La estocada final al río Cali se la da el abandono, la falta de civismo y la miseria que florece en sus orillas y bajo los puentes de la ciudad, en sus últimos siete kilómetros de recorrido.
Lo que dice Efraín Torres, jefe de acueducto de Emcali, es que es en la margen derecha donde se genera el mayor impacto humano sobre el río, porque es en esa franja donde están las invasiones: Desde la parte posterior de las bodegas de la antigua Industria de Licores del Valle (que contaminó el río por muchos años), hasta el jarillón de Floralia, pasando por la Isla y Camilo Torres.
Cientos de cambuches, no se sabe cuántos, se recuestan sobre el río; han rellenado con escombros sus riberas para levantar paredes de plástico y esterilla. Son 422 tonelada de escombros, basura y aguas negras que se chorrean cada año al cauce tutelar y terminan con su vida. Buena cantidad proviene de ese mundo sórdido de asentamientos inseguros donde a veces no entra ni la Policía.
Poltronas y muebles viejos se han detenido en el lecho seco del cauce bajo el puente de la Calle 44 con Carrera 9N, sobre cuya estructura transitan miles de carros cada día a gran velocidad.
Sin embargo, debajo del puente -pocos se dan cuenta- se esconden los cambuches en plástico de habitantes de la calle, gente que nadie ve bajo esos oscuros recovecos. El ambiente huele a basuco y a mugre y solo se ve un hilillo de agua sucia estancada en entre el lecho de piedras, como una serpiente dormida. El río ya no circula.
Casi un kilómetro más abajo, en el inexpugnable puente de la 52, la agonía aprieta. Pese a ello, debajo de la estructura se oye el cacaraqueo de gallinas que se crían en la cloaca, emerge un sórdido murmullo de alcantarilla y se advierte el humo de fogatas y cigarrillos.
La entrada del río Cali al Cauca pocos la conocen. Su entorno es como una fortaleza impenetrable de casuchas erigida sobre el jarillón, desde donde, nuevamente, se vierten todo tipo de basuras y aguas negras.
Lo que dice Camilo Vélez, ingeniero del Dagma, es que el año pasado fueron retiradas de allí 600 toneladas de escombros y basura. El agua pura del Alto del Buey llega prácticamente sin vida al río Cauca.
El sueño de ciudad es que toda esta historia no sea más que una pesadilla en pocos años, que el río vuelva a respirar y que inspire la vida sana y sostenible de tres millones de habitantes.
Así lo soñó un grupo de técnicos del Ministerio del Medio Ambiente, el Parque Natural Nacional Los Farallones, la CVC y el Dagma, que se tomaron el trabajo de formular un plan de ordenamiento y manejo de la cuenca del río Cali.
Ellos se trasladaron 15 años en el tiempo, hasta el 2028, y están viendo la otra vida del río Cali. Lo que ven es que en ese momento ya se ha logrado recuperar el 40 % de las 4178 hectáreas de la zona forestal protectora del río, sus quebradas y afluentes.
Hay más agua y menos contaminación. Las lomas tienen más verde, porque se ha reforestado el 50% de ellas, 3990 hectáreas de las 7981 deforestadas. Todo gracias al trabajo de la comunidad, el sector privado y las instituciones del Estado. Esa es su visión.
Óscar Libardo Campo Velásco, Director General CVC
Para lograr ese sueño es necesaria la recuperación de de más de mil nacimientos, quebradas y otros afluentes que nutren de agua al río. Es necesario recuperar los bosques para preservar la biodiversidad (flora y fauna) y la oferta hídrica.
La subsistencia humana cerca al río sólo es posible si se definen los usos agrícolas, se garantiza la subsistencia alimentaria, hay vías e infraestructura de transporte planificadas y se proveen los servicios básicos adecuados a la zona. Es decir, si se frenan las invasiones y se reubican o regularizan las existentes para quitarle ese impacto al río.
Y, como el río es para disfrutarlo, la propuesta es que en su cuenca se definan zonas eco turísticas y agroecológicas. Es decir, adaptar el río para que pueda ser usado para la recreación a través de proyectos paisajísticos y turísticos y habilitar parques con grandes zonas verdes a su alrededor.
Este es precisamente el sentido que tiene el proyecto del Parque Río Cali que hará la actual administración, una megaobra con 3000 metros de andenes en los márgenes del río y mil metros cuadrados de plazoletas para el esparcimiento, la recreación y el deporte, inicialmente entre el Hotel Intercontinental y la clínica de los Remedios.
Para revivir el río son necesarios muchos esfuerzos públicos y privados. Muchos recursos. Mucha autoridad. Mucha conciencia ciudadana. Es necesario empezar ya.