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Un café con Luis Noriega

Este escritor nacido en Cali pero criado en Bucaramanga y quien reside en España, es uno de los finalistas del Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez. ¿Por qué debemos desconfiar de los vecinos?

30 de octubre de 2016 Por: Especial para GACETA

Este escritor nacido en Cali pero criado en Bucaramanga y quien reside en España, es uno de los finalistas del Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez. ¿Por qué debemos desconfiar de los vecinos?

Luis, contemos la historia: ¿Cómo se hizo escritor?

Desde muy pequeño me gustaba imaginar historias, historias fantásticas y épicas, muy distintas a las que al final terminaría escribiendo. El formato de esas historias no era estrictamente literario: mi deseo era convertirlas en cómics, películas, videojuegos. Fueron las lecturas de la adolescencia, Borges y García Márquez en particular, las que me hicieron pensar en que lo que quería era escribir y solo escribir. En ese sentido la ‘decisión’ tiene mucho de sueño juvenil, de rebeldía y, por supuesto, de inconsciencia.

Supongo que uno termina haciéndose escritor por terquedad, porque persevera en esa apuesta adolescente. Eso fue lo que me llevó a estudiar Literatura en Bogotá. Y a escaparme después a Barcelona. Y a insistir año tras año, pese a los indicios de que la apuesta había sido un mal negocio (risas).

¿Y qué pasó con Cali? ¿Cuál es su relación con la ciudad?

Bueno, aquí hay que aclarar que nací en Cali casi por casualidad, porque mi padre estudiaba medicina en la Universidad del Valle, y muy pronto nos mudamos a Bucaramanga, donde crecí. De niño fui durante mucho tiempo una especie de caleño imaginario o vocacional, un hincha del Deportivo Cali rodeado de hinchas del Atlético Bucaramanga al que, de cuando en cuando, le prometían que lo llevarían a conocer su ciudad natal, cosa que no ocurrió. Conocer Cali sigue siendo una deuda pendiente.

¿Cómo es su vida en Europa, cómo vive un joven escritor latino en el Viejo Continente?

Yo tengo la suerte de vivir en un pueblito muy tranquilo frente al Mediterráneo, lo que me ahorra el ajetreo de las grandes ciudades, y trabajo en casa, lo que es un privilegio, pero la cotidianidad de un escritor, o de la clase de escritor que soy, no se diferencia en mucho de la de sus vecinos: hay que trabajar todos los días, cuidar de los niños, lavar platos. Se escribe en los resquicios que deja la vida cotidiana, robándoles tiempo a ocupaciones más productivas, o más entretenidas también.

En ese sentido no hay diferencias grandes entre escribir en Europa o escribir en Colombia, salvo, quizá, que en Colombia lavaría menos platos (risas). La diferencia clave en el caso de un escritor colombiano que se empeña en escribir sobre temas colombianos desde Europa es la distancia. La distancia te da otra perspectiva. Esa otra perspectiva no es necesariamente mejor, pero te obliga a plantearte las cosas de otra manera y eso te enriquece.

Es finalista del Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez. Hablemos de esta noticia que, en sí misma, es un reconocimiento.

Sí, estar en esa lista es ya todo un premio. Estoy muy contento, muy agradecido, y muy asustado. Lo mejor de este reconocimiento es, sin duda, la difusión que tiene. No es un secreto que los libros de cuentos tienen grandes dificultades para circular, y este certamen es una forma de recordarles a los lectores que el género, pese a los vaivenes del mundo editorial, goza de buena salud.

Y bueno, ¿por qué desconfiar de los vecinos? ¿Cómo se tejió esta obra de 9 cuentos que lleva ese título: ‘Razones para desconfiar de sus vecinos’?

El libro se titula así por un cuento en el que un grito aterrador oído en plena noche lleva a los habitantes de un edificio a desconfiar los unos de los otros.

El profesor del cuarto piso sospecha de la mujer del tercero, que a su vez sospecha del joven del segundo, que a su vez sospecha de los ancianos del primero, que a su vez sospechan del profesor del cuarto. Es un cuento bastante jocoso que juega con las paranoias de los personajes y los malentendidos a los que dan lugar. 

Ese cuento presta el título al libro entero porque el problema de la desconfianza también está presente en otros relatos de la colección, menos jocosos y más oscuros. Son relatos urbanos en los que se respira el estado de sospecha permanente en que nos acostumbramos a vivir los colombianos en las grandes ciudades.

La última pregunta

¿Por qué el cuento, por cierto? Conversemos del género.

En un comienzo por deformación profesional, supongo. Mis autores preferidos eran grandes cuentistas. Mis géneros preferidos (la ciencia ficción, el terror, la literatura fantástica, el relato policial) tenían en el cuento un vehículo privilegiado. Escribir cuentos era lo que yo quería hacer. Luego intervino otro factor: la economía. Cuando tienes que arañar el tiempo para escribir, concentrar tus recursos en proyectos que puedas terminar parece la opción más sensata.

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