El bailarín, diseñador y coreógrafo caleño Camilo Zamora, con sus 1,97 metros de estatura, cuenta que se sintió gigante subido en una carroza en el Carnaval de Río, a siete metros de altura, siendo observado por 75.000 personas en un recorrido que parece no tener fin, por su lentitud, su extensión —550 metros de largo—, pero especialmente por su magia.
“Me sentía altísimo subido en esa carroza. Allá no te ponen línea de vida, como en Cali, que es el cordoncito que le sujetan a uno en la cintura. Te recomiendan hacer lo que te enseñaron con la canción y la expresión de la cara y del cuerpo. Y te advierten que no puedes soltar las manos del quitamiedos, que es la baranda de la carroza, porque cuando esta para y vuelve a arrancar te puedes caer”.
Esa es una de muchas anécdotas que trajo consigo Zamora, imagen oficial de la Feria de Cali (en la que abre Salsódromo). El artista estuvo en su samba en el Carnaval de Río de Janeiro, que culminó el fin de semana pasado, y al que fue invitado por tercer año consecutivo.
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“¡Colombia!”, le gritaban algunos brasileños que ya lo reconocen como invitado al Carnaval, y en esta oportunidad, como integrante de la carroza de la escuela que lo convidó a desfilar con ellos, el Gremio Recreativo Escuela de Samba Mocidade.
“Mi sueño es bailar en la Comisión de Frente, este año pude verlos de cerca, vi cómo Paraíso de Tuiuiti se ganó el gran premio con su trabajo sobre la esclavitud. En el vuelo de regreso de Brasil a Cali volví a ver el video de sus ensayos y me daban más ganas de regresar a Brasil con el propósito de lograr ese lugar en el Carnaval”, expresa Camilo, quien se quedó esta vez 15 días en ese país, cuatro de los cuales los dedicó a ensayar. A partir de allí disfrutó como espectador.
Su escuela quedó de sexta y fueron los últimos en desfilar. Pero, además, la carroza de Río Grande se varó y se explotaron las ruedas, tocó sacarla remolcada, un proceso que duró 40 minutos. Esto retrasó el desfile. “Amaneció y seguíamos desfilando. Pero todo fue bellísimo, la acogida del público fue genial”, dice Zamora.

La Secretaría de Cultura de Cali y Rappi apoyaron a Zamora en su viaje.
Especial para El País
Otra anécdota, de la que ahora se enorgullece, es el “berrinche” que formó por el vestuario. “Me habían hecho una trusa completa que me cubría todo y pensé que con tanto ejercicio que había hecho para las piernas y nalgas, tenía que lucirlas”, cuenta.
Se fue a buscar al Carnavalesco, Alexandre Louzada, el diseñador de los vestuarios y, gracias a ello, conoció a la directora de Samba Mocidade, Marcia Cristina, quien mandó a llamar a Alexandre, el hombre más ocupado en ese momento, para que le devolviera la sonrisa al simpático caleño.
"Esta vez mi portugués está mucho mejor, ya sostengo conversación normal en este idioma. Mis clases y leer en portugués sirvieron".
“Alexandre me dijo que no se podía cortar la trusa, porque iba a desequilibrar el conjunto de bailarines y le propuse intervenir, yo mismo, los 12 trajes”, confiesa Camilo, quien siempre lleva a mano su kit de costura, porque en Delirio, en Cali, no solo diseña y confecciona su vestuario sino el de otros bailarines.
Marcia no solo aplaudió su empeño, lo invitó para el próximo año. Sus amigos de la escuela de Mangueira, con los que ya ha sambado, también le pidieron que vuelva a desfilar con ellos. Así que para Zamora hay Río para rato.
Más vivencias
Cuenta Camilo Zamora que la escuela que ganó en Río fue Bella Flor, que dio un mensaje en su samba contra la corrupción, la intolerancia y la homofobia. “La letra fue estremecedora. Los seis grupos de la final le hicimos barra para que ganara porque hicieron lo que nadie se había atrevido: una crítica a Petrobras, la empresa más corrupta en Río, a
la que le dicen el monstruo y a la que representaron como una
rata”, agrega.
Por su parte, su escuela, Mocidade, invitó a las colonias hindúes de Río de Janeiro al desfile. Acudieron personajes importantes de la India. “En la carroza iban 12 hombres, yo estaba entre los 4 de arriba, los más altos después del destaque, en el que participa gente de la comunidad que paga millones por estar allí (su vestido vale $41 millones).