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Edwing D’Angelo, el hijo de Buenaventura que viste a Nueva York

D’Angelo salió de Buenaventura a Nueva York siendo un niño y se convirtió en diseñador de las celebridades.

24 de julio de 2016 Por: Lucy Lorena Libreros | Periodista de El País

D’Angelo salió de Buenaventura a Nueva York siendo un niño y se convirtió en diseñador de las celebridades.

El secreto se lo revelaría a su tía Helena muchísimos años más tarde. Lo que sucedía  realmente allá, en el  costurero de ese viejo convento del barrio La Independencia de  Buenaventura, a donde ella llegaba a diario para dictarles a las monjitas clases de modistería. 

 La excusa, le decía el sobrino Edwing, era distraer las horas muertas que sobraban después de las tareas del colegio. Corría el final de la década del 70 y  eso bastaba para que la tía se quedara tranquila. ¿Qué otra cosa podía hacer  un chico de 10 años en ese lugar? 

Edwing D’ Ángelo lo sabía bien, mientras escuchaba, fascinado, las instrucciones que daba la tía ante sus devotas alumnas sobre cómo se cortaba la tela, sobre cómo se cosía. Cómo era pues que esos dibujos que aparecían en las revistas de patrones acababan transformados en prendas.

A escondidas robaba algunos retazos que la tía Helena iba dejando por ahí. Y él intentaba luego en su casa replicar las lecciones tomadas en secreto vistiendo con ilusión sus soldaditos de juguete. “Pero no podía compartir con nadie esa pasión  porque ya de por sí me criticaban por ser amanerado. Lo que hacía era organizar desfiles con esos muñecos e invitar a mis hermanos,  mis cómplices, soñando con que esos  desfiles los estaba haciendo en Nueva York o en París. Ya ese mundo vivía dentro de mí y era de los que me sentaba cada semana frente al televisor para ver el programa ‘Adelante con la Moda’, de Gloria Valencia de Castaño”.  

Sentado esta vez en su casa de Nueva York, a pocas horas de tomar el avión que lo dejará en Medellín —donde por primera vez participará de la feria Colombiamoda—, Edwing remonta el río de su vida para entender el origen de su historia de película: cómo un muchacho humilde de Buenaventura, hijo de una inmigrante ilegal que llegó a Estados Unidos buscando días mejores para  sus cuatro hijos, se convirtió en uno de los diseñadores latinos más reconocidos de Nueva York.

 Al recordar vuelve a ser el niño que corría dichoso en el patio de la casa de la seño María Antonia Ortiz, a la que todos llamaban Coralia. Allá mismo, en La Independencia. Era la abuela que lo criaba mientras Sara, su madre, intentaba ganarse la vida lavando pisos, trabajando de mesera, vendiendo ropa y perfumes, a veces  por 20 horas seguidas, con la esperanza de girar al Puerto dólares suficientes que espantaran esa mala fortuna para su familia.

Fue la abuela Coralia quien le enseñaría a Edwing la fiesta del arroz con coco, las voluptuosas preparaciones con piangua y mariscos y “un arroz con pollo exquisito. Al lado de mi abuela, en medio de la pobreza, tuve una infancia feliz. Jugaba con mis hermanos todo el día, enfrentando amigos imaginarios, a veces en medio de la lluvia. Cada vez que pienso en Buenaventura, la primera imagen que me llega  es el cielo gris a punto de romperse por un nuevo aguacero”.

Ya para entonces era el estudiante que solía ocupar los primeros lugares en el seminario San Buenaventura por cuyos corredores se le veía andar con las camisas bien planchadas y almidonadas. Abotonadas  hasta el cuello. Siempre pulcro y “bien combinado”.   

Con esa misma estampa llegaría a Nueva York, a los 13 años, cuando doña Sara se rindió ante la idea de seguir criando a sus hijos desde la distancia. “Llegar fue un choque cultural tremendo. Yo venía de estudiar en un seminario, donde me inculcaron  orden, donde los chicos andábamos con la camisa por dentro. Y de repente me veo en una escuela pública, en  la colonia de inmigrantes colombianos de Jackson Heights, que era un desmadre. Yo estaba aterrado”, recuerda Edwing. 

