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Fotograma del documental 'Señorita María'. | Foto: Especiales para El País

¿Por qué los cines comerciales no apoyan el cine colombiano? El caso 'Señorita María'

A pesar de tratarse de uno de los documentales colombianos más premiados internacionalmente, algunos cines de la ciudad proyectaron la película de Rubén Mendoza en horarios complejos para quien deseara verla.

10 de diciembre de 2017 Por:  Yefferson Ospina / Periodista de Gaceta

Éramos cuatro, y fue triste. Eran las 12:50 del mediodía del pasado lunes cuando en la sala 9 de Cinecolombia, en Unicentro, cuatro excéntricos esperábamos a que ‘Señorita María’ empezara.

Primero, lo consabido: los videos conmovedores de la marca que lleva el cine a todos los rincones del país y que ahora cumple 90 años de apoyar el cine colombiano, los comerciales de crispetas y ‘hot dogs’ y luego, allí estábamos, los cuatro viendo a la ‘Señorita’.

Digo excéntricos para presumir, aunque es justo pensarlo: ¿Quién va a ver un documental colombiano a un cine comercial un lunes al mediodía? En realidad, nada había de particular en esas cuatro personas que lo hicimos. Creo, más bien, que las circunstancias nos obligaron. Sí, nos obligaron: aquella era la única sala de cine comercial de esta ciudad que proyectaba esa película, y los horarios para verla eran 12:45 p.m, 2:45 p.m. y 4:45 p.m.

Cuando compré la boleta le pregunté a la niña en taquilla si había mucha gente. “No, todavía está muy temprano”. A las 4:45 p.m., sin duda, también lo sería.

La semana pasada la noticia era que ‘Señorita María’ estaba en el top de las películas más vistas en el país. Era la quinta y fue una fiesta, con 9.321 boletas vendidas. No importaba que ‘La liga de la justicia’, por ejemplo, contara con 349.000 entradas, o ‘Coco’ con 243.000, o algo que se llama ‘Feliz día de la muerte’ con 55.000.

Eran 9.321 boletas. Para hacerse una idea, uno puede pensar en, digamos, el estadio Pascual Guerrero en un clásico Ámérica-Millonarios e imaginar que aún quedan faltando unos 2000 hinchas para llenar, apenas, la tribuna sur.

Hace una semana esa era la cantidad de personas que habían visto en Colombia el documental de Rubén Mendoza -el mismo premiado en el Festival de Cine de Locarno, Suiza; en el Festival de Cine de México, en el de Cartagena, en el de Cali-. Sin embargo, había que celebrar, era la quinta película más vista en Colombia y eso aseguraba que, al menos por esos días, no iba a ser retirada de las carteleras de las salas comerciales. Hoy y el miércoles 20 de diciembre puede verse en la Cinemateca de La Tertulia. La semana pasada solo podía verse en una sala de un solo cine comercial de la ciudad.

Puede decirse, entre otras cosas, que es infame.

Es evidente que muy poca gente irá a ver el documental de la Señorita en esos horarios, uno supone que las personas trabajan y estudian y tienen ocupaciones.  ¿No?

Sin duda, que el cine colombiano en general tenga tan pobres resultados en taquilla, es decir, que lo vea tan poca gente en este país, depende de muchas cosas. Una de ellas, sin duda también, es que a las salas comerciales, en general, no les interesa.  Este año se estrenaron grandes películas: ‘x-500’, ‘La mujer del animal’, ‘Siete cabezas’ ‘Amazona’, que no superaron las 50 mil personas, (algunas ni siquiera las 5 mil) en las salas de cine comerciales.

Los sociólogos y los estudiosos dicen que habría que hacer muchas cosas. Empezar, por ejemplo, por formar público. También, dicen, no caería mal un poco de apoyo por parte de quienes exhiben las películas. Entonces, en una conversación entre aficionados al cine, surgen ideas: por qué no ponen, digamos, boletas a mitad de precio. Por qué no dicen cosas como “por cada dos personas que vayan a ver ‘Señorita María’ regalaremos un bote de crispetas”, por qué no pasan las películas en horarios razonables: después de las seis de la tarde, después de las cinco. Son solo ideas.

En aquella sala, la Señorita María Luisa Fuentes estaba sola, tan sola como en esa casa maltrecha en la que vivió durante 45 años en Boavita, Boyacá, huyendo de la burla, en la angustia individual y callada de la mujer condenada a su cuerpo, sin agua potable, sin padre ni madre, con el consuelo de algunas señoras campesinas y de su vaca y su ternero amados. Es difícil imaginar una soledad más rotunda: esos 45 años virginales en la montaña de su conmovedora existencia.

La soledad, en tanto, continúa del otro lado, en las ciudades, en donde se ignora a la Señorita María y a todo lo que representa: la mujer estigmatizada que vive en un campo olvidado y cuya película, que la dignifica, solo podía verse en una sala comercial si se pedía permiso en la oficina y se posponía el almuerzo.

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