Loading...

Arte para sanar heridas: el pincel, la palabra y la canción de La María

Proceso de la mascara

‘Pintar para no olvidar’ es el nombre de la obra con que el artista Juan Daniel Otoya Vernaza rinde un tributo a la memoria de lo ocurrido en la Iglesia La María, donde fue secuestrado cuando tenía apenas 11 años, junto a su hermano Tomás, a su mamá Isabella, y a su papá, Alfredo. Se trata de una colección de cuadros que harán parte del Centro Nacional de Memoria Histórica. Jules Heartly (Julia Becerra), es la autora del libro Save Your Prayers, que en español será traducida como Rehenes en misa y que cuenta la historia del secuestro, en especial de Luis Iragorri y que será lanzada este mes de septiembre. Patrick Martínez es el autor de ‘Huele a la libertad’, una canción que compuso durante su cautiverio y que habla de esa experiencia en las montañas, secuestrado por el Ejército de Liberación Nacional, ELN.

Estas son sus historias.

1. El pincel de Juan Daniel Otoya

Una multitud protesta en una vía principal. Sus rostros reflejan el repudio, la desolación, la rabia. Y sus manos agitan banderines con un mensaje certero: NO MÁS. La imagen aparece sobre un lienzo blanco y ha sido plasmada en tonalidades grises. Juan Daniel Otoya, el artista, pule los últimos detalles para llevarla este jueves a la Iglesia La María, junto a otros seis cuadros. ‘Pintar para no olvidar’ es el nombre de la obra completa. Pintar para recordar que este 30 de mayo se conmemoran 20 años del secuestro masivo más grande del país.

-Mi trabajo como artista cambió cuando me atreví a pintar mi dolor como víctima de este secuestro. A mis once años, fui secuestrado por el ELN, junto a mis padres y un hermano en la iglesia La María. Sólo cinco meses después, logramos reencontrarnos.

Juan Daniel describe así el porqué de sus retratos del secuestro, que entre hoy y el lunes estarán expuestos en la Iglesia La María y que harán parte del Centro Nacional de Memoria Histórica, con el fin de que al darse apertura al Museo de la Memoria de la ciudad, estén allí exhibidos al público

“Asistimos a los 20 años de este secuestro, con la misión que tenemos de reconocer a las víctimas y dignificarlas. Convocamos a la ciudadanía del Valle y a los ciudadanos de todo el país a recordar este hecho doloroso que afectó a muchas familias”, manifestó Darío Acevedo, director del Centro de Memoria.

Acevedo precisa que realizarán un trabajo de recordación y memoria tanto con los ex secuestrados de La María como con los del Km. 18, el otro secuestro masivo que sacudió a Cali, el 17 de septiembre de 2000 y en el que murieron tres personas.

La historia de Pintar para no olvidar, se remonta tres años atrás, cuando Juan Daniel decidió como tesis de grado de su carrera de Artes Visuales de la Universidad Javeriana, contar su experiencia como secuestrado de La María. Entonces plasmó cuatro imágenes, con una mirada más íntima del niño de entonces, del artista de hoy. Su tesis es una especie de catarsis; de encontrarse consigo mismo y de curar una herida abierta.

De ese primer momento hacen parte ‘Demencia terrorista’, que revive la imagen de los plagiados en un camión, vigilados por el ELN; ‘Reencuentro’, que narra cuando él es liberado y se funde en un abrazo con sus tíos en la Tercera Brigada; ‘De la montaña llegan cartas’, que corresponde a una prueba de supervivencia, donde aparece su mamá, Isabella Vernaza, junto a otras víctimas del secuestro, y ‘Familia reunida’, que reproduce una foto publicada en El País de entonces, el 13 de noviembre de 1999, cuando su papá Alfredo Otoya recobra la libertad y de nuevo toda su familia estuvo completa .

“La pintura me ha permitido sanar ese episodio, expresarme y poder hablar de ello. Mi objetivo con esta obra es llegarle a la gente, generar una reflexión en torno a la violencia y a lo que es el conflicto armado; que la gente comprende que algo así no se debe repetir”, explica Juan Daniel.

Hoy, tres nuevos cuadros hacen parte de este relato visual. Uno corresponde a las marchas que entonces se dieron en el país, siendo la más significativa la del 7 de junio de 1999, bajo el lema del ‘No más’, un repudio al secuestro masivo de civiles. La segunda retrata el croquis de cómo fue el secuestro, inspirada también en una infografía de este diario. Y la tercera es un homenaje a monseñor Isaías Duarte Cancino, ‘El obispo de la paz’ quien fue el gran pastor de las familias de los secuestrados, y quien fue asesinado el 16 de marzo de 2002, al concluir una celebración de varios matrimonios, en la Iglesia El Buen Pastor del barrio Ricardo Balcázar.

