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“Es mejor la impunidad con paz que con guerra”: Íngrid Betancourt

La exsecuestrada Íngrid Betancourt dice que el país tiene una oportunidad de oro para la paz y que hay que escuchar al expresidente Uribe, porque él no es enemigo del proceso.

30 de junio de 2013 Por: Fenner Ortiz R. | Reportero de El País, Bogotá

La exsecuestrada Íngrid Betancourt dice que el país tiene una oportunidad de oro para la paz y que hay que escuchar al expresidente Uribe, porque él no es enemigo del proceso.

De la imagen de una Íngrid Betancourt derrotada en la selva, con su cabello deslizándose por su hombro izquierdo hasta la cintura y su mirada enclavada en el piso ya no queda nada. Hoy, a cinco años de su liberación, es otra mujer, que si bien mastica sus recuerdos, dolores y lucha contra los demonios del cautiverio, dice que hay que perdonar y cree que la paz es el único camino que debe seguir Colombia.En entrevista exclusiva con El País vía Skype, desde Londres, donde estudia, Betancourt habla de su vida, el proceso de paz y la política, todo desde la óptica de una mujer que no descarta el regreso.El 2 de julio se conmemoran cinco años de la Operación Jaque que la trajo nuevamente a la libertad después de siete años de cautiverio. ¿Cómo ha sido su vida desde entonces?Han sido cinco años muy intensos porque tocó volver a empezar de cero. Cuando salí de la selva nada de lo que era mi vida anterior seguía en pie, llegué como a otro planeta. Mi papá había muerto, mis niños habían crecido y eran adultos, mi esposo ya no estaba en el hogar, no había hogar en realidad; no tenía trabajo, tampoco quería volver a la política porque sentía que era algo que implicaba mucha tensión y no estaba lista para asumir esa exigencia y empezó un proceso de reconstrucción porque la selva lo deja a uno con muchos traumatismos. Hay miedos, inseguridades, desconfianza y todo eso lo lleva a uno a reconstruirse y a reconstruir la relación con las personas que uno quiere. Para mí era muy importante la relación con mis hijos. Fueron cinco años como de volverse a encontrar con uno mismo y su sitio en el mundo y volver a tener una vida.¿Sería arriesgado decir que la Íngrid que salió de la selva no era ni la sombra de la que secuestraron las Farc en ese febrero del 2002?Cambiaron muchas cosas en mí, pero creo que lo fundamental es que la esencia de lo que soy sigue igual, sigo siendo una persona muy comprometida con lo que pasa en el mundo, con ganas, muy inquieta por participar en cambios que me parecen importantes y poco a poco he vuelto a retomar esa conexión con el mundo, de volver a asumir combates, apoyar causas, eso ha sido importante. Claro que cambié muchísimo, pero lo fundamental quedó ahí.Cuando usted sale del cautiverio dura un período muy corto de tiempo en el país y se marcha. Sus visitas son casi nulas. En últimas, ¿usted se siente como una exiliada de Colombia?No, yo no estoy exiliada porque el exilio implica un castigo, un dolor, como que uno se siente que no puede volver, pero yo con Colombia no tengo ese tipo de relación, yo quiero a mi país, siento que puedo volver cuando quiera. Si no lo he hecho es porque han confluido una serie de elementos. El primero es que aún tengo cicatrices que tengo que cerrar. Adicionalmente, pienso que era necesario estar en un sitio donde no tuviera la necesidad de quedar tan expuesta a la opinión pública. Al regreso de la selva una de las cosas que fue difícil fue la mediatización y esto implicó, de pronto, una pérdida de intimidad y de privacidad, que era lo que más necesitaba después de un secuestro. Creo que estar por fuera del país era una medida para volver a encontrar un espacio para poderme reconstruir, obviamente en Colombia hubiera implicado la notoriedad, tener que estar con escoltas y no quería más escoltas, había estado siete años con guardias vigilándome las 24 horas, y parte de recobrar la libertad era no tener digamos esa presencia constante en la espalda. También mi familia estaba muy nerviosa de que yo estuviera en Colombia, había una sensación de que había peligros. Eso poco a poco se ha ido superando.