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"Sueño con llegar al Royal Opera House de Londres", Betty Garcés

La soprano Betty Garcés pasó por Cali en su gira "Ma vie en aquarelle", que finalizará en Nueva York. Nació en Buenaventura, aquel puerto donde prevalece la salsa y la marimba, y sin embargo hoy recorre el mundo interpretando a Mozart, a Verdi, a Brahms, tantos. ¿Cómo suena la ópera en el tono del Pacífico?

11 de octubre de 2015 Por: Santiago Cruz Hoyos | Periodista de GACETA

La soprano Betty Garcés pasó por Cali en su gira "Ma vie en aquarelle", que finalizará en Nueva York. Nació en Buenaventura, aquel puerto donde prevalece la salsa y la marimba, y sin embargo hoy recorre el mundo interpretando a Mozart, a Verdi, a Brahms, tantos. ¿Cómo suena la ópera en el tono del Pacífico?

En la tarima está Betty, vestida completamente de negro con unos zapatos rojísimos que le hacen juego con sus labios, también rojos. Está Alejandro Roca, el pianista. Está el piano,  gigantesco.

Al frente,  en una de las sillas, la directora del Teatro Municipal de Cali, Juliana Arcos, susurra para sí misma:

- Qué voz, qué voz, qué voz.

Betty Garcés, soprano, ensaya. Interpreta algunas de las composiciones de Erich Wolfgang Korngold.

El teatro está casi vacío y sin embargo pareciera que la voz de Betty lo llenara por completo. En cada rincón, incluso afuera, en la taquilla,  se escucha ella, poderosa. Capaz de generar la sensación, al cerrar los ojos, de que se está ante una experiencia mística, espiritual, mágica, de algún modo.

- Esa mujer tiene un don, dirá un espectador al día siguiente, cuando finalice uno más de los recitales de su gira ‘Ma vie en aquarelle’  (Mi vida en acuarela).

                                                          II

Muchos años antes quizá alguien dijo lo mismo.

- Tiene un don.

Un día después de que su abuela muriera, Betty se encontraba en su casa en el barrio El Trapiche de  Buenaventura --la ciudad puerto  donde nació--  con una tristeza que no se podía sacar de encima.  Era una niña introvertida, solitaria. Hablaba lo necesario. Su abuela, que era sorda, era la única capaz de interpretar sus silencios. Con su muerte, Betty se sentía aún más vulnerable, se sentía  desprotegida en el mundo.

Decidió dirigirse hacia el último cuarto de la casa, allí donde su papá guardaba sus libros y ella sus juguetes  y, sin pensarlo, de manera natural, comenzó a cantar por primera vez en su vida.

- Cuando mi abuela murió, se me derrumbó esa única fuente que para mí era segura. Yo no tenía la facilidad de comunicarme  con mi hermana, con mis papás, para expresarles lo que sentía. Sin embargo sabía que tenía toda la atención de mi abuela. Era la persona en quien me podía refugiar y eso me tranquilizaba. Cuando empecé a cantar después de su muerte era como una necesidad del alma. Aún lo sigue siendo.

Betty suponía que encerrada en ese cuarto desahogaba su agonía para sí misma, cantaba para sí misma, pero en realidad la escuchaban  todos en su familia a pesar de la puerta y las paredes, a pesar de estar en el lugar más alejado posible,  la escuchaban incluso los que estaban lejos, en las terrazas vecinas.

La voz soprano, recuerda su profesora de música, Ivonne Giraldo, es la voz femenina más aguda del registro vocal humano. En la ópera, se encarga de llevar la melodía. En Italiano, ‘soprano’ significa ‘soberano’, ‘superior’, ‘por encima de’...

                                                  III

El abuelo de Betty era ciego. Acostumbraba  a tocar la armónica. Betty, que dormía en el piso superior de la casa, se acostaba en el suelo – el oído muy pegado a las baldosas-  para escucharlo mejor. Su bisabuelo, además, interpretaba el saxofón.  Y su padre, José Garcés, un docente de matemáticas, es un  salsómano consagrado. Le gusta poner la música a todo volumen, como para que la escuche todo el barrio y el más allá.

En Buenaventura, durante las fiestas patronales --todo el año en realidad-- a esa vida familiar rodeada de música se le sumaba la marimba, la chirimía, el currulao, los sonidos del Pacífico. Y sin embargo nadie se imaginó que la niña que cantaba encerrada en el último  cuarto  de la casa, su refugio, se iba a dedicar a cantar ópera en el mundo entero.