El sueño de ser diseñador seguía latiendo en medio de esa nueva vida de inmigrante. Incluso, en amorosa complicidad con su hermana, diseñó el que sería el primer vestido de su carrera: el traje que ella luciría en su fiesta de graduación. Color azul celeste, de abertura en una pierna, “latinísimo”. 

 Pero a cambio de eso “mamá  Sara” lo imaginaba convertido en abogado. Y fue por esos días que se le ocurrió dejar al hijo en las oficinas de un prestigioso abogado cubano, Jesús J. Peña,  célebre por un programa de radio de gran audiencia a través del cual solucionaba los problemas de miles de inmigrantes.   

El muchacho hablaba poco inglés, pero recitaba pasajes de Neruda, de García Márquez y de Borges. Y eso fue suficiente para atraer la atención del abogado que lo incorporó como aprendiz de su bufet. Edwing alcanzaría a cursar los cuatro años de preparatoria que les exigen a los futuros estudiantes de la Escuela de Leyes de Brooklyn. Pero intuyó con prontitud que su vocación estaba signada por el diseño. 

       Sus planes eran otros. “Trabajé con esfuerzo en la oficina de abogados y, como ganaba bien, todo lo ahorraba. Lo hice durante tres años, donde me privé de muchas cosas para tener con qué abrir una tienda de modas y sostenerme durante el primer año”.

Sus labores en el bufet terminaban a las 5:00 p.m. “Después, me iba a las sesiones de fotos de mis amigos fotógrafos de moda y les mostraba con timidez lo que diseñaba en las  noches. Pero resultaba que siempre terminaban haciendo sus editoriales para las revistas con esas prendas mías”.  

Al recibir el cheque que lo dejó a los pies del ahorro que  había proyectado, US$150.000, hizo las leyes a un  lado. Y todos volvieron a tener noticias suyas cuando abrió su primera tienda de modas en el sector de Harlem, ayudado por dos modistas y un sastre. Sus diseños, dice, no tracionaban sus orígenes latinos. El color, el trópico, “tenían eso, pero con cortes elegantes y creo que eso fue lo que a la gente le gustó”. 

Por el sector comenzó a correr el rumor de un talentoso joven colombiano. Era el año 2002, y en medio de esa competencia “feroz de una ciudad como Nueva York donde tantos sueñan con serdiseñadores”,  las primeras clientas acabaron recomendando las creaciones de Edwing D’Angelo. Se regó el voz a voz.  

Fue entonces cuando le llegó a la vida algo que nunca cortejó: la fama. Convertido ya en un diseñador reconocido un día tropezó en el ascensor de un hotel de Los Ángeles con Patti LaBelle, famosa cantante de soul de los Estados Unidos. “Ella estaba con su maquillador y me pidieron que les dejara una tarjeta. A las dos semanas me contactaron para que le enviara unos diseños para ella hacerse pruebas de vestuario”.    Tras ella llegaría Tyra Banks, la supermodelo que por esos días presentaba el popular reality ‘American Next Top Model’. Y después una actriz nominada a  los premios Tony, Saycon Sengdloh. La artista no ganó, pero su traje —diseñado por D’Angelo— le valió el aplauso de la revista Vogue que la llamó en sus páginas “la mejor vestida de la noche”. Edwing, con un acento en el que todavía es posible advertir el golpe vocal fuerte de la gente del Puerto, aún no se acostumbra a que le ocurra lo mismo en las páginas del New York Times o del New York Post. O que la mismísima primera dama de Estados Unidos, Michelle Obama, le haya hecho llegar el mensaje de querer lucir alguna de sus creaciones. “Yo lo miro con agradecimiento. Pero un día me encantaría volver a Buenaventura, sin compromisos de por medio, para volver a sentirme como el nieto de Coralia que moría por pobrar su atollado de piangua”.

 

Unidos por el Puerto Edwing D’Angelo se presentará en Colombiamoda este martes 26 de julio, con su colección primavera-verano 2017 titulada ‘Para Palenque con amor: un asunto de pasión’.  Ese mismo día  se estrenará como embajador de la Iniciativa Internacional ‘ Buenaventura 2040’, la cual será lanzada  en un coctel que tendrá lugar en el Concejo de Medellín. Su cómplice en este proyecto es el bailarín Fernando Montaño, también porteño, quien realizará un montaje especial para el desfile de D’Angelo. “A Fernando le escribí hace un par de meses y desde entonces somos amigos unidos para sacar adelante a Buenaventura”.

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