrosamente no le costó la vida, pero se la cambió.

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