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Un caleño es el 'Ronaldo' del PlayStation

Esta no es la historia de un adicto a los videojuegos. Tampoco la de un vago irredento que no tenía nada mejor que hacer con su tiempo que meter goles en su Playstation, como algunos podrían pensar.

24 de junio de 2012 Por: Paola Guevara, editora de Vé.

Esta no es la historia de un adicto a los videojuegos. Tampoco la de un vago irredento que no tenía nada mejor que hacer con su tiempo que meter goles en su Playstation, como algunos podrían pensar.

Esta no es la historia de un adicto a los videojuegos. Tampoco la de un vago irredento que no tenía nada mejor que hacer con su tiempo que meter goles en su Playstation, como algunos podrían pensar. Es la historia de una promesa del fútbol caleño que, a finales del año pasado, recibió la peor noticia de su vida: una lesión en la rodilla lo alejaría, tal vez para siempre, de su sueño de jugar profesionalmente.El dictamen médico estaba claro: Samy Stroh sufre una condición genética, heredada de su padre, que haceque su rótula se desplace fuera de su órbita causándole grandes tormentos, inflamación y una lenta, muy lenta recuperación. Su contrato con el América de Cali quedó en en limbo y el Doctor Ochoa le recomendó quietud total y fisioterapia entre 2 y 6 meses. Samy es un tipo difícil de derribar, basta ver sus 90 kilos de músculo y sus 1,90 de estatura, pero la posibilidad de dejar el fútbol era devastadora. Y la de estar inactivo, enloquecedora. A último minuto, como el gol de David Platt que le dio la victoria a Inglaterra ante Bélgica en Italia 90, Samy tuvo una idea: si ya no podía ser el próximo Messi en el campo de juego, al menos intentaría hacerlo en el mundo de los videojuegos. Si clasificaba al famoso torneo virtual podría conocer a grandes contactos del fútbol que le abrieran las puertas para hacer prácticas en equipos europeos, no de lleno como jugador, pero sí como parte del cuerpo técnico. Sin pensarlo dos veces, se inscribió en la ‘Fifa Interactive World Cup 2012’. En modo PlaySamy Stroh pasó 30 días internado en su habitación, sin ver la luz del sol, a punta de tinto y latas de Redbull que tomaba a través de un pitillo que le sostenía su madre. Durante ese extraño mes, las manos de este robusto atleta de 23 años estaban demasiado ocupadas para cualquier cosa que no fuera un joystick. Actividades tan simples como comer, bañarse o dormir más de cuatro horas seguidas se convirtieron en un lujo que no podía permitirse si quería ganar un cupo. Samy y su Playstation se volvieron uno solo durante todo ese tiempo. Ya nadie sabía dónde comenzaban los botones de Samy y dónde terminaban las extremidades de su consola. Pronto su novia supo que entre Samy y su consola no había cabida para un tercero, y lo dejó. Aparte debió creerlo loco, insensible y hasta infantil por pensar que un latinoamericano, que un colombiano, ¡que un caleño! podría convertirse en uno de los doce ganadores de un cupo para la final mundial de un videojuego que congrega a millones de aspirantes de todos los rincones del planeta. Tal vez Samy intentó explicarle que no se trataba de marcianitos, asteroides o carreras de carritos, sino del equivalente al Mundial de Fútbol, el único videojuego avalado por la Fifa y patrocinado por las más grandes marcas del mundo. También para la inmensa mayoría de sus familiares y amigos Samy había perdido la cordura y ahora sólo pensaba en once hombrecitos pixelados que pateaban un balón. Pobre. Tan buen muchacho que era, habrán comentado en voz baja sus vecinos, sus compañeros del Santa Fe donde se inició como jugador, y hasta sus pequeños alumnos de primaria del Colegio Bolívar, donde Samy trabaja como entrenador. Pero su madre tenía fe.Retroceder nunca, rendirse jamás IISin novia, con la barba crecida y los ojos verdes coloreados de rojo por la falta de sueño, día y noche Samy jugaba en línea con jugadores anónimos de todo el mundo. Dependía 100% de su conexión a internet. Era permitido hacer algunas pausas breves pero si llegaba a desconectarse a mitad de un partido... el