¿Cuáles son los sentimientos que usted tiene con las Farc?Son sentimientos muy encontrados, porque fueron siete años de un dolor inmenso, en unas condiciones muy, muy duras, de mucha humillación, de mucha crueldad. Es un ejercicio difícil, creo que a todas las víctimas nos pasa igual, tenemos un dolor en el alma y todavía cuando hablo de la selva, lo tengo muy a flor de piel, como que todavía me duele muchísimo, pero también en las Farc veo un cambio y sé que también han sido víctimas de muchas cosas como lo hemos sido todos los colombianos. Entonces, llega un momento en que la reflexión tiene que ser, abrir espacios para ponerle fin a una situación que no es la personal, a uno le duelen cosas en lo personal muy profundamente, pero por encima de ese dolor está lo importante que es para Colombia la paz. Ya que habla de paz, ¿cómo ve el proceso que se realiza en La Habana?Creo que es la oportunidad de oro de esta generación para hacer la paz. Esta es una cita extraordinaria que tenemos con la historia, que puede o no concretarse. Si se logra el país se dispara, porque Colombia tiene un potencial inmenso y creo que tenemos lo que se necesita para ser un país líder. Es un país fuera de serie, pero está trancado con la violencia y en estos momentos tenemos una oportunidad de superarla y todos tenemos que aportar nuestro grano de arena porque es algo difícil, no es algo que podamos hacer con ligereza. A todos nos duele, nos cuesta, tenemos inquietudes, dudas, tenemos cosas que nos duelen y no es fácil perdonar, pero nos toca hacer el camino.Usted se refiere al perdón. ¿Cree que los colombianos tienen esa capacidad de perdonar a la guerrilla?Es muy difícil hablar por los demás, porque cada cual tiene un dolor íntimo y las circunstancias que cada cual vive son diferentes, pero tengo la convicción de que los colombianos tienen el mejor corazón, que está perturbado y traumatizado por todo lo que nos ha tocado vivir, pero en el país hay mucha generosidad. Creo que las víctimas son las que probablemente más van a aportar al proceso, porque hemos sido víctimas y no queremos que esto le pase a nadie más, ni a nuestros hijos ni a nuestros nietos, ni a nadie más. Pero, obviamente, los saboteadores, por poner algún nombre, o las personas que están en contra de la paz no son las víctimas, son personas que han hecho del conflicto su negocio, económico o político, entonces tienen que analizar la situación y ver que esa paz también es atractiva para ellos. Esto tiene que ser una paz buena para todos.En sus palabras se evidencia un contraste, porque el expresidente Álvaro Uribe, con su política de seguridad fue quien logró su libertad, pero él hoy no apoya el proceso...Creo que Uribe es un elemento esencial en este proceso y la voz de él es muy importante que los colombianos la oigamos con mucho respeto, porque si en este momento podemos hacer la paz es por los cambios que él hizo en el país. Si no hubiera lanzado el Plan Patriota y no hubiera tomado las decisiones que adoptó... Él fue quien abonó el terreno para la paz y por eso lo tenemos que oír con cuidado y mucho respeto. No creo que el presidente Uribe esté en contra de la paz, él intentó en algún momento acercarse a la guerrilla y explorar caminos para la paz. Creo que él está reflexionando como un expresidente en los escollos que tenemos que evitar, sus críticas las tenemos que oír para tener un mejor proceso de paz, eso es lo que nos corresponde, es decir, que cada voz que se levante nos permita analizar mejor lo que está sucediendo y creo también que esto le pone a la guerrilla un nivel alto, porque el proceso de paz es una negociación difícil.Hay quienes dicen que para lograr la paz se requiere de un grado de impunidad y eso es lo que critica el expresidente Uribe...Creo que esa es una pregunta que nos debemos hacer