- Pienso que esa raíz que llevo, la música del Pacífico, es un elemento fundamental a la hora de identificarme en el escenario. De alguna forma  todos estamos impregnados de nuestro entorno. Y lo que somos, eso damos en el escenario. Yo siento que el público percibe algo de ese sabor  del Pacífico cuando interpreto música clásica. Además, aunque la técnica es totalmente diferente a la música folclórica, los temas son los mismos: el amor, el desamor, la naturaleza, la vida.  Es como declamar un poema, solo que en un idioma diferente, o en otro tono.

La profesora Ivonne Giraldo dice: las voces latinas, pero sobre todo las voces afro, son muy especiales. Tienen un timbre muy lindo, un color particular. Por eso son tan valoradas en Europa.

                                                    IV

Betty llegó a Cali a los 14 años. Ella no lo notaba, pero sus padres comenzaron a percibir que el barrio El Trapiche y Buenaventura misma estaban cambiando.  Cuando lee  las noticias de su ciudad desde su casa en Alemania (los alcaldes que capturan, la gente que asesinan, los dineros que roban de la educación), lo entiende bien: enviarla a estudiar a Cali fue quizá  la forma que tuvieron sus padres de  protegerla. 

Y sin embargo extraña el Puerto. Y sin embargo, de todos los lugares del mundo que ha visitado, Buenaventura es el único sitio en el que en realidad puede decir: aquí pertenezco. Por eso sueña con regalarle un recital. Por eso, también, piensa aportarle en un futuro, trabajar para la ciudad  desde la cultura, así las noticias que lee, a veces, la abrumen, la angustien, la hagan sentir impotente.  

Betty terminó el bachillerato  en el colegio Departamental La Merced de Cali y enseguida entró a estudiar música al Conservatorio Antonio María Valencia. Al principio  cantaba jazz. Lo hacía para sí misma. Como si aún estuviera encerrada en aquel cuarto   el día después de la muerte de su abuela.

- Era muy tímida. Le daba pena un montón de cosas, recuerda Ivonne, la profesora de música que descubrió su voz y le advirtió que lo suyo, definitivamente,  no era el jazz.

También fue el sostén de Betty durante sus momentos de duda. En los dos primeros años de la carrera estuvo a punto de renunciar. Primero, porque para ser alguien en la música hay que estudiar demasiado, enfocar la vida en ello, sacrificarse. Y Betty no estaba acostumbrada a esas  entregas absolutas. Además se preguntaba  si era realmente buena en lo que hacía. ¿Cuántos artistas buenos renunciaron porque pensaban que no lo eran?

- Eran tiempos en los que no encontraba la chispa, la esencia, esa certeza. Ya después fue que vine a conocer al maestro Francisco Vergara, el director del taller de ópera en el Conservatorio,  y él me escuchó y le pareció muy interesante el material. Siempre hay que estar rodeado de las personas ideales que te guíen el camino. Él habló con mi profesora, Ivonne, y le dijo que consideraba que tenía el talento suficiente para ir un poco más allá, hacer una carrera ambiciosa, pero para eso debía viajar a Europa a especializarme. Ahí se me abrió un panorama totalmente diferente. No había pensado en irme.  El maestro Vergara me ayudó muchísimo para hacerlo. Donde quiera que yo vaya lo cuento con mucho amor. Él habló con amigos, con familiares, con empresas de Cali. Cada vez que teníamos una audición me presentaba. Decía ella  es Betty, nuestra candidata para viajar a Alemania, por si quieren hacer algún aporte, todas estas cosas. Se tomó con el corazón la tarea de ayudarme para dar el primer paso y gracias a él lo di. El maestro Vergara es como mi papá en el arte.

                                                V

En Alemania, Betty aprendió el idioma, primero; se especializó en ópera, después. Y cuando se terminaron los ahorros que había conseguido el maestro Vergara, trabajó durante su tiempo libre en una fábrica dedicada a empacar comida de avión y en otra dedicada a empacar helados. 

Ahora, en Hannover,  está terminando su segunda especialización, que tiene que ver más con encontrarse a sí misma, definir quién es Betty como artista, qué expresa, para dónde va su carrera.  Ahora, vive exclusivamente de la música.

- No estoy fija en ningún teatro, (estuve, sí, en el Junges Ensemble) y en esta vida  ‘free lance’, claro, uno tiene un poquito de susto. Ya no tienes la seguridad del salario mensual, pero tienes una libertad especial para experimentar, hacer tantas cosas lindas que para un artista son muy importantes para crecer, para descubrirse. Y yo estoy muy contenta por eso.

Su gira ‘Ma vie en aquarelle’  es una expresión de esa libertad que la hace tan feliz. Ya estuvo en el Britten Theatre de Londres, ya estuvo en África, ya dio un recital en Bogotá y en Cali donde interpretó las composiciones de Korngold, de Sergei Rachmaninov, las ‘Canciones negras’ de Xavier Montsalvatge,  viajará a Washington, terminará en Nueva York. Betty Garcés, de a poco, se consagra.  

