Así como llega el Día de la Madre, mañana es el día para celebrar -pospuesto por las elecciones del domingo 17 de junio- el Día del Padre. Con estas celebraciones también van llegando a la mente las relaciones que cada persona ha podido ir construyendo con su propio papá; y ante esto, la literatura, a través de los años y algunos autores, nos ha permitido conocer, página tras página, una cercanía con los padres muertos, desaparecidos, odiados; o hasta llegar a darnos la fórmula, sincera y personal, para encontrarlos.
Hago parte de aquellos que han perdido a su padre -en mi caso, quizás antes de su muerte; su mente ya no estaba allí, su olvido había invadido cualquier tipo de recuerdo: nuestra realidad era completamente ajena- y fue a través de la literatura en donde tuve la posibilidad de hallarlo; de poderle dar de nuevo un abrazo, o de percibir en otras historias un nuevo significado para la presencia de los recuerdos que reconstruyo con imágenes fragmentadas que reúnen en ella su voz, su mano grande; su perfume y muchas de sus enseñanzas. En esas efímeras escapadas a nuevas historias, nuevos mundos, nuevas voces que alimenten la genuina relación que tuve con un padre anciano, quien dejó todo por mí, quien se renovó en una nueva vida, la mía, cuyo creador había sido él, fui encontrando nombres que me hicieron coleccionador de historias únicas que siento parte de mí.
Franz Kafka no fue el único que escribió acerca del padre odiado. Ricardo Piglia, por ejemplo, en sus diarios, también se mostró distante a la historia de su padre, al tipo de padre que había tenido, y a cómo esa historia había trastocado el orden familiar. Así es como denotamos que la literatura, desde sus orígenes, ha tratado de mostrarse familiar; las historias que se cuentan vienen siempre de la casa, accionadas por las decisiones o las actos fatídicos que atacan a cualquier hogar. La mayoría de las historias se entrecruzan; todas las familias se parecen -y muchas de esas se padecen, como advertía el narrador en el inicio de Anna Karenina-.
Si revisamos dentro de algunos de los títulos o de los autores más importantes de la historia universal podemos encontrar La Odisea, uno de los grandes clásicos griegos, que cuenta la historia del héroe Odiseo en su intento por regresar a Ítaca; a la vez, esta es la historia de un hijo que espera a su padre; un hijo que paralelamente ha debido convertirse en un adulto debido a la ausencia de su padre. En ese sentido, Homero nos cuenta una historia familiar, nos narra el mito de la unión entre un hijo y su padre, y las dificultades que genera ese vacío frente a la necesidad de salir adelante.
Paul Auster, autor de la aclamada Trilogía de Nueva York, realizó un ejercicio íntimo y desgarrador en su libro La invención de la soledad donde relata la ausencia que deja su padre tras su muerte. Esta historia es una evidencia autobiográfica que tiene como pretexto recordar su relación, no siempre buena, con su padre para encontrarlo después de la muerte, en los recuerdos, en las palabras, en la experiencia de la vida.
Dentro de las historias paternales siempre hallamos una presencia verídica, personal y autobiográfica que en algunas ocasiones se transforma en extraordinarios ejercicios ficcionales; este es el caso del padre-protagonista de la novela ‘El reflejo de las palabras’ de Kader Abdollah: un padre sordomudo autor de un diario indescifrable, escrito en una antigua inscripción cuneiforme, que es leído, o interpretado, por su hijo Ismail, quien a través de la vivencia de sus palabras, de la escritura de ese cuerpo que le dio vida, va recordando su existencia influenciada y determinada por su padre.
Maus y la triología de ‘El árabe del futuro’, escritas e ilustradas por Art Spiegelman y Riad Sattouf respectivamente, ponen en el centro a su propio padre. El primero -primera novela gráfica en ganar el Premio Pulitzer-, relata las vivencias experimentadas por el padre del autor durante la II Guerra Mundial y el Holocausto; retratado casi a modo de una fábula: ratones como judíos, gatos como nazis, sapos como franceses; y cuyo final cierra con una moraleja que revela no sólo la necesidad de contar una historia, sino la importancia de hacerlo. El segundo plasma con sinceridad una cercanía amorosa y de respeto por su padre; contando también algunas historias, fundadas sobre todo en las decisiones e indecisiones de un ingenuo padre utopista y su familia, destinada a cargar con sus arrebatos por diferentes lugares del mundo árabe.
En estos recuerdos paternales, vale la pena incluir el vacío que dejó la desaparición del padre de Hisham Matar, un escritor libio que en sus tres novelas ‘Historia de una desaparición’, ‘Solo en el mundo’ y ‘El regreso’ tiene como detonante la desaparición de un padre, de su padre. Tres historias diferentes, tres desenlaces distintos. De estas, cabe destacar ‘El regreso’, ganadora del premio Pulitzer en 2017 por mejor autobiografía, un texto reflexivo, propio, íntimo, capaz de entrelazar su historia con la historia de cualquier padre ausente, extinto por una sociedad; y ese intento por entender cada momento de ausencia de la figura paterna: la desaparición, la vida en prisión, su posible muerte…
Dentro de la literatura colombiana, cabe destacar el éxito literario ‘El olvido que seremos’ de Héctor Abad Faciolince, quien hace honor a los hermosos versos de Jorge Luis Borges. Esta es una historia sencilla y real que impacta por el asesinato de un padre siempre presente, amoroso y cariñoso de una típica familia antioqueña. En otras geografías de nuestro país se encuentra la fascinante novela -casi sacada de una historia de ciencia ficción- de Paola Guevara, ‘Mi padre y otros accidentes’; en la que su autora retrata, en modo de crónica, su inesperado encuentro con su padre y en cómo ese nuevo vínculo familiar la llevó a recuerdos fragmentados, casi inexistentes en su memoria, que fueron teniendo forma, sentido, casi como una historia nueva, accidentada, completa.
La literatura es igual que un padre: un tesoro. Una búsqueda incesante de emociones, de recuerdos, de regalos que se van dando en silencio, tan grandes, que van dejando una huella. A mi padre, Abramo, a quien he tratado de abrazar a pesar de su muerte, y a quien he aprendido a recordar a través de un plan de lectura, a través de autores que me permitieron vivir en sus historias; he querido reencontrarlo en este pequeño homenaje que no es más que una yuxtaposición de lecturas varias, de múltiples latitudes que me han permitido reencontrarlo, porque ese es mi destino, salvarlo, rescatarlo y reinventarlo con las historias que leo.
El primer hombre
Otra de las grandes obras que habla sobre la relación de una persona con su padre es ‘El primer hombre’, novela póstuma de Albert Camus. Aquí el escritor francés narra su infancia en Argel, la muerte de su padre en la Primera Guerra y su relación con su tutor de escuela, a quien años después le dedicaría el nobel de literatura que le fue concedido.