Esta tarde del jueves 30 de mayo de 2019, por la memoria y la no repetición, estará Juan Daniel en la Iglesia junto a su familia y a las demás víctimas del grupo La María, conmemorando ese día que hoy el pincel retrata para un país con tantas cicatrices de guerra y que tiene inscritas en la piel las huellas de La María.

2. El libro Rehenes en misa, la historia escrita por Julia Becerra.

A Julia Becerra siempre le gustó escribir. En la Universidad del Valle, donde estudió historia y después economía, se le podía encontrar fácilmente en los círculos literarios, aunque en ese entonces era una autora que no publicaba.

En la Universidad conoció a su esposo, un profesor que un día cualquiera viajó a Estados Unidos para hacer un doctorado en economía, y Julia se fue con él. Desde entonces, hace ya un par de décadas, se radicó en N ueva York.

Durante muchos años se dedicó a su carrera como economista en La Gran Manzana. Relegó el oficio de escribir, pero no de leer.

Cuando tuvo sus hijos comenzó de nuevo a imaginar historias para niños. Su hijo era un lector voraz, y no importaba cuántos libros había en casa, cada noche quería disfrutar nuevos relatos. Julia decidió escribirlos.

Algunos años después, a mediados de 2012, se encontró con un compañero de estudios de la facultad de economía de Univalle: Luis Iragorri, una de las víctimas del secuestro masivo que cometió el ELN el 30 de mayo de 1999 en la iglesia La María de la Comuna 22 de Cali, hace ya 20 años.

Mientras se tomaban algunos vinos, Luis le compartió a Julia lo que él había escrito sobre el secuestro; una especie de diario de lo que fue su vida en las montañas de Los Farallones. A Julia le impactó el relato pero sobre todo, lo que le contó Luis enseguida: el drama de su esposa y sus hijos durante los casi 6 meses que duró el cautiverio. Ese día lloraron juntos. Julia dijo: esta historia, la de las familias y las huellas ocultas que les dejó el secuestro, debe ser contada.

La novela está escrita en inglés. Se titula ‘Save Your Prayers’ (‘Ni para que rezar’). La traducción al español está en proceso. Se titulará ‘Rehenes en misa’. En Cali y el resto del mundo se podrá leer a mediados de septiembre. Julia ( firma el libro como Jules Heartly) está al teléfono desde Nueva York.

Cuando comencé a escribir la novela estaba trabajando. Escribía una página un día, otra la siguiente semana, cuando tenía tiempo, y así. Hasta que llegó un momento en que me di cuenta que para enfocarme en la novela tenía que renunciar a mi empleo. Tomé una decisión muy importante para el proyecto: hasta no terminar de escribir, no aceptaría ningún contrato de trabajo.

Cuando Luis Iragorri me dejó ver su escrito sobre el secuestro me sorprendió mucho. Él siempre ha sido muy sensible con el tema. Contaba algunas cosas de lo que le había sucedido, pero no profundizaba. Le era difícil.

Recuerdo una de las pocas anécdotas que me contó antes de dejarme leer su diario. Un día fuimos a comer a Miami y le pregunté qué quería: ¿mexicano, peruano, colombiano? Y él me respondió: “cualquier cosa que no sea arroz con lentejas”.

Cuando yo estudiaba con él en Univalle, lo que comíamos en los paseos era arroz con lentejas. Era uno de sus platos favoritos. Pero después de comer 6 meses lo mismo durante el secuestro, no quería volver a ver unas lentejas. El día que lo liberaron, su familia quería recibirlo de la mejor manera y obviamente no sabían qué había comido en la montaña. Por eso le tenían listo un gran plato de arroz con lentejas. Él me contaba eso a carcajadas, pero, antes de mostrarme lo que había escrito, Luis prefería no hablar de lo que le pasó.

Además de su testimonio, para la novela viajé a Colombia y entrevisté a otras víctimas, lo que me permitió profundizar en la esencia de la historia: el drama de las familias. La novela gira en torno a la familias, esa historia desconocida de lo que padecieron los niños, los jóvenes, las esposas.

Los niños por ejemplo expresaron ese golpe emocional a través de rebeldía, apatía escolar, pesadillas, desórdenes alimenticios. Recuerdo uno de los niños con los que hablé. Cuando cumplió años le organizaron una fiesta, un pastel, un montón de regalos, bombas.

El niño bajó de su cuarto, tocó cada bomba, miró los regalos y cuando llegó al pastel, le dijeron: “pide un deseo”. Él dijo no, no voy a comer pastel, lo voy a guardar para cuando mi papá llegue. Entonces la mamá le dijo: “abre los regalos”. El niño dijo no, los regalos tampoco los voy abrir, los abro cuando mi papá llegue. Y se subió a su cuarto y no quiso interactuar con nadie. Tenía 5 años.

