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El perfil de un hombre de natural ficción

8 de abril de 2012 Por: Alberto Posso, especial para El País

A sus 57 años, con casi 60 créditos como productor, escritor y director de películas legendarias de Hollywood, James Cameron sigue insistiendo en que el cine llegó a su vida “por accidente”. Para nada, el Séptimo Arte figuraba en sus planes, mientras crecía con el fondo de las cataratas del Niágara, en el remoto pueblo de Kapuskasing, Ontario (Canadá), y soñaba con ser físico o quizás escritor, devorando historietas de Marvel como Spiderman y los X-Men.Para ambas cosas tenía vocación, dice su padre Phillip, quien anunció a su familia, una mañana de 1971, que se trasladarían al condado de Orange, en California, por motivos de trabajo. La madre, Shirley, no estaba muy entusiasmada con la idea, al considerar que en el entorno rural canadiense, la familia podría conservar mejor sus principios morales, muy influenciados por la religión cristiana protestante.Pero a James le pareció de maravilla el traslado, cuenta su biógrafo, Mark Shapiro. Para él no existía más religión que el futuro, a las claras más halagüeño en los Estados Unidos. Tenía razón. Justo acababa de anunciar a su familia que pronto se convertiría en “un artista del cómic, con énfasis en la ciencia ficción”. Lo que no imaginaba es que ése apenas sería el punto de su partida para lo que realmente llegó a ser.“Era un empedernido fan de la ciencia ficción. Leí todos los clásicos, las novelas antiguas de bolsillo, Ace. Amaba a tipos como Arthur C. Clarke, Robert Heinlein, Ray Bradbury, y Kurt Vonnegut… aún me siguen desvelando”, dice Cameron.Pero su debate entre el arte y la ciencia continuaba. Y primero estudió Física, antes de emprender su camino hacia el cine. “Decidí que iba a ser científico”, apunta. La verdad es que la Física le sentó perfecto a sus primeros trabajos en el cine, como artista de efectos especiales. Luego de un primer cortometraje ‘Xenogenesis’, en el que conformó solo todo el equipo de producción, fue contratado por Roger Corman como supervisor de efectos especiales. Los técnicos quedaron mudos cuando de un brazo falso, gusanos muertos empezaron a moverse como vivos. James había colocado pequeños electrodos para que este efecto ocurriera, y por supuesto, todos descubrieron que sería un extraordinario efectista.Este logro lo llevó a convertirse en director de ‘Piraña 2’. Y allí vivió el único traspiés de su carrera. A la tercera semana del rodaje fue despedido. “En ese entonces yo quería ser Dios, pero los demás no estaban de acuerdo”. Su prepotencia le salió cara y decidió entonces refugiarse en la escritura.“Si no podía hacer películas, pues entonces las escribiría”, explica. Ya había pasado por un período de desmanes, mucha cerveza y otras sustancias, y se apoyaba emocional y económicamente en su primera esposa Sharon Williams. A ratos trabajaba como camionero, pero cuando se sentaba a escribir en un estrecho corredor de su también estrecho apartamento, parecía un autómata y ni siquiera escuchaba a nadie.En una vieja Remington azul bronce nacieron sus primeros guiones: ‘Rambo’ y ‘Aliens’. Al tiempo, a veces tenía pesadillas con una forma de robot que salía de una gran bola de fuego, despertaba sudoroso y mareado. Así nació, en 1983 la criatura que ha sido golosina del cine durante muchos años: Terminator.Fue la primera vez de muchas cosas. Atreverse a mezclar una historia en la que futuristas máquinas adquirían conciencia propia y decidían exterminar a los humanos, con el viaje en el tiempo y más aún, hacia el pasado. La primera vez que una película coqueteaba con los entonces incipientes computadores, logrando un resultado majestuoso con un ínfimo presupuesto. Y, aunque estaba casado en ese entonces con Gale Anne Hurd, quien fue además artífice directa en la realización de la película, fue la primera vez que se miró en los ojos azules (“como el mar”) de la actriz Linda Hamilton, con quien se casaría más de doce años después.“Jamás pensé casarme cinco veces”, dijo en entrevista para National Enquirer. Cameron, famoso por su locuacidad y buen humor, es de las pocas estrellas del cine que no tiene pelos en la lengua para hablar de sus romances. “Son cosas que pasan en la vida”, dice, “a todas les consta, que las he amado profundamente”.Pero su fugaz matrimonio con la también directora, guionista y productora, Kathryn Bigelow, se dice que no terminó en buenos términos. Y en un sonado capítulo final, ella ‘le quitó’ el Óscar en 2009 por ‘The hurt locker’, una película que pasó sin pena ni gloria frente al monstruo que significó ‘Avatar’, filme con el que competía Cameron.“Supongo que para ella fue como una deliciosa revancha”, opina el director. Vanity Fair publicó un sarcástico comentario. “También en eso, ella perdió, ¿de qué sirve un Oscar frente a los millones de millones que obtuvo ‘Avatar’ en taquilla?”.

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