 

Y sin embargo aún siente que el racismo le cierra puertas. Aún hay momentos en los que se siente discriminada. 

 

 

 

- Es un tema que sigue dándose de una forma  menos directa, pero que de todas formas se da. Cuando llegué a Cali fue difícil, varias personas me discriminaron. Lo triste es que uno termina acostumbrándose. Pero no debería ser así.

 

 

 

No es realmente un problema que yo sea negra; el problema es la persona que cree que eso es un problema. Dentro de la  profesión también existe esto, no solamente con los negros. También con los coreanos. Cada vez se reciben menos coreanos en los teatros.

 

 

 

Pero la discriminación viene de una forma más sutil. Por ejemplo, se abren algunas  puertas, puedes estudiar, obtener los títulos, pero a la hora de obtener un rol, así tengas todo el talento, no te lo dan porque algunos piensan que ese rol debe ser interpretado por una rubia alta de ojos azules. Una forma sutil de relegarte.

 

 

 

También te quería decir que el tema del racismo en Colombia,  ¿cómo te lo explico? Yo sé que cada vez se defiende más a la cultura afro, raizal, palenquera, los indios. Pero no se trata de hacer campañas para celebrarlo, sino realmente de darnos el  lugar como personas de nuestra sociedad. Yo no sé si realmente a los negros e indígenas se nos tiene en cuenta en nuestro propio país como colombianos o como inmigrantes. Esa mentalidad de vernos diferentes a los demás debe cambiar.

 

                                             

 

                                                     VI

 

 

 

Cuando habla, Betty utiliza un tono de voz apenas justo para ser escuchada. Como si se cuidara de no esforzar su garganta en lo que no debe. De alguna manera,  un cantante  es como un atleta. Betty no fuma, no toma licor, procura no trasnochar, procura no comer cosas ácidas o acostarse con el estómago lleno porque los cantantes, explica,   suelen padecer de reflujo. Los jugos gástricos pueden ser  tan fuertes como para quemar las cuerdas vocales.

 

 

 

Betty evita gritar, entonces, y cada que se levanta en la mañana calienta su voz como diciéndole: buenos días. Lo primero que hace al despertar son sus ejercicios vocales. A veces, canta en la ducha. Pero sobre todo le agradece a Dios. 

 

 

 

- Yo me considero una bendecida. Por eso amo a Dios con todo mi corazón. Él ha hecho que esté donde esté, y seguiré escalando en mi carrera gracias a su bendición. Desde que descubrí este talento  supe que no era porque sí, sino que viene de algo superior. Por eso tengo que compartirle al mundo  el amor de Dios. Yo he pasado por momentos muy difíciles, la soledad en Alemania, las dudas, momentos en los que no le encontraba sentido a mi vida y de alguna forma he encontrado en Dios ese sentido. 

 

 

 

Entonces es como una necesidad de mi corazón compartir ese amor que he recibido. Así sea con un abrazo, con una mirada, con la música. Intento que todos sepan que también son amados.

 

 

 

                                                 VII

 

 

 

La gira ‘Ma vie en aquarelle’  se llama así porque como la música, la pintura ocupa un lugar importante en la vida de Betty. Su madre, Isabel Bedoya, la mujer afro a quien más admira – “ es increíblemente bella, increíblemente luchadora”- pintaba cuando Betty era aquella niña introvertida.  Y su música, explica,  está llena de  eso, de esa pintura que de alguna manera también era compañía.

 

 

 

- Identifico ciertos sonidos o atmósferas con ciertos colores o texturas.

 

A Betty le gustan los colores intensos. Los rojos, los amarillos, los verdes, los azules. Como las notas más agudas.  Viste así, de manera festiva, como celebrando la vida, a manera de una matrona africana.  

 

 

 

Ahora está de pie en el escenario del Teatro Municipal, luciendo un azul intenso de pies a cabeza, los labios rojos, un ramo de flores en sus manos. Hace una venia, se despide de Cali en medio de un público que, de pie, le obsequia un aplauso estruendoso. Como quien agradece haber experimentado  la sensación, al cerrar los ojos, de haber estado   ante un acontecimiento místico, espiritual, mágico, de algún modo.

 

 

 

Después, en su camerino, Betty cantará durante algunos segundos más. Los espectadores, que ya estaban afuera del escenario, camino  al parqueadero, la alcanzaron a  escuchar. En ese momento alguien, conmovido, dijo.

 

 

 

- Tiene un don.

 

 

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