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Una ‘clásica’ de la provincia

A finales de los años setenta, crear una emisora de música clásica en la Capital de la Salsa parecía una excentricidad condenada al fracaso. No fue así. Luego de 35 años al aire, la emisora de la Fundación Carvajal se ha consolidado como una alternativa para los radioescuchas. Hablamos con su artífice, Amparo Sinisterra de Carvajal.

2 de noviembre de 2014 Por: Catalina Villa | Editora de GACETA

A finales de los años setenta, crear una emisora de música clásica en la Capital de la Salsa parecía una excentricidad condenada al fracaso. No fue así. Luego de 35 años al aire, la emisora de la Fundación Carvajal se ha consolidado como una alternativa para los radioescuchas. Hablamos con su artífice, Amparo Sinisterra de Carvajal.

En el quinto piso de un edificio que durante décadas fuera un colegio de monjas, se esconde uno de los tesoros musicales más grandes de la ciudad. Allá arriba, en esa suerte de altillo, se almacenan piezas preciosas como el concierto que Leonard Bernstein dirigió cerca a las puertas de Brandenburgo, con el que celebró la caída del muro de Berlín, en 1989; la Sinfonía nº 9 de Shubert dirigida por Toscanini en 1941, en la Orquesta de Filadelfia; la ‘Pasión según San Mateo’ de Johann Sebastian Bach, dirigida por Otto Klemperer. Algunas de ellas están grabadas en elepés de acetato. Otras, más viejas aún, en carretes de pasacintas, y miles más en cds, que incluyen los mejores repertorios de los compositores clásicos como Haydn, Bach, Purcell y Vivaldi. Mozart, Chopin y Wagner. Todas esas obras suman cerca de 50.000 y hacen parte de la colección de la emisora Clásica 88.5 de la Fundación Carvajal que hoy celebra 35 años al aire. Sentada en su oficina de ese quinto piso, Amparo Sinisterra de Carvajal, su fundadora, recuerda aquel octubre de 1979, cuando, ad portas de la inauguración de la emisora, su preocupación era cómo llenar las seis horas de programación que tenían entonces con tan solo 200 obras. Aún hoy se pregunta cómo lo lograron. Y es que en una ciudad que ya para entonces era reconocida como la capital de la salsa, una emisora de música clásica parecía una rareza destinada al fracaso. No fue así. Gracias al apoyo decidido de la Fundación Carvajal y a la terquedad de una mujer que creció en una familia de gran sensibilidad musical, la idea de ofrecer una alternativa radial para la ciudad prosperó. No se sorprenda si mañana, en el taxi que tome rumbo al trabajo, se escuchan las melodías de Tchaikovsky o Schubert. “A pesar de lo excéntrico que parecía esto, fuimos calando de a poco en el oído de los caleños. Hoy, hasta choferes de bus y taxistas nos llaman a decir que nos oyen porque les calma el estrés propio de sus extenuantes jornadas laborales”, dice Amparo. Sus orígenesLa idea de crear una emisora de música clásica se le ocurrió entre 1977 y 1978 cuando, en un viaje que realizó a Nueva York, escuchó una emisora local que la dejó fascinada. “Durante un año nos fuimos a vivir con nuestros hijos a un pueblito precioso que se llama Garden City. Cuando ellos se iban al colegio, lo primero que hacía era sintonizar la emisora WNCN. Poco a poco me fui enganchando hasta que me compré la membresía por 15 dólares y cada mes me enviaban la revista con la programación”.Fue en una de esas tardes de exilio que se le metió en la cabeza una idea: crear una emisora similar en Cali. Entonces visitó la WNCN, se hizo amiga de su director, y pidió permiso para conocer de cerca cómo era eso de trasmitir música clásica todos los días del año. Y aprendió. Lo único que le faltaba era convencer a su marido, Adolfo Carvajal, de interceder por ella ante el Consejo Administrativo de la Fundación Carvajal. “No fue fácil convencerlos. Me decían que los únicos que iban a escuchar esa música iban a ser mis amigos los artistas. Que lo que no fuera salsa no funcionaba en Cali”, recuerda. Sin embargo, pronto llegó la buena nueva: la emisora había sido aprobada.El 29 de octubre de 1979, por la frecuencia AM, se realizó la primera emisión de la que para entonces se llamaba HJSA, Emisora de la Fundación Carvajal, y que funcionaba en una casa vieja cerca de la Iglesia de San Judas. “Durante esos años, mi gran reto fue enganchar a la gente con este tipo de música. Pero ¿cómo hacerlo? Se me ocurrieron dos estrategias. La primera, incluir programas educativos pues por esos días estaba en boga la educación a distancia; y la segunda, incluir música colombiana”. No fueron pocos, pues, los caleños, que siguieron desde sus casas los cursos de contabilidad que la emisora impartió en convenio con la Secretaría de Educación, así como los programas de orientación familiar que ofrecían los psiquiatras Carlos León y Roberto Perdomo. Sin embargo, fue la música colombiana: