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El pintor y escultor colombiano Fernando Botero posa dentro del Tren de La Culura, durante una conferencia de prensa para la exposición "Fernando Botero: El Circo", en Medellín, el 30 de enero de 2015. | Foto: REUTERS

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El gran vacío en el arte sin Fernando Botero

Adiós al artista del volumen, el colombiano que sedujo con sus obras al público universal.

16 de septiembre de 2023 Por: Redacción El País

Siete días de duelo se decretaron en Medellín, la tierra natal del más grande pintor y escultor colombiano, y uno de los artistas latinoamericanos más importantes del siglo XX, Fernando Botero Angulo, al conocerse su muerte, este viernes 15 de septiembre, a los 91 años, a las 9:00 de la mañana, hora local en Mónaco, donde residía parte del año.

El creador de más de 3000 pinturas y 300 esculturas, decía: “La sola idea de abandonar los pinceles me aterra más que la muerte”.

Precisamente, cuando cumplió sus 80 años, en 2012, en una entrevista con AFP, confesó que pensaba a menudo en la muerte. “Me entristece dejar este mundo y no poder seguir trabajando, porque disfruto mucho con mi obra”.

El artista colombiano Fernando Botero camina el 22 de noviembre de 2017, junto a una de sus pinturas expuestas en el Hotel de Caumont, en Aix en Provence, sur de Francia, como parte de la exposición "Botero, dialog avec Picasso" ("Botero, un diálogo con Picasso").
El artista colombiano Fernando Botero camina el 22 de noviembre de 2017, junto a una de sus pinturas expuestas en el Hotel de Caumont, en Aix en Provence, sur de Francia, como parte de la exposición "Botero, dialog avec Picasso" ("Botero, un diálogo con Picasso"). | Foto: AFP

El artista llevaba varios años con un parkinson rígido y en los últimos días había desarrollado una pulmonía. Cuenta su hija Lina Botero que se le dificultaba mucho respirar. Pero murió tranquilo, como era su deseo, porque aunque fue llevado al hospital, el maestro pidió que lo devolvieran a su estudio porque allí se sentía mejor y más cómodo. “Desde que murió

Sophia, su compañera del alma de 48 años de vida, mi papá sufrió un bajonazo muy duro, le produjo una tristeza infinita”.

Una tristeza que se siente en Bogotá, Madrid, París, Barcelona, Singapur y Venecia, donde sus obras, de formas voluptuosas y ligeramente surrealistas, eran acogidas y “veneradas” por los transeúntes en museos y espacios públicos. Un dolor que se siente especialmente en Medellín, ciudad en la que hay una plaza con su nombre donde se exhiben varias de sus obras, y que se alista para hacerle un homenaje y reconocerle su gran aporte al país.

El artista aseguraba que las exposiciones en espacios públicos son una “forma revolucionaria” de acercar el arte al público.

“Soy un autodidacta”

Durante la secundaria, en el Colegio de Jesuitas de Bolívar, sus profesores le advirtieron que dejara de dibujar figuras desnudas. Fernando reaccionó al llamado de atención escribiendo en una revista local un artículo que disgustó aún más a sus maestros, porque trataba de Picasso y el inconformismo en el arte y confirmó su expulsión.

Esta escultura fue vendida en 1,7 millones de dólares en Nueva York
Esta escultura fue vendida en 1,7 millones de dólares en Nueva York | Foto: "X" @JoseZalaquett

Curiosamente, Fernando quería ser torero. A los 12 años empezó sus primeras clases en la escuela taurina, animado por un tío, pero ejercitó más su habilidad para dibujar y pintar toros que para torearlos. De ahí que una acuarela sobre un torero esté entre sus primeras obras.

Sus primeras obras fueron ilustraciones que publicó en el suplemento literario del diario El Colombiano, de su ciudad natal.

A los 19 años viajó a Bogotá, allí presentó su primera exposición individual de acuarelas, gouaches, tintas y óleos en la Galería Leo Matiz, y con lo recaudado vivió un tiempo en Tolú, que le inspiró el óleo ‘Frente al mar’, con el que ganó el segundo premio de pintura, consistente en dos mil pesos, en el IX Salón Anual de Artistas Colombianos.

Residió en Europa durante cuatro años, en Madrid, Barcelona, París y Florencia. Ingresó en sus academias, pero su mayor formación, como él mismo aclaró, consistió en leer, visitar museos y pintar.

En los años 50, en Madrid, estudió en vivo obras de maestros como Velázquez y Goya. Pintaba, dibujaba y vendía sus obras en los alrededores del Museo del Prado. Y en Florencia aprendió de Piero della Francesca el uso del color para expresar volumen.

En 1956 mientras vivía en México, encontró su propio estilo. Al dibujar la mandolina exageró la proporción entre la pequeña abertura y el tamaño del cuerpo del instrumento. Así su lenguaje tomó forma: “Pintar es crear un estilo; si hay convicción, el estilo nace por sí solo”.

El artista colombiano Fernando Botero posa el 22 de noviembre de 2017 frente a uno de sus cuadros exhibido en el Hotel de Caumont, en Aix en Provence, sur de Francia, como parte de la exposición "Botero, dialog avec Picasso" ("Botero , un diálogo con Picasso").
El artista colombiano Fernando Botero posa el 22 de noviembre de 2017 frente a uno de sus cuadros exhibido en el Hotel de Caumont, en Aix en Provence, sur de Francia, como parte de la exposición "Botero, dialog avec Picasso" ("Botero , un diálogo con Picasso"). | Foto: AFP

Viajó a Nueva York y Washington en un período de febril creación y escasos recursos económicos, acompañado de su esposa Gloria Zea. De regreso en su país, compartió el segundo premio y medalla de plata en el X Salón de Artistas Colombianos con Jorge Elías Triana y Alejandro Obregón. Su óleo ‘Contrapunto’ fue alabado por los críticos por su “alegría contagiosa”.

Obtuvo el primer premio en el XI Salón Nacional celebrado en septiembre de 1958 con su obra titulada Homenaje a Mantegna, recreación de la obra homónima del pintor italiano Andrea Mantegna. Allí el maestro se deshizo de su influencia del muralismo mexicano y se dirigió, inspirado en artistas del Renacimiento italiano, hacia la consolidación de lo que él llamó “boteroformismo”.

Entre 1961 y 1973, el artista fijó su residencia en Nueva York. Vivió después en París, y alternó en Pietrasanta y en su finca en el pueblo de Tabio, Cundinamarca. En 1964 incursionó en la escultura con su obra Cabeza de Obispo, figura hecha en pasta de aserrín y con ojos de vidrio. Desde 1975, en Pietrasanta, las figuras monumentales de su pintura encontraron eco en la tridimensionalidad. En 1977 expuso sus bronces por primera vez en el Grand Palais de París. Y su reconocimiento en el campo escultórico se hizo universal. La exposición de sus enormes esculturas en los Campos Elíseos, en París, en el verano de 1992, resultó apoteósica, al igual que al año siguiente en la Quinta Avenida de Nueva York, en Buenos Aires y en Madrid.

“Pienso a menudo en la muerte y me entristece dejar este mundo y no poder seguir trabajando, porque disfruto mucho con mi obra”. Maestro Fernando Botero, artista.

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