sistema lo daba por perdedor. Los primeros partidos le resultaron fáciles. Su puntaje llegó a ser tan alto que pronto se situó en los primeros lugares.A partir de allí, todas sus energías se concentraban en no perder ningún partido y subir al podio de los dos primeros. Si no lo lograba, habría lanzado a la caneca un mes entero e intentarlo el mes siguiente, por dos nuevos cupos. Y así, sucesivamente, hasta que se cerraran los 12 cupos online que irían a la final en Dubai. Cuando se acercaba el 24 de diciembre y medio mundo estaba pensando en villancicos y natillas, pasó lo inaudito: la empleada de su casa pasó con la escoba y lo desconectó sin querer. Samy lloraba, gritaba, rodaba por las baldosas de su casa como si fueran grama verde, su familia tenía los pelos de punta. Perdió tantos puntos por ese impasse que descendió al puesto cuatro. Al verlo derrotado, su madre se acercó como un hincha fiel, de esos que en medio de la adversidad siguen creyendo en su equipo. Lo animó. Le dijo que, por dignidad, por principio de vida y por tranquilidad de conciencia, terminara lo que había comenzado. Samy asumió su derrota con dignidad y siguió en el juego, pero el 28 de diciembre, Día de los Santos Inocentes, su joystick se partió en pleno juego. Pensó que era el fin, the end, game over, pero su madre lo llevó de inmediato a comprar otro aparato y pudo retomar la competencia. Solo un milagro podría salvarlo. Y ocurrió el 30 de diciembre. El peruano que iba en el puesto 2 perdió dos partidos. Como pudo, Samy arañó la tabla de posiciones. El 31 de diciembre, cuando faltaban pocas horas para que se cerrara la competencia, otro gran reto llegó: a Samy le correspondió un rival muy bueno. Empataron. Se fueron a tiempo suplementario y al final se enfrentaron desde el punto penal. Como en la más emocionante de las finales Samy perdió dos tiros seguidos y su rival anotó. Su madre, para este punto, estaba tan frenética como si presenciara la final de la Champions League en su propia sala. Sin embargo, Samy anotó tres seguidos y su rival los perdió. Samy no lo podía creer, era el triunfo de la fe y la perseverancia. El 31 de diciembre de 2011, a las 8:00 p.m., por primera vez un colombiano alcanzaba esta hazaña. Le agradeció a Dios. Se agradeció a sí mismo... y a su madre. Press startAntes de inscribirse, Samy, ¿pasaba muchas horas al día jugando ‘Play’?No. Para nada. Soy un atleta. Poco jugué Mario Bros y aparte del juego de la Fifa no me matan los videojuegos. A veces jugaba con amigos y les ganaba fácil... empecé a ver que era relativamente bueno. Pero eso no explica que haya clasificado al Mundial. ¿Cómo lo logró?Obviamente hay gente con mucha más práctica en videojuegos que yo; es más, cuando clasifiqué me di cuenta de que no me sabía ni la mitad de claves que mis rivales sabían. Yo creo que mi fortaleza fue la estrategia, me he pasado toda la vida analizando partidos, viéndolos una y otra vez, he estudiado la técnica, la formación de los equipos y la estrategia del fútbol. Aparte, era el único de los competidores que sabía jugar en la vida real. ¿Los demás eran unos ‘geeks’ flacuchos con joroba y gafas?Más o menos... sí (risas). Los doce que llegamos a la final en Dubai tuvimos la oportunidad de jugar un partido con Luca Toni y parecía que los demás nunca hubieran visto un balón de verdad. Él me hizo un pase y yo le respondí, hizo cara de sorpresa y al final me preguntó si era profesional y nos sentamos a charlar.¿Qué pensó cuando supo que iría a Dubai, la ciudad más lujosa del planeta? Sentí decepción, tristeza. porque Dubai no es una meca del fútbol. Si hubiera ido a Italia, Alemania o España habría tenido la oportunidad de hacer más contactos. Hay que entender que esa era mi motivación, no jugar. En Dubai perdió. ¿Obtuvo lo que buscaba?Sí, fui a Dubai rayando el milagro. Hice todos los contactos que pude mientras los demás jugaban. Ahora mi meta es estudiar en España para ser entrenador. ¿Qué significa el tatuaje en su muñeca? Es hebreo, significa ‘Todo está en la mente’.

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