todos. Contesto desde mi perspectiva. Todos estos años de guerra han sido años de impunidad. ‘Manuel Marulanda’ murió en su ley, tranquilo, de viejo; el cura Pérez también murió en su ley. La guerra da impunidad, lo que quiero decir es que los colombianos con la paz hacemos el mejor negocio. Si hablamos de impunidad eso es lo que hay de hecho, pero es mejor que haya impunidad con paz a que haya impunidad con guerra. Es importante que entendamos que nos va a tocar aceptar cierto grado de impunidad, como algo que vamos a aportar para que la paz sea apetecible para todos, no tomándolo como impunidad sino como un gesto de perdón que también tenemos que hacer, eso no quiere decir que tengamos que cerrar los ojos, que olvidemos, que sea borrón y cuenta nueva, no, las víctimas tienen que conocer qué pasó. ¿Ha pensado volver al país?Yo siempre pienso en volver a Colombia, claro. Pero si no lo he hecho es porque no me he sentido lista, estoy dándome un espacio para estar tranquila y para vivir una vida agradable, para prepararme, para ser mejor ser humano, de pronto para poder servir en el futuro, no sé. Creo que uno va encontrando en la vida como los momentos adecuados, lo que Dios quiera para el momento de volver.¿Qué pasó con la Íngrid política, se quedó en la selva?Bueno, depende de lo que uno entienda por política. Creo que la política no necesariamente tiene que ser electoral. Yo hago política todo el día, cuando estudio teología hago política. Estoy haciendo política apoyando muchas causas importantes, que tienen que ver con los derechos humanos. Francia tiene unos secuestrados que llevan mil días que fueron capturados por los Talibanes en África, en Malí y las familias han recurrido a mí y están sufriendo muchísimo, entonces ahí siento que puedo aportar, consolar y reflexionar con ellos. Estoy activa en una causa que es esencial y es la resistencia iraniana, porque están pasando cosas espantosas y el régimen iraní es misógino, a las mujeres las sacaron del mundo, no tienen derecho, eso no lo podemos tolerar ni callar y el mundo se calla porque Irán tiene petróleo, porque es poderoso, porque le tienen miedo, porque tienen la bomba atómica. Entonces uno no se puede callar, hay muchas cosas en el mundo en las cuales uno puede actuar y también en la paz en Colombia, reflexiono, leo y pienso en eso.¿Y esa política que la caracterizó a usted, la electoral, dónde queda?Pues por el momento no, porque estoy en otra actividad. Adicionalmente, creo que el tema de la política, si bien han cambiado muchas cosas, tiene que ser diferente, es decir, que no puede ser una contienda de calumnias, de mentiras, chismes, tenemos que darle altura.Usted estuvo en la picota pública cuando anunció que iba a demandar al Estado por su cautiverio. ¿Cómo vivió ese momento, por qué tomó esa decisión?¡Uff!, eso fue una pesadilla. Tomé la decisión porque era lo normal, todos mis compañeros estaban en el proceso de presentar sus reclamaciones, me llamaron, era algo que era como lo normal, la Constitución y la ley lo permitían. Creo que hubo una manipulación política dirigida a acabar conmigo. Fue una estrategia perversa, alimentada por un análisis de la situación que atemorizó a una parte de la clase política. Yo estaba muy arriba en las encuestas, no porque estuviera haciendo política, sino por el hecho de la liberación y porque el país me acogió con mucho amor, esa es la verdad, mi salida de la selva produjo una felicidad inmensa. Eso se tradujo en una gran afinidad entre Colombia y yo y eso asustó a mucha gente y vieron en esto la posibilidad de acabar esa relación bonita con Colombia. De hecho lo hicieron de una manera muy fea, porque fue una distorsión de la realidad. Fue muy doloroso.¿Usted se sintió como un trofeo de las Farc, como se dijo en algún momento?Sí, claro. Durante los siete años fue así, si a mí no me libera el presidente Uribe y la Operación Jaque, probablemente, todavía estaría allá.

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