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Delincuentes convierten al río Cauca en su ‘autopista’

En barrios como Floralia, Petecuy y Alfonso López hay unos delincuentes que usan el cauce para mover armas, drogas y ocultar cadáveres.

9 de junio de 2013 Por: Redacción de El País

En barrios como Floralia, Petecuy y Alfonso López hay unos delincuentes que usan el cauce para mover armas, drogas y ocultar cadáveres.

Le dicen Ojos porque presume que nada se le escapa a su mirada cuando de encontrar algo se trata. Ese día intentaba hallar una moto que se acababan de robar. Le habían dado pistas sobre el ladrón y él se sentía con suerte. Entró a una casa, una de las tantas que en Petecuy Etapa I colindan con el río Cauca. Confrontó al chico que vive allí, le dijo que sabía que él se había robado esa moto y que la quería de vuelta.El chico se le quitó de en medio y lo invitó a entrar a la casa. Le dijo con seguridad pasmosa que no iba a encontrar nada, que podía poner todo patas arriba pero que no la hallaría. Que la moto allí no estaba. ‘Ojos’ registró todo el sitio. Salió por una puerta trasera, hasta la orilla del río Cauca. Pero no encontró nada. Un lazo grueso, anudado a un árbol y que iba directo al agua le llamó la atencióna. ‘Ojos’ empezó a jalar, tuvo que hacerlo con mucha fuerza porque atada al otro extremo del lazo, como si fuera la carnada de un pescador de peces gigantes, estaba amarrada la moto. Oculta bajo las aguas turbias del Cauca. El río fue cómplice de un delito.La astucia criminal no solo funcionó esa vez, para intentar engañar a ‘Ojos’. En Floralia un barrio ubicado a pocos kilómetros de Petecuy, un hombre que acostumbra a fumar antes de dormir, dice que disfruta de arrullarse con el murmullo del río.Cuenta que cuando está allí, arropado por el manto de la noche ve pasar lanchas pequeñas, tripuladas por hombres encapuchados que no delatan su presencia porque viajan con los motores apagados.El hombre no sabe quiénes son. Pero, sabe quiénes no son: ni pescadores ni areneros. Ninguno de los dos navega de noche y menos por esos sitios que los peces prefieren no transitar.La Policía aventura hipótesis. Dicen que esos navegantes son en realidad delincuentes que usan el cauce del río Cauca para transportar armas, drogas y hasta para movilizar personas entre los departamentos del Valle y Cauca. El imponente afluente es usado para cometer delitos más de una vez. Es imposible saber cuántas toneladas de drogas pueden mover. Se sabe que descargan sus barcazas en casas que están en las orillas, pero nadie puede decir con exactitud cuánto dinero se mueve en este negocio de astucia fluvial. Lo que es claro es que la gente que vive allí, en el jarillón, donde la ciudad se acaba, dice que en ese lugar la ilegalidad es lo normal, como que salga el sol, como que sople el viento.Nada, o casi nada, funciona con reglas estrictas sobre el jarillón del Cauca: las conexiones de agua y energía son ilegales en los asentamientos no formales que hay a orillas del río. Mucha gente se muere de balazos, de puñaladas. Mucha.Hasta hay un hombre que se dedica a contar esos muertos. Antes era policía y se le quedó el vicio de investigar.Lleva una lista. Tiene amigos en los barrios de la Comuna 6 que están al borde del río. Los llama todos los días para que le digan si alguien perdió la vida por culpa de pandillas, de extorsionistas, de ladrones.Lleva una lista que ya suma 50 cuerpos. Las autoridades hablan de 37. El hombre de la lista dice que esta semana hubo dos asesinatos. Dos muchachitos, de menos de 18 años cada uno. Nadie los reconoce, dicen que no son de la comuna. Los mataron, dicen también, en una casa abandonada en un sitio que llaman Cinta Larga. Una invasión. Allí, supuestamente los descuartizaron igual que si fueran reses. Sus miembros cercenados fueron a parar a las aguas del Cauca. Una vez más el río sirve como escondedero para los ilegales.El jueves mataron a ‘Chinga’. Lo torturaron y lo metieron en un costal luego de balearlo. Tenía 13 años.Quienes viven allí, en donde Cali se acaba, dicen que para mantenerse vivo hay que tener siempre la cabeza agachada. Que desde que existen proyectos de reubicación de familias desplazadas que antes vivían sobre el jarillón hay una amenaza nueva: gente