Ese niño que hoy es un joven todavía tiene un trauma muy grande. Años más tarde, cuando fue a la finca de los abuelos, de pronto llegó uno de los mayordomos con unas botas pantaneras. El joven empezó a gritar y a llorar porque pensó que era un guerrillero y la familia tuvo que irse de la finca. El del secuestro es un trauma que se queda ahí y del que no se habla mucho porque algunos no se quieren acordar.

La novela trata de esos asuntos tan íntimos y poco tratados. Niños prisioneros en su vida diaria, prisioneros emocionalmente. Nada les sabía igual que antes.

Lo mismo pasa con un sentimiento como la culpa, que atraviesa la historia. Cuando uno no se puede explicar algo como un secuestro masivo en una iglesia, busca darle una explicación y echarle a alguien, o a algo, la culpa. Por ejemplo uno de los personajes de la novela me contaba que ella se sentía muy culpable porque no estaba en la casa el día del secuestro. No fue a la iglesia. Pero me dijo que ella hubiera querido ir porque sentía que al no haber estado en el secuestro, quedó por fuera de la familia, por fuera de algo tan trascendental que les pasó a todos. Como que compartían algo muy especial de lo que ella no era parte y eso la golpeaba mucho y de eso tampoco se habla. Ella no había hablado el tema con nadie y al contármelo fue como sacarse ese peso del pecho.

Hay personas que inspiraron la novela que incluso en este momento, 20 años después del plagio, siguen asistiendo a psicoterapia porque no han podido superar del todo ese evento. Aún hay temores, aún hay dudas.

Algo que hay que dejarle claro al lector, sin embargo, es que, aunque todo está basado en hechos reales, en personajes reales, la novela es eso: una novela, ficción. Se trata que el lector entienda la situación de los protagonistas pero no diga ah, es fulana de tal. Muchos apartes de la historia están recreados desde mi imaginación a partir de algún detalle que me contaron.

Lo que entendí con esta obra es que las personas que han sido víctimas directas de la guerra son las que están dispuestas a perdonar. Las personas con las que yo hablé por lo menos, estaban del lado del perdón. Por eso la importancia de estas historias: reconstruir el pasado para no olvidarlo, no repetirlo. Creo que secuestros como el de La María despertó en Cali una sensibilidad especial frente a la violencia, a la guerra, la certeza de insistir en la paz.

Y como víctimas, merecen este reconocimiento, esta novela. Hice lo mejor que pude para darles méritos a sus historias. Yo quiero que las familias sientan que son reconocidas, que sus dolores y sus momentos difíciles valieron la pena, que han sido escuchadas, que no hay oídos sordos. La novela, es mi intención, quiero que sea un honor para ellas. Quiero hacerles honor incluso a las que no mencioné, pero que se pueden reconocer en las historias del libro.

Que cada familia sepa que será recordada, que sepa que las admiramos por su fortaleza, por su coraje. La novela nuestra que a pesar de las dificultades, a pesar de las situaciones, siempre hay una esperanza. La fortaleza y el coraje no era solo de los secuestrados.

3.Patrick Martínez y su canto a la libertad

“Solo dime quién ama más su libertad, que alguien que ha pagado una condena, sin merecerla. Solo dime quién quiere más vivir tranquilidad, que alguien que ha tejido sus problemas, entre la guerra…”

Este es el inicio de la canción ‘Huele a libertad’, escrita por Patrick Martínez en las montañas de los Farallones de Cali. El día del secuestro Patrick estaba junto a su mamá, Cecilia Ruiz. A ella la liberaron el 15 de junio. Él, en cambio, estuvo hasta inicios de noviembre del 99, e hizo parte del grupo que se conoció como el G-15 (conformado por 15 plagiados) y pasó un sinfín de momentos que aún relata con suma fidelidad, pero que ya no son más que un recuerdo.

“En el secuestro alcancé a componer varias canciones. Una de ellas se llamó 'Fuerza Colombia', que fue importante, porque era muy representativa del grupo G15. Ahí hablaba de los que estábamos viviendo”.

El coro de ‘Fuerza Colombia’ dice:

“Todas las mañanas cuando sale el sol, somos más valientes que el día anterior; por si alguno cae, nos podamos apoyar. Y después desde la casa, nos riamos al llegar…”.

Hace diez años, este administrador que se dedica por hobby a la música, realizó un proyecto musical en el que lanzó la canción Grita, también inspirada en esta experiencia. Pero con el tiempo se dio cuenta de que “la canción más importante era 'Huele a Libertad' porque expresa el sentimiento que tenía en esos momentos, y que fue, curiosamente, la primera que escribí en cautiverio”.

¿Cómo ve a Cali y a Colombia 20 años después de La María?