bambucos, boleros, pasillos, los que terminaron de cautivar a una audiencia en apariencia reticente.Lo de la música clásica fue un acercamiento paulatino. No solo como estrategia, para ir llegando de a poco a esos radio escuchas, sino porque en esa época de proteccionismo económico era prácticamente imposible conseguir discos en Colombia. Los múltiples viajes de Amparo Sinisterra se convirtieron en el salvavidas de la emisora, pues su primer destino a cada ciudad que visitaba eran las tiendas de discos. “Mis maletas eran lo más de chistosas, porque se devolvían llenas de discos”. De aquella época Amparo Sinisterra no olvida el apoyo fundamental que recibió de tres amigos entrañables: José Tomas Illera, que era músico de Popayán; Miguel Ángel Caballero, músico también y hermano de Antonio José Caballero; y Álvaro Castaño Castillo, quien, entre otras cosas, le sirvió de guía e inspiración con su labor en la ya mítica emisora bogotana HJCK. “Fue justamente Álvaro quien me aconsejó que nunca fuera a dejarme medir la audiencia antes de 10 o 15 años. Que nunca nos íbamos a poder comparar con las emisoras grandes porque, como él tantas veces lo decía, nuestra audiencia iba a ser la inmensa minoría”. Hoy, de esa inmensa minoría, hacen parte personas de todos los estratos sociales, de profesiones disímiles, de edades inverosímiles. Lo sabe cuando se monta en un avión y una señora la saluda para preguntarle “¿Usted es la de la emisora?”. Igual le sucede en un supermercado, en una iglesia, en reuniones. Y es que admiradores no le han faltado. Recuerda entre risas a un ‘enamorado’ que la llamaba insistentemente desde Buga para felicitarla por su trabajo y para preguntarle cuándo la podría conocer. Ella, sorprendida, le dijo: “Señor, no se ha perdido de nada. Más bien síganos escuchando a través del radio”. Uno de los recuerdos más entrañables que atesora de estos 35 años al aire es el de un guardián que trabajaba en una cárcel, quizá la de Villahermosa. Llamó una tarde cualquiera para pedir regalado un radiecito porque el suyo había “sacado la mano” y desde hacía días no podía escuchar la emisora en sus largas jornadas de vigilia. Su deseo, claro, fue cumplido. Otra anécdota, de esas imborrables, fue la ocasión en que una madre de familia llamó bastante molesta cuando, alrededor de las 7 de la noche, se cayó la señal. Resultó que todas las noches ella arrullaba al pequeño con los clásicos de la emisora, y en ese momento, sin señal, él no lograba conciliar el sueño. La madre ‘exigía’ una pronta solución. Hace tres años la emisora está en línea. Y desde entonces los oyentes escriben de lugares distantes. Llegan correos desde Argentina, desde España, de Estados Unidos y Perú. “Lo que más piden es la música colombiana, porque muchos oyentes de afuera la están descubriendo gracias a nosotros”.Esa, dice, ha sido una consigna desde los inicios. Darle cabida a las composiciones nacionales. “He sido consiente de la necesidad de divulgar el talento nacional. Y la gente lo disfruta muchísimo”. Siempre será grato sintonizar el dial y encontrarse con alguna interpretación del Trío Calima, alguna composición del maestro Héctor Ochoa o con las notas del piano llanero de Claudia Calderón.Con el tiempo la emisora le ha ido dando cabida a otros ritmos más contemporáneos como el jazz. En ese género, por ejemplo, su colección es tan impresionante que hace un par de años recibió de manos de Diego Pombo, director de Ajazzgo, la Jovita de Oro, porque, según le manifestó “Usted nos enseñó a los caleños a escuchar jazz”. Uno de sus programas más recientes es Geografía Musical, iniciado este año, que realiza en compañía de Fulvio González. “Hacemos un diálogo sobre un país, recorremos sus ciudades y luego soltamos la historia musical desde el medioevo hasta estas épocas de rock. Es una delicia”, cuenta. El programa surgió luego del fallecimiento de su gran amigo, el periodista Antonio José Caballero, melómano consumado, quien le dejó su colección de más de 800 cds con música de todo el mundo. Al celebrar los 35 años de la emisora, Amparo Sinisterra no tiene la más mínima intención de interrumpir su labor. Por estos días anda empeñada en digitalizar todos esos programas que realizó en la era análoga. “Tenemos pequeños tesoros aquí, como los programas de boleros que hice con el periodista Álvaro Gartner, que fueron muy apreciados por el público”. Por eso mañana, cuando usted tome el taxi de regreso a su casa, no se sorprenda si allí se escuchan las melodías de Tchaikovsky o las de Schubert. O talvez suene ‘We have all the time in the world’ del mítico Louis Armstong. O quien quita que sea ‘Soberbia’, de José A. Morales. No le quepa duda: es la emisora de la Fundación Carvajal que poco a poco ha ido calando en la Capital de la Salsa.

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