de fuera de Cali se ubica en las casas que antes eran ocupadas por los desplazados. En Cinta Larga, la invasión que está pegada a Petecuy los llaman los ‘Bonaerenses’. Llegaron allí hace un año. Primero eran once, hoy son unos 30. En la estación de Policía del barrio dicen que estos hombres, venidos del Puerto, que afirman ser ‘Urabeños’, tienen armas largas y están controlando el negocio del microtráfico.Un funcionario de la Alcaldía, especializado en Derechos Humanos, explica que sobre el jarillón hay al menos seis grandes ollas de expendio de drogas y que cada una puede dejar ganancias de hasta cuatro millones de pesos al día.De allí el interés de los ‘Bonaerenses’ en controlar esos expendios. Y lo están haciendo con sangre y fuego. La Policía dice que es probable que parte de la droga que ahora se distribuye en esa zona provenga del departamento del Cauca y esté siendo movilizada en las lanchas silenciosas que navegan el río en las noches. La Policía dice que ese control por el tráfico de las drogas ha disparado la violencia en la comuna. Según datos del Observatorio Social de la Alcaldía tres de los barrios de la Comuna 6: Alfonso López, Floralia y Petecuy están entre los 20 más violentos de la ciudad. El año pasado no figuraban en ese listado.Fuego contra fuegoEl secretario de Gobierno de Cali, Carlos José Holguín, anunció hace dos semanas que las autoridades planean iniciar un patrullaje fluvial en las zonas más problemáticas del río. Holguín dice que está al tanto de la violencia y de los otros delitos que denuncian los vecinos de la zona. Sin embargo, el proyecto todavía no parece tener un norte claro. Por ahora se habla de emplear dos lanchas que estarán tripuladas por miembros de la Policía. La idea, hasta ahora, es que los uniformados puedan realizar una vigilancia de 24 horas.“Nosotros sabemos que la Comuna 6, hacia los lados del jarillón, tiene problemas de seguridad. Esperamos poder cortar el camino a ilegales que usan las aguas para cometer delitos. Se tiene calculado que en tres meses se empiecen esos recorridos en lancha”, dijo el funcionario a El País.La estación de Policía de Floralia sería, inicialmente, el punto en el que las dos lanchas estarían ubicadas para iniciar desde allí los recorridos. Allí harían cambio de turnos y recargarían combustible. Hasta el momento no se tiene contemplado que haya un CAI terrestre. Los vecinos de la zona no confían demasiado en el proyecto. Dicen que han visto cómo hombres han apuntando armas desde las orillas del Cauca a tripulantes de las lanchas de la CVC. Dicen que temen que haya sicarios que quieran jugar a tiro al blanco con los policías. El comandante de la Policía de Cali, general Fabio Castañeda, afirma que la idea es poder ofrecer apoyo terrestre a las lanchas. Afirmó que está en capacidad de destinar catorce hombres para que se distribuyan en las dos lanchas.Además, la Policía espera que con una mayor presencia de uniformados, se logre aumentar las capturas por orden judicial. El Secretario de Gobierno confirmó que a Cali, especialmente a zonas de vivienda irregular en el jarillón, están llegando personas que son requeridas por diferentes delitos en otros municipios. Eso es confirmado por el comandante de la Policía de Buenaventura, Óscar Gómez, quien afirma que miembros de inteligencia han señalado a estas zonas de invasión como receptoras de miembros de bandas delincuenciales como la ‘Empresa’ y de la bacrim de los ‘Urabeños’.Entre tanto, la astucia de los delincuentes sigue encontrando en el río una herramienta, un cómplice. Las autoridades ahora quieren que el río les colabore a ellos pero a combatir a esos delincuentes a los que se enfrentan cada día.Alquilan ranchosUn líder del barrio Petecuy, denunció en este diario que dos familias que viven en la invasión Cinta Larga del Jarillón del Río Cauca y que fueron beneficiadas con las 500 casas gratis del proyecto Llano Verde que entregó el presidente Juan Manuel Santos habrían alquilado sus antiguos ranchos de invasión.“En el barrio, se escucha el rumor de que los ranchos ya fueron arrendados. Aún, adentro, hay muebles. Dicen que a esos ranchos se están pasando personas que se esconden d la Policía, que pagan para desparecer”.

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